Toy boy
(Artículo publicado el sábado, 28 de setiembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Málaga y
provincia están en la ola de la ficción nacional. Los lunes en La 1 con Malaka –la audiencia decae, la calidad
no-, Genius: Picasso, también los
lunes, pero en La 2. Y los miércoles en Antena 3 con Toy boy, trama que se urde en la Costa del Sol, entre Málaga y
Marbella, símbolo de lujo, despiporre, y todo tipo de excesos. Toy boy tiene muchos ingredientes para
ser una serie potente. Tiene una idea buena –a un stripper le endilgan un
muerto, marido de la esposa con la que trabaja como chico de compañía-, tiene
unas localizaciones que te dejan lelo, hay mucho chico de gimnasio, o sea,
carne fresca, sexo, hay actores eficaces y solventes, pero… Pero a pesar de
esos ingredientes hay otros que lastran hasta la perplejidad el desarrollo de
la idea. ¿Quién ha hecho la selección de actores y actrices? No quiero ni
escudriñar en los créditos para no tener que señalar a nadie porque, lo resumo,
la cagó.
Los
protagonistas son el ex futbolista Jesús
Mosquera, un bombón, ese tipo de chicos que van de la dulzura a lo tórrido
en cuatro milisegundos, pero como actor le falta un hervor, y María Pedraza, que es la bomba. De
mala. Insisto, ¿a quién se le ocurre que esta criatura, con pinta de llevar aún
la cartera del instituto plagada de fotos de artistas que admira, puede ser
creíble como la abogada que defiende al acusado de asesinato? Y luego, su
vocalización. También la resumo. Vocaliza con el culo. Hay escenas en las que
ni dándole al botón una y otra vez consigo saber lo que dice la nena. Luego
están Pedro Casablanc, infalible,
pero su poli de aspecto descuidado es un tópico cansino. Y Cristina Castaño, que sabe de qué va esto. Total, Toy boy es sí pero no.
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