lunes, 28 de octubre de 2019

Maldeojos. Buenas ideas fallidas


Buenas ideas fallidas
Artículo publicado el domingo, 13 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     No siempre, pero a veces pasa. Pasa que una buena idea, pensada, proyectada, vista y desarrollada sobre el papel, cuando revive con cuerpos y almas que les dan sentido, oh, algo pasa y ya no es tan buena. Pasa que en algún momento de la historia de la tele, un grupo de gente vislumbró como magnífica idea, como idea revolucionaria, escoger del montón de la calle a un puñado de anónimos, hombres y mujeres, desconocidos entre ellos, meterlos en una casa fabricada para la ocasión, y vigilar su convivencia con decenas de cámaras de televisión y focos que jamás descansaran y hacer partícipe del experimento a miles, millones de personas, que verían crecer sus incipientes amores, que serían testigos de rencillas creadas en cuatro días, que podríamos distinguir sin dificultad al pelota, al tocapelotas, a la dominanta, al liante, a la calientapollas, al hijo de puta, en fin, que Gran Hermano revolucionó los formatos televisivos y reventó en miles y miles de hogares como una buena idea, como una excelente idea que degeneró en una peste, en una idea fallida que sigue siendo extraordinaria en lo económico para quienes conforman la empresa que la cobija y que, hay que decirlo, hoy es un estercolero donde quienes entran perdieron la virginidad del concursante ingenuo en connivencia con unos espectadores recalcitrantes que también tienen el diente retorcido y les va el consumo de porno barato. Masterchef fue en su día otro ejemplo de buena idea que el tiempo ha ido llevando al lado oscuro de lo fallido. Se repite el perfil de concursantes y se repite hasta el empacho y se desvela el truco el trabajo del jurado, que sí, en un primer momento tenía su gracia ver como ogro a Pepe Rodríguez, como bomboncito con picardía a Jordi Cruz, y como una que pasaba por allí a Samanta Vallejo-Nájera, pero en el ecosistema de la supervivencia televisiva, a golpe de guionistas, Jordi es ahora un tío con un humor de malafollá recrecido, Samanta una estirada redicha y Masterchef un programa que de cocina tiene lo que Albert Rivera de tío estable.

Toy boy
     Me entero de que Andrés Pajares tuvo su primera experiencia sexual con 4 años, aunque habría que escribir con sólo 4 años. A los diez tuvo su primer orgasmo, pero no un orgasmo cualquiera, no, fue un “orgasmo telefónico” con una amiga de su madre que “confeccionaba fajas”. Hagamos cuentas. Pajares, todo un premio Goya por la excelente ¡Ay, Carmela!”, con Carmen Maura, nació en Madrid en 1940. Es decir, el orgasmo tuvo lugar en 1950 en una España en la que el teléfono era un objeto de lujo, caro para una familia del montón, así que menos lobos, Caperucita. Es una idea buena, pero creo yo que fallida por contarla como real en vez de desarrollarla en el apartado de la ficción. Sea lo que sea, está claro que Andrés Pajares con el sexo es como el Picasso de Genius: Picasso, la serie con Antonio Banderas –terminó la pasada semana en La 2 -en donde el malagueño es un picha brava que tiene el pito más a mano que un pincel y, por tanto, es otro ejemplo de buena idea –siempre lo es hablar del genio malagueño- que cuando el guión se hace carne en la realidad de la serie algo se estropea y no acaba de seducir. Y ahora sí, me remango y voy al meollo de esta pieza, cuya idea motriz nació viendo Toy boy , a la que aquí se le dedicó un apunte rápido que necesita una mirada más pormenorizada que ejemplifica el titular, Toy boy es una buena idea fallida. Toy boy cuenta la historia de un chico guapo, Jesús Mosquera, que se dedica a bailar enseñando el culo en un club para juergas de todo tipo al que le endilgan la muerte de un hombre, el marido de su amante, Macarena, Cristina Castaño, madura y poderosa. El stripper dice que no es el asesino sino una víctima. Entra en la cárcel y sale de ella a los siete años defendido por la joven abogada, y tan joven, María Pedraza. Juntos tratan ahora de averiguar quién hay detrás de aquel crimen. Perfecto. Suena bien. Chicos como dioses de bronce, guapos y morbosos, excelentes localizaciones en la Costa del Sol, en Málaga, fotografía cuidada, grandes creadores y productores como César Benítez, Emilio Pina o Rocío Martínez, una gran empresa audiovisual, que entiende mucho de todo esto, como Atresmedia, y actores de primera como la mentada Castaño, Pedro Casablanc, José Manuel Seda, María Pujalte o Elisa Matilla.

Irresponsable
     ¿Qué pasa, entonces? Algo se perdió en el camino que va de la oficina donde surgió la idea, la buena idea, y su desarrollo en la pantalla, donde lo más importante falla. Si a la cabeza pones a dos criaturas sin curtir, que se les nota la costura de su falta de cocción, malo. Jesús Mosquera, digo, es guapo, morboso,  llena la pantalla, pero… Podrá ser, o fue, un buen jugador de fútbol, pero no es suficiente para defender un personaje que no es sólo cuerpo. ¿Y la abogada? Pura insensatez. María Pedraza, a la que le han puesto gafitas, arreglado el pelo, y faldita de monja a ver si aparenta más edad, sólo la imagino saliendo del instituto con su carpeta repleta de fotos de sus cantantes favoritos. Y no hay dios que la entienda, coño, no vocaliza, no hay forma de llegar al final de sus frases porque a la mitad te has quedado bloqueado por si es la tele, tu oído, o la nena que se perdió la clase de vocalización. En fin, le daré una última oportunidad por si Toy boy, buena idea, no es tan fallida como la pinto aquí. También cabe el viaje al revés con la mimbre que venimos usando, es decir, que una idea fallida acabe en buena idea. La idea fallida es la de la pantomima que montó Risto Mejide y su tropa anunciando que se convertían en gallinas del patio político con nombre explicativo, Peor no lo haremos. Si esa es la idea fallida, ¿cuál es la buena idea? Pues retirarse de la contienda. Mejide lo explica con metralla sentimental de papá reciente, “mi proyecto más importante mide 50 centímetros y pesa 4 kilos”. Lo de Mario Vaquerizo diciendo a los niños de Vuelta al cole en Telemadrid que “el feminismo me da igual” lo dejo para la columna que dedique a los necios, a los irresponsables sin remedio.

La chispa
Zoco político
De nuevo, la peña política, en alza, convertidos unos y otras en mercancía de zoco de plató. Se los rifan. Si Pedro Sánchez habla con Vicente Vallés en Antena 3, el taxi espera a Íñigo Errejón para llevarlo a las puertas de Telecinco y hacer lo mismo mientras Pablo Iglesias se atusa la coleta para sentarse en la mesa de Marta Flich, e incluso, el no va más, Santi Abascal habla con las hormigas con el calzón por el suelo.

Maldeojos. Montapollos


Montapollos
(Artículo publicado el sábado, 12 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     El actor Daniel GraoLa catedral del mar, Gigantes, Paquita Salas- se hace una foto tapándose lo de abajo con una toalla tan pegada al cuerpo que ha provocado más llamas de deseo que si se la hubiera quitado y así, al natural, enseñara lo que se intuye debajo del algodón, un cacharro que, como en el anuncio, no engaña. Isabel Díaz Ayuso, la presi más castañera del Madrid más divertido, no para. Yo creo que la invitan a la tele para eso, para que no pare, para que también provoque llamas e incendie las redes, el altillo de los armarios, el bajo de los pantalones, para que anime la tertulia del café a media mañana con los amigos, para que a su costa se hable de ella, como un mártir, se mire a otras esquinas, y nos quedemos con su notoria, burra simpleza. La otra noche el Canal 24 Horas la invitó a La noche en 24 horas y la señora, con su necia soltura, la lió.

     Dijo que Telemadrid ya no es esencial porque estando HBO o Netflix, “pa qué”. Lo que pido a un hospital, dijo sin que su mirada vacuna se inmutara, se lo pido a Telemadrid, o sea, que ajuste sus cuentas –al hospital no le pide excelencia sino que recorte gastos-. El señorito Albert Rivera no podía faltar si de montapollos hablamos. Que RTVE ya no se llama así sino TeleSánchez porque está al servicio de los socialistas –sordo y ciego, el líder en apuros no atendía a Xabier Fortes, que explicaba por qué RTVE, antes de la convocatoria electoral, contactó con los partidos para un debate, tan simple como respetar plazos, o licitar platós y permisos-. La casa de Gran Hermano está plagada de piojos. Literal. No se puede bajar la guardia. Cada época tiene su afán, dice Jorge Fernández –ex de Rajoy-, y la de ésta es montar pollos. O pollas, como la de Grao.

Maldeojos. Latre y Broncano


Broncano y Latre
(Artículo publicado el jueves, 10 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
     Lo de David Broncano es la pera. Ahora hace La resistencia en Movistar, un loco programa que dirige allí mismo, ante el público, Ricardo Castella, que interviene cuando le da la gana, y el resultado es un formato de entrevistas por donde pasa gente del deporte, la música, o el cine y la tele. Son muy conocidas dos preguntas que se repiten cada noche, la del dinero que tiene la persona invitada y los polvos que ha echado en los últimos días, o meses o, el colmo de la inactividad sexual, años. Fue brillante la respuesta del actor Jesús Vidal, con una discapacidad visual del 90%, premio Goya por su trabajo en Campeones, que dijo que sus relaciones sexuales habían sido “muy bonitas y muy intensas, las veces no son importantes, lo importante es el disfrute”. Toma, Broncano. La otra noche irrumpió un tipo en cueros ante la sorpresa del presentador, que no sabía nada. Humor y activismo social se dan la mano.
     En paralelo, también con humor y urdimbre política, irrumpió en El hormiguero un Carlos Latre en estado de gracia trasmutado en una asombrosa Cayetana Álvarez de Toledo, toda una Cashetana –con acento argentino la nombran en Todo es mentira- de armas tomar, altiva, arrogante y guerrera que culpó a Pedro Sánchez del cambio del clima y de la muerte de Bambi, por cierto, preguntó, ¿sabés que llevas acá 14 años, vos sabés que tenés hormigas? Y sin más, del bolso sacó un bote insecticida y roció con su mortal regado a Trancas y Barrancas, que temblaban de pánico. Memorable. Una de las mejores imitaciones de Latre, limpia, sencilla, directa, y como debe de ser, sacando yesca simpática y luminosa donde sólo hay pedernal y oscuridad.


Maldeojos. Santi el facha


Santi el facha
(Artículo publicado el martes, 8 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Los socialistas son unos criminales, gritó San Abascal el facha en la plaza de toros de Vistalegre, en Madrid, sacando a sus líderes ante el gentío venido de toda España en autobuses que cruzaron la patria en peregrinación para poder cantar a coro, jaleado el personal por los teloneros Iván el montero, Rocío la monástica y sonrisa de carámbano, y Javi el intelectual deslenguado y trolero, yo soy español, español, español. Ay, en serio, miren qué nudo se pone aquí. Digo aquí, sin más, sin entrar en detalles. La sacada de huesos del dictador Franco de su tumba ha dado munición a esta tropa, y fue en ese contexto cuando el líder acusó al PSOE de criminal. Rugió la grada, versión plus ultra. Se lo pasan pipa. Los dirigentes del club extremo se juegan su futuro, eso de seguir en el lío y chupar del bote que tanto critican. Hay que echar carnaza a los fieles.
El partido del tío de la mula o exagera, escupe barbaridades, miente a sabiendas, crispa, lanza fuego, sangre y bilis, divide, odia, enfatiza y eleva el humo y la nada a categoría de programa político –donde no hay referencias a educación, sanidad o economía-, o no se come un colín. Está inventado. Es como el perrito chico, que ante el grande se pone chillón y da por culo. Las imágenes de un recinto a rebosar han saltado a los telediarios, y ayer las tertulias matinales trataban de digerir el pastelazo. Pero ellos, los jefes del club, saben, y muy bien, que el sueldo les va en sacar leones a la pista. En este contexto Pablo Motos y sus hormigas han invitado a Santi a divertirse en el plató. ¿Operación blanqueo del fascismo? No, operación decadencia de san Abascal. Tiene cojones que, viendo las orejas al lobo, un caballero español tenga que rebajarse a hablar con insectos.


Maldeojos. Vaya semanita


Vaya semanita
(Artículo publicado el domingo, 27 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     La semana pasada, a eso de las 12 de la mañana, a las 12 y 25 con exactitud, Albert Rivera subió al altillo que habían levantado con algunas tablas en la Plaza de San Jaime de Barcelona rodeado por una pequeña pero enfervorecida clientela. Lo hizo después de que Inés Arrimadas, esa señora que sabe sonreír como si escupiera al mismo tiempo, caldeara el ambiente con una serie de consignas que suenan a incendio y hastío. A nada. Eso ocurría en uno de los huecos en que ahora los realizadores dividen la pantalla, y lo hacen hasta el abuso. Abren tantas pantallitas que el espectador se pierde con estímulos tan variados, moda que parece que llegó para quedarse. En otro hueco del especial informativo de La Sexta presentado por Cristina Villanueva la reportera contaba que la noche antes un grupo de radicales nacionalistas y sin duda delincuentes había robado móviles de alta gama, y que los empresarios, entre otros colectivos, estaban hasta el moño de abajo de vándalos y pillos. El orador Rivera, al que a veces volvía el directo para escuchar su arenga, tiene movimientos mecánicos, pinta de cuentachistes solemne, de concursante aplicado de algún programa de televisión, y de vendedor ambulante de crecepelo. Entre la semana pasada y esta que acaba ha viajado a Cataluña la cremita de la política nacional, incluyendo a Pedro Sánchez, que visitó los hospitales donde se van recuperando los policías heridos en los disturbios callejeros de Barcelona. Pero resulta llamativo que de esa visita, además de los sanitarios protestones independentistas, en la calle, a la puerta de los hospitales, con pancartas de rechazo al ogro español o a voces en los pasillos como una corte maleducada de trabajadores ociosos, se ha destacado en algunos magacines, y con pormenorizado primor, aspectos del despliegue de seguridad presidencial. Sobresale el llamado maletín antibalas y el subfusil de asalto, destacado en los reportajes de Espejo público y explicado con minuciosidad por el copresentador de la revista matinal de Antena 3 Alfonso Egea.

Quins collons
     Cuando emitían las imágenes a cámara ralentizada, un círculo blanco rodeaba el fusil del tipo que, dentro del coche, viajaba junto al presidente, y otro círculo del mismo color rodeaba el llamado maletín, un desplegable de urgencia con material antibalas, por si los presidentes de Gobierno son atacados. Por cierto, un coche tuneado hasta el delirio y al servicio no de Pedro Sánchez sino de cualquier presidente que haya de viajar a zonas poco estables como ahora Cataluña. Con dibujitos, como un cómic, contaban las gracias que tiene el coche. Además de cristales y carrocería blindada, el auto puede expulsar, como salta el piloto de un avión en apuros antes del desastre, las puertas para dejar expedita la salida, y puede sofocar con chorros de espuma posibles fuegos que rodearan al vehículo. Una monería. Como la del gag visual armado por TV3 que está haciendo las delicias de los programas de humor y de las redes sociales. Es el chiste ese en el que se ve a un señor llamar a una puerta, que al abrirse muestra al alucinante presidente catalán Quim Torra sentado en su despacho para ser informado de que el presidente español no quiere hablar con él. Collons, suelta el liante Torra, deben de tener cosas más importantes que hacer en días como este. La escena firmada por TV3 es tan burda, tan zafia y disparatada, que las risas enlatadas se han escuchado en la luna. Que el teatrillo se ha instalado en la política parece claro. ¿Han visto lo de la Diputación Permanente del Congreso? Es aquel que dice que de estos asientos, aunque sean de otras señorías, no nos levanta nadie porque no nos da la gana y se habla de lo que me salga del pandero. No se mueven los de VOX, que ocupan el sitio de Ciudadanos, y se habla de lo que le salga del chichi a la hooligan Macarena Olona, que tuvo su minuto de fama al ser expulsada de la sala por la presidenta del Congreso, Maritxell Batet, que recordó que aquello no era ni un plató ni el circo. Los del partido del tío de la mula lo consiguieron, consiguieron tener sus minutos de gloria en informativos y magacines.

Mingorrubio
     El hervidero de invitados de máximo cartel a los programas es incesante. Y les aseguro que la cosa se está convirtiendo en un género en sí. Antes lo era, pero con las elecciones a la vista, con lo de Cataluña, y en las últimas horas con lo del primo Frasquito sacado de su letargo eterno, el asunto alcanza niveles de excitación y tiene visos de mercadillo. Vicente Vallés habló la otra noche en su informativo de Antena 3 con el caballero de la barba española  no en su faceta campechana capaz de hablar con Trancas y Barrancas sino como el Santiago Abascal que conocemos, aún más cachondo que el otro, y como tal soltó una de sus bromas favoritas, “es evidente que no soy franquista”. Los ojos del presentador, verdes como el trigo verde, casi crían hortalizas para el pisto del almuerzo. El jueves por la mañana, y por accidente, casi siempre que veo a Ana Rosa Quintana es por accidente, no sólo la veo a ella sino a un lote que incluyó a Eduardo Inda, tan maleducado como siempre y tan liante como un prestidigitador indecente, y al mentado Rivera, que volvió a ejercer de charlatán de pueblo en una entrevista en la que dijo que él no va a ser “parte del problema del bloqueo de este país”. Los focos del plató no se cayeron con estrépito al suelo de milagro. ¿Faltan más? Bueno, siempre hay quien cae en la misma piedra e invita a animadores profesionales para amenizar la mañana, y la del jueves –tres jueves tiene el año que relumbran más que el sol, Jueves Santo, Corpus Cristi, y el día de la Exhumación, se ha leído en las redes- parecía una noche de fuegos artificiales en todas las televisiones. La cosa iba de ver quién tenía en la pantalla al más ridículo, del chino franquista al legionario faltón de fino bigotito, o al circunspecto Juan Chicharro, que dirige la fundación del dictador, esperado en el cementerio de Mingorrubio por la rancia clac fascista que tanto juego da en la tele. Vaya semanita.

La chispa
Volando va
Lo hace bien, ya está. Le ha tomado el pulso al formato. Y tiene detrás un equipo de altura, sí, nunca mejor dicho. Es Jesús Calleja. Es Volando voy. Es, quizá, lo único, o de lo poco salvable, en una cadena lerda como Cuatro. Volando voy llega a un lugar, habla con sus gentes Calleja, visita rincones de esos lugares y los pone en valor, y luego, entre risas, como en los cines de antes, el pueblo se divierte viéndose en la pantalla.

Maldeojos


Paquito
(Artículo publicado el sábado, 26 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Ya conocen la noticia, ahora la vamos a exhumar. Así, de forma excepcional, comenzó el especial de El intermedio dedicado al acarreo de huesos del dictador desde el valle de la infamia al cementerio de Mingorrubio. Nos quitamos de encima al último dictador enterrado en España, decía un festivo Wyoming, cara más visible de un programa que tenía sus propios planes, incluso su propio muerto. Así que el festival franquista que el resto de cadenas retrataron con impiedad sacando lo que es hoy el franquismo folclórico –otra cosa es el sociológico que atufa en algunas cabezas-, con exaltados que gritaban desencajados su patetismo, fiereza y odio –manotazos a periodistas, bracitos en alto, cánticos cara al sol, exhibición de banderas con el pollo, y parafernalia fascista-, pues eso, que el festival franquista del resto de cadenas quedó en La Sexta y El intermedio en el entierro de Paquito el Chocolatero.

     En Mingorrubio había tanto friqui, dijo Wyoming, que parecía una concentración de manga. Antes vimos las imágenes que ya conocíamos de la mañana con los familiares del pajarraco trasladando a hombros el féretro con su momia, el único esfuerzo físico que esta banda ha hecho en su puta vida. Andrea Ropero, integrada a la perfección en el equipo, en un reportaje más serio, habló con Nicolás Sánchez-Albornoz, historiador que fue condenado a trabajos forzados en el Valle de los Caídos, del que huyó. ¿Sobre el Valle, se preguntó el profesor? “Que corten el grifo del dinero público y la naturaleza hará el resto” –o sea, que se derrumbe-. Total, entre aspavientos, el muñeco Paquito fue enterrado. Con el auténtico Franco, una losa nos hemos quitado de encima.

Maldeojos. Élite


Élite
(Artículo publicado el jueves, 24 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Se estrenó la segunda temporada de Élite, una producción de Netflix que en principio parece una serie para chicos y chicas más o menos adolescentes. Cuenta no la vida del colegio elitista al que van sus protagonistas sino las relaciones que se establecen entre ellos, incluyendo a unos cuantos de “clase inferior” que tienen el privilegio de codearse con esa cremita de familias adineradas gracias a becas para pobres. Con el crimen de una chica que se atribuyó a uno de clase inferior, que formaban pareja, acabó el último capítulo de la primera tanda. La segunda trata de averiguar el verdadero culpable del crimen. La historia engancha, y la manera de contarla también. Es atrevida. No es una serie tontita para adolescentes románticos. Hay personajes muy bien construidos y muy bien defendidos.

     Digo que no es una serie al uso para niñatos. Además de un crimen hay sexo, y muy atrevido, hay incesto, hay relaciones entre “moros y cristianos”, y más, dentro del clan musulmán hay amores gay, todo un revulsivo, hay reivindicaciones sociales en defensa de la mujer, de los chicos que tienen pluma, se retrata la hipocresía, el cinismo y las corruptelas que hay detrás de algunas fortunas, y hay buenas, grandes interpretaciones, sí, como lo leen. Destaco la de Dana Paola, Lu en la serie, que sabe retratar con firme magisterio a un personaje autodestructivo y maquiavélico como parapeto a su tremenda soledad y desdicha. Y la de Omar Ayuso, y la de Mina El Hammami o la de Miguel Bernardeu. En realidad tendría que pensar quién no está a la altura de lo que requiere su personaje. Élite es trepidante. Yo me la tragué en jornadas intensivas.



Maldeojos. Gonzo, salvado


Gonzo, salvado
(Artículo publicado el martes, 22 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Espero que los espectadores sepan perdonar que no hayamos empezado en Cataluña, dijo entre risas a unos cuantos periodistas el periodista Fernando González, Gonzo, que el domingo se estrenó en la nueva etapa de Salvados, el clásico de Jordi Évole y La Sexta. Pues no, Gonzo, no sólo estás, estáis perdonados, sino que se agradece la no insistencia en “el tema catalán”, que vaya vaya. A lo que voy. Gonzo dejó El intermedio –su familia, también ha dicho más de una vez- después de nueve años para embarcarse en la aventura de sustituir nada menos que a Jordi al frente de Salvados siendo, como parecía ser, que Évole no sólo era la cara visible de Salvados sino Salvados. Pero la entrega del estreno de Gonzo dejó algo claro, y es que Salvados es un buen formato y Gonzo el buen periodista que ya sabíamos.

      No siempre es así. Hay casos en los que el formato da igual porque si lo presenta alguien como Samanta Villar lo estropea, seguro. No es el caso del regreso de Salvados con Gonzo como presentador y un asunto tan delicado como el del acoso sexual en el trabajo, que no, que además de actrices de renombre hay miles y miles de mujeres que tienen que aguantar a jefes babosos y compañeros sinvergüenzas que se creen dueños de sus colegas o, peor aún, que banalizan ese atropello tan humillante y doloroso y lo tildan “como bromas”. En la entrega que comentamos habló Gonzo con algunas mujeres que dieron la cara contando, y reviviendo de nuevo, su calvario, y lo hicieron para animar a esas otras mujeres que, quizá a nuestro lado, sufran lo mismo. Gonzo se salvó, pasó con matricula la prueba, y los espectadores, con él.

Maldeojos. Masterchef chunguito


Masterchef chunguito
(Artículo publicado el domingo, 20 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

      Los han mantenido tanto porque daban juego. Cocinar no cocinaban mucho, pero son graciosos y dan bien en pantalla. Algo así he leído por ahí refiriéndose a la expulsión la semana pasada de los hermanos chungos de Masterchef, chungo, chungo. Los Salazar, don Juan y don José, entraron al programa de cocinillas como cómicos de carreta para dar la nota, que es lo que saben hacer. Cuanto más tontos, mejor. Cuantas más paridas suelten, mejor. Cuantas más burradas expelan, más sube su cotización. Vamos, que no los aguanto. Pero no de ahora. Hace tiempo que no puedo consumir ese tipo de grasas indigestas. No me hacen gracia. Los Chunguitos, lejos. Es un humor parecido al que mucha audiencia ve en el ridículo Mario Vaquerizo, que hace de la necedad, estulticia e ignorancia un túmulo a lo divertido convirtiéndolas en valor, en ejemplo. Los chungos señores de Los Chunguitos, igual. A este dúo de mequetrefes los había olvidado desde que en los platós de la tele antigua salieran cantando aquello de Me quedo contigo y su “si me das a elegir entre tú y la riqueza, con esa grandeza que lleva consigo, ay, amor, me quedo contigo”, bellísima balada rumbera, de barrio extremo y dolorido que Carlos Saura elevó a categoría de símbolo y retrato social, con trazo nostálgico y romántico en Deprisa, deprisa. Aún me emociono recordando la última escena de la película, cuando la chica –la alicantina Berta Socuéllamos, actriz de esta sola peli- enamorada del chico malo, que moría en una desolada habitación, se perdía en la noche mientras las voces del barrio en la lejanía se mezclaban con la canción de Los chunguitos. Era la década del 80. Y se acabó. Pero con el paso del tiempo, digo, saltaron a las teles y a los platós, “descubiertos” de nuevo como productos de risa, como personajes de una España de palmas y flamenquito, de artistas sin instrucción pero como grandes supervivientes. Y Telecinco, con su gran olfato para resucitar y poner en circulación a esta peña, se tiró al cuello de los hermanos y los puso en órbita.

La influyente
     Antes pasaron por programas “menores”, o no tanto, como El hormiguero, que como sabemos, si se remanga, convierte a ultraderechistas que dan miedo en ciudadanos de sonrisa educada y maneras domesticadas y a ignorantes patanes que el espectáculo eleva a categoría de ejemplo. Pero fue Gran hermano VIP quien los lanzó a un estrellato cuya columna vertebral fue, y es, lo ramplón, paleto, iletrado, ignorante, programas y más programas, como Los gipsy King, que abundaron en el mismo perfil, el de los absolutos bárbaros analfabetos. Este bagaje es el que los ha llevado a Masterchef, no hay otro, no hay otras razones que las de empujarlos al ridículo de la tosquedad, vamos, al eterno y conocido tonto del pueblo. Ellos, encantados. Hay que ganarse la vida. ¿Y el programa? Hace tiempo que me desconecté de Masterchef. No sé con exactitud cuándo dejó de interesarme como espectador, pero quizá tuvo que ver con las ediciones grabadas con personajes famosos, esa ridiculez llamada Masterchef celebrity, después de la normal, es decir, anónimos aficionados a la cocina, y la infantil, o sea, Masterchef junior. De los famosos, de las celebridades, se espera no que cocinen bien, un  detalle que se puede ir perfilando, sino que den marcha, espectáculo, que usen sus armas profesionales para que la pantalla se tense. Aquí la única que grita soy yo, decía la actriz Anabel Alonso como jefa del grupo azul al actor Félix Gómez, que pedía a sus compañeros rapidez y concentración dando voces mientras colocaba la carne en una olla gigante, actor por el que, al parecer, Boris Izaguirre, juguetea con la posibilidad de besuquear sus morros, tonteo que al chef Jordi Cruz le ha provocado unos celos de cómic que acabaron en un beso labial entre chef y concursante, hecho que dejó con los ojos como sartenes a Vicky Martín Berrocal, presentada en la web del programa como “independiente, polifacética y emprendedora”, una mujer, escriben, de las más respetadas e influyentes del país. ¿En serio? Ojo, que no digo que no, sólo que se me quedan, como a ella, los ojos como dos sartenes de hacer migas.

La cocinera beata
     Más aún cuando, así, para herirme en lo más profundo como un Quim Torra que delira a tiempo completo, aparece de amarillo canario, con su pelo tintado y ahuecado como una señora que se va de boda, el gran Raphael, que responde a las preguntas del chef y jurado Pepe Rodríguez reconvertido en entrevistador, ambos sentados en una sala del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia para después probar un ajoblanco. Pero aún hay más. Vuelve a los fogones del programa, como una estrella habitual, esas que te vas tropezando a lo largo de tu puta de vida de espectador a pesar de tu rechazo vehemente, un tal Santiago Segura, al que le ponen un delantal rosa para el reto, tipo que encaja uno de sus gestos comodín, suelta su parida para la ocasión, pone la mano para cobrar, y que arda el mundo. Aspirantes, dice Pepe Rodríguez, vais a venir de uno en uno a enseñarnos vuestros huevos. Ohhh, sueltan todos a la vez. Pero qué huevos, quiere saber un Chunguito. En eso consiste el reto, desvela al fin el cocinero y jurado, se trata de ver quién hace los mejores huevos que os pidamos. Qué reto tan superoonda, suelta Boris Izaguirre arrastrando la sílaba on hasta el infinito y más allá. Menos mal que a Tamara Falcó, la hija beata de la Preysler, apenas se le entiende lo que dice, pero ahí está, en Masterchef, como otra chunguita de libro. Las pijas son así. Y los programas de cocina que son todo menos eso, también. Sigue así y te vas, le soltó a la “polifacética” Vicky el jurado Jordi mirando como un mihura enfadado porque la “emprendedora” zampa más que cocina, y esta semana, además, presentó un plato de cítricos sin pelar siquiera la naranja. ¿Qué nombre le puso? Se llama, dijo Berrocal, chungo, chunguito. Esta semana el invitado fue Mario Vaquerizo. O sea, chunguito total. ¿Quién da más?

La chispa
Salvad a Christian
Ya lo han liado. Como Pasapalabra se tuvo que retirar de Telecinco por orden del juez, acusada la cadena de plagio, Telecinco lleva desde el 1 de este mes estirando Sálvame hasta el folletín nocturno de Pedro Piqueras. Ahora se ha creado una sección dentro del programa de Jorgeja, otro concurso primo de Pasapalabra. Ligar Sálvame a Christian Gálvez, aunque sea de refilón, siempre es una mala opción. Siempre.

Maldeojos. Leonor


Leonor
(Artículo publicado el sábado, 19 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

      En el mismo sitio, a la misma hora, y a la misma edad. Con 13 años. Con 13 añitos leyó ante un público selecto en el teatro Campoamor de Oviedo el entonces príncipe Felipe su primer discurso con ocasión de los premios que llevaban su nombre, el Príncipe de Asturias. Era 1981, y casi me acuerdo, o algunas imágenes revolotean en mi memoria de aquel acto, o las he fabricado como memoria cuando en realidad sólo las he visto con posterioridad repetidas en la pantalla reproduciendo una y otra vez la voz aflautada y temblorosa del adolescente al que vistieron con traje azul y marcaron a raya su pelo con ricitos de oro. Un niño rancio, con imagen impropia para un medio púber, eso sí, un adolescente al que estaban modelando para reinar, tal como ahora hace el padre de la princesa de Asturias, Leonor, que ayer se estrenó en el mismo sitio y a la misma hora y a la misma edad porque la maquinaria monárquica no para.

      Un día antes la niña, vestida con trapitos de elegancia tan rancia como disfrazaron al padre hace 38 años, se bajó del coche oficial acompañada de su madre, la plebeya pero ya reina Letizia Ortiz, estrechó manos con soltura de banquero, sonrió con gesto lelo, como una máscara que se caería en cuanto la chiquilla estuviera lejos del foco, una niña vigilada de cerca por la madre, que se acercaba a ella para que no se rezagara mucho pero animándola a hacer bien su trabajo, incluso dejándose fotografiar por el pueblo, que alargaba sus manos para tocarlas. Los comentaristas que narraban la escena también forman parte necesaria de la cinta de montaje. Leonor de Borbón nos remite a la Edad Media, cuando un polvo regio te ponía al frente del Estado por la gracia de su dios.


Maldeojos. El mar muerto


El mar muerto
(Artículo publicado el jueves, 17 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Es la mayor laguna de agua salada europea, una bellísima joya natural que tendría que haberse mimado como se mima lo único, lo que no tiene igual, lo que distingue, lo que emociona y enorgullece. Pero hablo del mar Menor, y hablo de una administración que no sólo se ha tocado la flor, políticos paletos que aman su tierra llenándose la boca de un folclore rancio y pestoso pero sádicos y criminales con lo que dicen amar, sino que ha sido cómplice de su agonía en connivencia con empresarios sin escrúpulos. Desde el fin de semana, cuando lubinas, gambas, anguilas retorciéndose en la orilla, y todo tipo de crustáceos varados en la arena buscando una salida sin futuro por falta de oxígeno, cuando las primeras imágenes del holocausto saltaron a los medios, ya era tarde. Moría el mar Menor, una muerte anunciada.

     El desastre tendría que rebanar algunos kilos de grasa de sus barrigas satisfechas a los políticos que se ponían horas antes la medalla de recibir a Felipe VI y a Letizia Ortiz a pie de playa pero incapaces de nada más. Panda de inútiles. Es una vergüenza para la Región de Murcia, un camino señalado de salida para el gobierno en pleno del simplón Fernando López Miras que apuntilló hasta la asfixia a un mar enfermo. Ni DANA ni puñetas, incapacidad. La flota de barcos pesqueros del mar Menos debería de emprender un viaje de alucinados cabreados con una carga de peces podridos y llegar a las puertas de San Esteban y alfombrar la entrada de los despachos ya que en los mercados nadie quiere pescado de la laguna. Es un desastre sin matices. Los informativos y magacines, a pesar del monopolio catalán, ya han empezado a fijarse en este apocalipsis murciano.


Maldeojos. El blanqueado


El blanqueado
(Artículo publicado el martes, 15 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

      Sé tú mismo, un poco fachilla, pero encantador, le decía un parodiado Ortega Smith a su jefe Santiago Abascal en la sala de maquillaje antes de pisar el plató de El hormiguero. La escena corresponde a un gag de Polònia, el clásico de la sátira política de TV3 en la tele catalana –seguro que la sentencia del conocido como “procés” con los 13 años de cárcel para Oriol Junqueras y el resto de sentenciados será protagonista de la próxima entrega-. Después del consejo de Smith, el actor Albert Mèlich, suena la cabecera de El hormiguero y aparece Pablo Motos, el actor Iván Labanda, gritando el nombre de su invitado, Santiago Abascal, el actor Noé Blancafort. Me encanta estar aquí, dice Santi, es un sitio con mucha gente gritando y poco contenido, como un mitin de VOX. Y el presentador se retuerce de risa.

      Se ríen tanto, hay tan buen rollo en la mesa, que al aparecer las hormigas Trancas y Barrancas, el líder ultra, como un resorte, se levanta del asiento, saca su pistola, y les apunta creyendo que estaban poniendo bombas debajo de la mesa hasta que ve entre bambalinas a Smith diciéndole que guarde la pistola, que las hormigas forman parte del show, momento en que Abascal, riendo, dice que es una broma, que sabe que no son terroristas, vamos, que no son catalanas. En otro momento, Trancas pregunta a la otra hormiga si sabe en qué se parece este programa y el dentífrico de Franco, pues muy fácil, responde, en que los dos blanquean a los fascistas. Vale. Vuelvo a la realidad, al verdadero programa emitido el jueves pasado. Y sí, el formato y lo que allí pasó fue un lavado de cara de la ultraderecha, un encalado que ocultó la cara más oscura del líder.


Maldeojos. Líquido y transversal


Líquido y transversal
(Artículo publicado el domingo, 6 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Esta broma dura demasiado. Habla el comentarista político en horas de pico y pala en el plató Jorge Javier Vázquez, que lo mismo se pone sandunguero hablando a través del plasma con el chulazo italiano encerrado en Guadalix, de pecho de bronce y bigotito de galán antiguo, Gianmarco Onestini –su mérito es un cuerpo de gimnasio y llegar con la corona de haber quedado el tercero en la edición de Gran Hermano italiano y quizá la posibilidad de que también aquí, como allí, en un descuido, asome la cabeza de su bicho por el bañador y se forme la de dios-, lo que decía, que Jorge Javier lo mismo ordena el férreo caos guerrero, con un guión estricto para la marcha del espectáculo, que se pone intenso y se dirige a los partidos políticos como un tertuliano baqueteado en diatribas de salón e indica a sus farolillos postineros el camino. Esta nueva hornada de intelectuales metidos a políticos, dice Jorgeja, se ha equivocado de profesión, ahí están el propio Pablo Iglesias, Cayetana Álvarez de Toledo o Marcos de Quinto, pero la broma dura demasiado, así que cuando este horror acabe, seguro que encuentran acomodo en lo de Christian Gálvez, en Pasapalabra. El dardo cargado de veneno, brillante y demoledor, tiene sentido como símbolo de la abuela retirada que cuenta sus batallitas acudiendo a donde la quieran jalear, siempre que no ahonden en impertinentes preguntas, como hizo la lideresa, Esperanza Aguirre, sentándose frente a los botones del programa del rosco. Doña Espe, dicen las crónicas, es una mentirosa compulsiva, un batracio que ha sabido flotar y flotar. Y aquí aparece Ramón Campos. Ya sé, no se preocupe. No lo busque en la casa de Guadalix, no es el último agraciado en la lotería de esos macarras de gorrita ladeada, chándal de raso, cadenas de oro, letras y músicas infames y millonarias visitas en sus cuentas de Youtube. Este hombre tiene un coco privilegiado, un trabajador nato, el tipo que levantó, junto a Teresa Fernández-Valdés, Bambú Producciones –Gran Hotel, Gran Reserva, Velvet, o esa otra cumbre de atrevimiento narrativo y formal que es Fariña, y también, que es a donde quiero llegar, El crimen de Alcàsser, que se puede ver en Netflix-. Me paro aquí, en lo del crimen de las tres niñas en noviembre de 1992. De aquella lúgubre historia que dio un vuelco no sólo a las familias de esas criaturas sino a la forma de hacer televisión –se montaron platós volantes para hurgar como el pico de las aves carroñeras en el dolor ajeno, convertido en mero espectáculo- nacieron algunas estrellas, que aún parecen colear, como el padre de una de las niñas, Miriam, el señor Fernando García.

Trolas e Íker
     El documental de Bambú Producciones es un trabajo minucioso –aquí se le dedicó una pieza alabando su interés, su rigor, y su atractivo como un producto de primer nivel de entretenimiento-, donde quedó claro que el padre de Miriam, perdido el oremus, y con la excusa de seguir investigando lo que ya estaba claro, es decir, los asesinos, dando pábulo a locas teorías conspirativas que señalaban a poderosos que ordenaron esas muertes para disfrutarlas como piezas de “snuff”, vídeos de muerte consumidas como placer sexual, inició una campaña para recoger dinero. Ganó un pastón. Pero un pastón. Bien. La otra noche, en el estreno de la nueva temporada de Cuarto Milenio, el gran dios de la impostura, del chalaneo y el misterio y su nave de chifladuras sin fronteras, don Íker Jiménez y su colega Carmen Porter, grandes amantes de la carroña y las trolas, actores de prestigio en el circo de la superchería y el invento, capaces de todo, invitaron al programa a Fernando García. Dedicar un especial al caso Alcàsser en un programa como Cuarto milenio es como crear la figura estrambótica del defensor del espectador en Sálvame, un insulto. El padre de Miriam arremetió contra el documental que lo ponía en su sitio. Los de Netflix, dijo, con malas artes, dejan que la gente piense que soy un sinvergüenza que se quedó con dinero. Vuelvo a Ramón Campos, productor de El crimen de Alcàsser emitido en la plataforma, que asegura que este señor recibió dinero que nunca declaró y no lo usó en investigar porque ya está todo investigado. Y sobre la existencia de la conspiración en la muerte de las niñas, siendo la mayor prueba la existencia de la cinta de vídeo “snuff”, Campos asegura que no existe ni jamás existió y que fue un invento para seguir tirando del carro –y así fue, sólo hay que recordar las delirantes intervenciones del padre y de su colega Juan Ignacio Blanco en el programa de Javier Sardá Crónicas marcianas-. 

Bragas a euro
     Y como Jorge Javier, Ramón Campos da el salto del despacho y se convierte en comentarista televisivo, y mirando a Íker Jiménez, de cardado impecable, y a doña Carmela Porter, de cómicos morros, les dice que lo que han hecho invitando al padre de Miriam y volviendo al crimen de Alcàsser es una irresponsabilidad, que es condenable la televisión que se hacía en los 90 del pasado siglo, y que ese Cuarto milenio fue una desvergüenza ya que abrir esa puerta de nuevo es dar pábulo al invento, la conspiración, y la duda. Es lo que tiene la televisión basura. Y como hablamos hoy de gente que va y viene de su sitio a otro sitio, transversal y líquida, hay que recibir en la nueva sección de La sexta noche a Gabriel Rufián en Peña que cocina –con Javier Peña, de la segunda edición de Top chef-. Mientras cocinaba pisto dijo que en la política española hay demasiada sal y demasiado condimento. Cocina y política se dan la mano, así que ampliamos las salidas para los políticos que sean expulsados del paraíso. ¿Veremos en MasterChef a Juan José Cortés, el padre de Mariluz, asesinada en 2008, porque el PP andaluz no lo quiere ni en pintura? ¿Y si se hace un Cuarto milenio? Qué bonito sería ver al ex diputado por Huelva de vuelta al mercadillo gritando vamos, niñas, bragas a euro, que me las quitan de las manos. Sería un viaje redondo al origen, transversal y líquido, tan de moda.


La chispa
Sin Pasapalabra
Lo más parecido a un programa de cultura que tiene Telecinco, y se lo cargan. Desde el 1 de octubre ya no existe en la cadena el programa de Christian Gálvez. No porque lo quiera la casa sino por orden fulminante del Tribunal Supremo atendiendo la denuncia de la productora británica ITV, que acusa a Telecinco de haber copiado al milímetro Pasapalabra.  Un claro perdedor, la revista de curiosidades de Pedro Piqueras.




Maldeojos. Quemando iglesias


Quemando iglesias
(Artículo publicado el sábado, 5 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     El jueves por la tarde tenía previsto un largo viaje, ese tipo de viajes que se convierten por una serie de hechos en algo muy importante, y estaba un poco nervioso, el nervio de la ilusión, con los nervios infantiles que toda aventura produce, así que lo pensé y lo hice. Me fui al chino del pueblo de al lado –en mi pueblo aún no hay chino- y compré lo necesario –gasolina, mecheros gordos, gasas esponjosas-, lo metí todo en el coche, y oh, dónde va a parar, empecé a sentirme bien –claro que en mi pueblo hay gasolina, mecha, y mecheros, pero luego, si me pillan, no puedo decir que no fui yo-. Total, que como el Valle de los Caídos, el valle en sí de aquellas tierras me pillaba lejos, me eché al monte y por mi zona y alrededores encontré sosiego a mi ansia viva. Perdí la cuenta. Pero así, sin afinar mucho, arrasé con lo que pude. Creo que diez o doce, seguro.  

      Quemé iglesias, aunque me salió una piedad desconocida y avisé –débil que en el fondo es uno- a las beatas que murmuraban arrodilladas, arrasé algunas ermitas sobre los cerros que rodean el paisaje que tanto amo procurando antes romper con piocha los brazos, la cara, el cuerpo entero de las vírgenes que sacan los catetos en la romería anual, y por supuesto entré en la casa de los curas al grito de “sal si tienes cojones” para, acobardados como ratillas acorraladas, disfrutar al verlos arder rociándolos con el resto, poco, de gasolina que me quedaba.  Eso hice en apenas unas horas cegado por la excitación de las imágenes pornográficas que pasó Antonio García Ferreras de Isabel Díaz Ayuso y su vice madrileño, Ignacio Aguado, PP y Cs, preguntándose si las iglesias arderían como en el 36. ¿En serio que estos pavos dirigen una autonomía?

Maldeojos. La hora musa


La hora musa
(Artículo publicado el jueves, 3 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
      Escucho la palabra música en televisión y me da sarpullido al instante. Escucho que en la tele dicen que veremos la actuación de un niño prodigio que canta como los ángeles y cojo las pistolas. Cuando veo a un presentador dando paso a una tipa que arrasa con su última parida en internet pido que me envíen al desierto del Sahara para que me coman las alimañas. Es ver a un puñado de contertulios –no te lo perdonaré jamás, Susanna Griso, jamás-, dedicar el precioso tiempo televisivo a la hija de la Pantoja, llamada para el mundo de la afrenta, la ignominia y el despendole Isa P., diciendo que la pájara se dedica a la música, y mis entrañas entran en estado de regurgitación y expelen bilis a cascoporro. Así que cuando La 2 estrenó el martes La hora musa mi cerebro reaccionó como el perro de Paulov porque La hora musa es nada menos que un programa de música.
     Es una broma, claro. La hora musa es, para decirlo sin adornos, el único programa, pero el único del mundo mundial de la tele española, dedicado a la música, pero a la música de verdad, con sus músicos en acción, sus baterías, sus guitarras, su piano y una voz cantante que dice letras subrayadas por unas melodías que te llegan al corazón. Presenta La hora musa la dulce Maika Makovski, y la primera entrega de la segunda temporada fue apoteósica. Pasó por el programa ZAZ, francesa que ama el español y que incendia su obra de una bellísima y conmovedora melancolía, lo llenó de elegancia irónica Kiko Veneno, el colombiano Juanes concedió entrevista, y los jóvenes de Carolina Durante, con su atrevido y doliente pop, estilo Poch, dejaron claro que juventud y estupidez no siempre van de la mano. Vean La hora musa si aman la música.


Maldeojos. Mala praxis


Mala praxis
(Artículo publicado el martes, 1 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Nada de perro no come perro, o como se diga para referirse a que alguien de un gremio, el que sea, no debe de atacar a otro alguien del mismo gremio, expresión que se usa en muchos casos en el gremio del periodismo, y así nos va, creo. Los de Todo es mentira han conseguido muchas cosas, y notables algunas. Han conseguido que Cuatro no sea el hazmerreir de la programación vespertina con chuscos programas. Todo es mentira, el programa de Risto Mejide, con una relevante Marta Flich como vice, se ha hecho notar por su apuesta por una actualidad política tratada con ironía y humor, y apelando a eso que llamamos espectadores informados, con criterio –para distinguirlos de los que su criterio los lleva a elegir otros productos, véase Mujeres y hombres o Gran Hermano. En política, los de  derechas tendrían aquí una clara razón para decir que es otro caso de “arrogancia de la izquierda y su superioridad moral”, pero no quiero liarme más-.

     El otro día, en la presentación de algo a lo que acudió Bop Pop, el brillante subdirector de Late Motiv, en #0, un reportero del programa de Cuatro, viendo que Bop se acercaba “con mi bastón y mi cojera”, le dijo, “huy, parece que andas jodido, como la izquierda española”. Bop, por supuesto, no se calló. “Pero qué clase de pregunta es esta, pero qué mierda de entradilla, ¿es que vas a usar mi cuerpo como metáfora de la política española? La cosa podía acabar ahí. Pues no. En defensa de su colega de programa salió Mejide, y la cagó. Ni caso, escribió refiriéndose al reportero Fabián Pérez, ellos hablan cuando ya te has ido, siempre han sido así de cobardes, los estupendos. Tú sigue preguntando con total libertad, buen trabajo. No, Risto, es un trabajo que avergüenza. Mal trabajo.

martes, 1 de octubre de 2019

Maldeojos. La cara de los coches


La cara de los coches
(Artículo publicado el domingo, 29 de setiembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Perdonen mi tozuda insistencia, mi pertinaz soplapollez, mi estúpida rebelión, perdonen que vuelva a lo mismo, pido disculpas por dejarme llevar por mis prejuicios, pero ciego de rabia y más tonto que un maíz, no puedo, no quiero hacer otra cosa. Me resisto a usar la palabreja, no me sale, no quiero acostumbrarme a escribir “coaches” y pronunciar con mucho bombo, solemnidad, y burricie “couch” como si fuera normal, y no, no lo es, no es normal llamar “couches” al jurado de un concurso de talentos canoros. Me da igual el tipo de concurso, de grandes, de pequeños, o de todos en la misma cama. Así que los “coaches” no pueden ser otra cosa que coches, dónde va a parar. De golpe, en apenas un par de elecciones, en apenas otra visita al monarca –papá, se ve en una foto manipulada a Felipe VI, me dijiste que cada cuatro años, pero cada dos por tres se me llena la casa con esta peña-, en apenas dos semanas la tele se ha llenado de coches diciendo sandeces de mucho calibre y haciendo unos gestos más repetidos que la letanía de Pedro Sánchez para no decir que en el fondo, con el inestimable apoyo de Pablo Iglesias, ha trabajado duro para hacer presidente a Pablo Casado, ayuda de escoba en Moncloa al guiñol  Albert Rivera, y bruja para noches de tormenta a los vaqueros de Abascal. Puestos a votar todos los años, se comenta también en redes, prefiero Eurovisión. Mientras sí es sí o no es no, Antena 3 se ha puesto hasta arriba de farsantes que se lo llevan crudo en ese tinglado comercial que lleva por nombre La voz kid. Menuda broma. No valoro a los que salen porque son niños, y no me da la gana entrar en el juego de esa loca oca, allá papá y mamá con su responsabilidad. Me quedo con los adultos y sus pantomimas, tan falsas como los nervios de David Bisbal con la mano detenida en el puto botón para elegir a los niños de su equipo, tan alucinantes como los “mi vida” de Rosarillo, la más petarda de las Flores, la más jipi de pacotilla, la de los piños encalados, en fin, que el huevón Melendi me deja hielo en la pantalla de la tele. ¿Es que alguien se cree a Eva González, que no es coche sino presentadora, en la escena detrás del cristal, con el papá y la mamá, y la abuela y quizá el hermano mayor del nene que canta por Lola Flores? Es, como dicen los políticos de los otros, un teatrillo.

Frío rencor
     La otra cadena puso el reló de la caza del distinto a la velocidad de la luz para conseguir que Got talent se estrenara el mismo día que La voz kid y hacer pupa, claro. Dice quien lo conoce que Paolo Vasile es un tipo sin piedad, un tipo frío y rencoroso, ese tipo de personas que si no te la dan a la entrada te la dan a la salida. No le va mal a Telecinco con él. Es más, le va de perlas. No hace ascos a nada, si ve que hay negocio. Como tiene que ser en una sociedad de capitalismo radical. A lo que voy. En Got talent no existe la figura del coche, en el sentido que se le da al coche en La voz kid, pero sí hay jurado tal como uno entiende que es un jurado, es decir, quien dictamina, quien decide si sigues o no sigues sobre la pista. Y también hay primeros planos con la cara de Risto Mejide, el candidato Mejide –ya se lo contaré otro día, pero así, resumida, la cosa consiste en que, tal como estoy diciendo, en Telecinco, y en La fábrica de la tele, cualquier cosa sirve para hacer caja, negocio, meter bulla, y rebajar la solemnidad de algunas cuestiones sin que les tiemble el pulso ridiculizando, parodiando, o descojonándose de las mismas sin complejos, y es cuando surgen ideas chocantes, como la de Todo es mentira, programa que  ha creado su propio partido político con intención de presentarse a las elecciones con un nombre que no deja lugar a la duda, Peor no lo haremos, o sea, el PNLH-, pues eso, que en Got talent también hay primeros planos con las cejas hirvientes de Risto, con su gesto de indiferencia o asco, con la dulce sosería de Edurne, con la cara de sardesca de Paz Padilla, con la de “pasmao” del nuevo, Dani Martínez, que no sé por qué se le relaciona con el humor cuando lo suyo siempre ha sido eso, ser “un tontaco” de libro, un sin gracia, un pesado.

El niño Errejón
     Seguro que lo saben, pero el niño del tambor ya no es el niño del tambor de hojalata de Günter Grass sino Hugo, Hugo Molina, nacido en las ascuas sin piedad de Mediaset y paseado como trofeo por la cadena después de hacer que Santi Millán, otro que pone unas caras muy estudiadas detrás de las cortinas de Got talent en planos como robados, dijera al tamborilear la criatura una pieza con olor a semana santa, “me cago en diez”, es decir, joder con el nene, no me lo puedo creer, vaya talento, o vaya “talent”, siguiendo con la nomenclatura de estos concursos, que arrinconan el español porque en inglés parece que el talento de los “kid” es menos rotundo que si dices “talent”, que es la releche. Total, que nació una estrella, otra para usar y tirar. De hecho, el chiquillo, con papá y mamá de su mano, ya se sentó junto a Emma García –aún no como hormonado de esa peste llamada Mujeres y hombres y viceversa- en Vida la vida, cita en Telecinco que recoge residuos que ella genera. Hablando de críos, y de talentos y habilidades, ha irrumpido en las últimas horas uno que lo está petando más que el Huguito del tambor en Telecinco, o que el otro chiquillo de la semana, Hugo Sánchez, esta vez en Antena 3 con una saeta. Mediaset y Atresmedia, en guerra con la pasión de Cristo. Una pone el tambor, la otra la saeta. Y Bisbal, de nuevo, el ridículo. ¿Qué virgen llevas colgada?, pregunta la Flores. Es mi Jesús Nazareno, dice el niño, ole, dice Rosario. El niño saca una estampa, la besa, mira al cielo, y empieza a hacer pucheros. Ay, corazón, mi vida, qué bonito, dice la que tiene un gato que hace ay, ay, ay. Todos corren a abrazar al chiquillo. Bisbal, inspirado, suelta un “qué bonito que te emociones con Jesús”. Es el momento en que mi cabeza explota. Del niño Íñigo Errejón, que irrumpió como un tornado, si eso, hablamos otro día y vemos a qué concurso va.

La chispa

Está viva
La tercera temporada de Estoy vivo –jueves, La 1- ha vuelto tan viva y adictiva como la primera. Una vuelta de tuerca, un apocalipsis en la trama, se llevó por delante a tres de los personajes más emblemáticos. Pero seguro que no es lo que parece. Javier Gutiérrez y el maravilloso Alejo Sauras como el Enlace entre la tierra y la realidad paralela de La Pasarela se han quedado como caras visibles de una serie emocionante y valiente.  

Maldeojos. Toy boy


Toy boy
(Artículo publicado el sábado, 28 de setiembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Málaga y provincia están en la ola de la ficción nacional. Los lunes en La 1 con Malaka –la audiencia decae, la calidad no-, Genius: Picasso, también los lunes, pero en La 2. Y los miércoles en Antena 3 con Toy boy, trama que se urde en la Costa del Sol, entre Málaga y Marbella, símbolo de lujo, despiporre, y todo tipo de excesos. Toy boy tiene muchos ingredientes para ser una serie potente. Tiene una idea buena –a un stripper le endilgan un muerto, marido de la esposa con la que trabaja como chico de compañía-, tiene unas localizaciones que te dejan lelo, hay mucho chico de gimnasio, o sea, carne fresca, sexo, hay actores eficaces y solventes, pero… Pero a pesar de esos ingredientes hay otros que lastran hasta la perplejidad el desarrollo de la idea. ¿Quién ha hecho la selección de actores y actrices? No quiero ni escudriñar en los créditos para no tener que señalar a nadie porque, lo resumo, la cagó.

     Los protagonistas son el ex futbolista Jesús Mosquera, un bombón, ese tipo de chicos que van de la dulzura a lo tórrido en cuatro milisegundos, pero como actor le falta un hervor, y María Pedraza, que es la bomba. De mala. Insisto, ¿a quién se le ocurre que esta criatura, con pinta de llevar aún la cartera del instituto plagada de fotos de artistas que admira, puede ser creíble como la abogada que defiende al acusado de asesinato? Y luego, su vocalización. También la resumo. Vocaliza con el culo. Hay escenas en las que ni dándole al botón una y otra vez consigo saber lo que dice la nena. Luego están Pedro Casablanc, infalible, pero su poli de aspecto descuidado es un tópico cansino. Y Cristina Castaño, que sabe de qué va esto. Total, Toy boy es sí pero no.