La cara de los coches
(Artículo publicado el domingo, 29 de setiembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Perdonen mi
tozuda insistencia, mi pertinaz soplapollez, mi estúpida rebelión, perdonen que
vuelva a lo mismo, pido disculpas por dejarme llevar por mis prejuicios, pero
ciego de rabia y más tonto que un maíz, no puedo, no quiero hacer otra cosa. Me
resisto a usar la palabreja, no me sale, no quiero acostumbrarme a escribir
“coaches” y pronunciar con mucho bombo, solemnidad, y burricie “couch” como si
fuera normal, y no, no lo es, no es normal llamar “couches” al jurado de un
concurso de talentos canoros. Me da igual el tipo de concurso, de grandes, de
pequeños, o de todos en la misma cama. Así que los “coaches” no pueden ser otra
cosa que coches, dónde va a parar. De golpe, en apenas un par de elecciones, en
apenas otra visita al monarca –papá, se ve en una foto manipulada a Felipe VI, me dijiste que cada cuatro
años, pero cada dos por tres se me llena la casa con esta peña-, en apenas dos
semanas la tele se ha llenado de coches diciendo sandeces de mucho calibre y
haciendo unos gestos más repetidos que la letanía de Pedro Sánchez para no decir que en el fondo, con el
inestimable apoyo de Pablo Iglesias,
ha trabajado duro para hacer presidente a Pablo
Casado, ayuda de escoba en Moncloa al guiñol Albert
Rivera, y bruja para noches de tormenta a los vaqueros de Abascal. Puestos a votar todos los
años, se comenta también en redes, prefiero Eurovisión. Mientras sí es sí o no
es no, Antena 3 se ha puesto hasta arriba de farsantes que se lo llevan crudo
en ese tinglado comercial que lleva por nombre La voz kid. Menuda broma. No valoro a los que salen porque son
niños, y no me da la gana entrar en el juego de esa loca oca, allá papá y mamá
con su responsabilidad. Me quedo con los adultos y sus pantomimas, tan falsas
como los nervios de David Bisbal con
la mano detenida en el puto botón para elegir a los niños de su equipo, tan
alucinantes como los “mi vida” de Rosarillo,
la más petarda de las Flores, la más
jipi de pacotilla, la de los piños encalados, en fin, que el huevón Melendi me deja hielo en la pantalla de
la tele. ¿Es que alguien se cree a Eva
González, que no es coche sino presentadora, en la escena detrás del
cristal, con el papá y la mamá, y la abuela y quizá el hermano mayor del nene
que canta por Lola Flores? Es, como
dicen los políticos de los otros, un teatrillo.
Frío rencor
La otra cadena
puso el reló de la caza del distinto a la velocidad de la luz para conseguir
que Got talent se estrenara el mismo
día que La voz kid y hacer pupa,
claro. Dice quien lo conoce que Paolo
Vasile es un tipo sin piedad, un tipo frío y rencoroso, ese tipo de
personas que si no te la dan a la entrada te la dan a la salida. No le va mal a
Telecinco con él. Es más, le va de perlas. No hace ascos a nada, si ve que hay
negocio. Como tiene que ser en una sociedad de capitalismo radical. A lo que
voy. En Got talent no existe la
figura del coche, en el sentido que se le da al coche en La voz kid, pero sí hay jurado tal como uno entiende que es un
jurado, es decir, quien dictamina, quien decide si sigues o no sigues sobre la
pista. Y también hay primeros planos con la cara de Risto Mejide, el candidato Mejide –ya se lo contaré otro día, pero
así, resumida, la cosa consiste en que, tal como estoy diciendo, en Telecinco,
y en La fábrica de la tele, cualquier cosa sirve para hacer caja, negocio,
meter bulla, y rebajar la solemnidad de algunas cuestiones sin que les tiemble
el pulso ridiculizando, parodiando, o descojonándose de las mismas sin
complejos, y es cuando surgen ideas chocantes, como la de Todo es mentira, programa que
ha creado su propio partido político con intención de presentarse a las
elecciones con un nombre que no deja lugar a la duda, Peor no lo haremos, o
sea, el PNLH-, pues eso, que en Got
talent también hay primeros planos con las cejas hirvientes de Risto, con
su gesto de indiferencia o asco, con la dulce sosería de Edurne, con la cara de sardesca de Paz Padilla, con la de “pasmao” del nuevo, Dani Martínez, que no sé por qué se le relaciona con el humor
cuando lo suyo siempre ha sido eso, ser “un tontaco” de libro, un sin gracia,
un pesado.
El niño Errejón
Seguro que lo
saben, pero el niño del tambor ya no es el niño del tambor de hojalata de Günter Grass sino Hugo, Hugo Molina, nacido en las ascuas sin
piedad de Mediaset y paseado como trofeo por la cadena después de hacer que Santi Millán, otro que pone unas caras
muy estudiadas detrás de las cortinas de Got
talent en planos como robados, dijera al tamborilear la criatura una pieza
con olor a semana santa, “me cago en diez”, es decir, joder con el nene, no me
lo puedo creer, vaya talento, o vaya “talent”, siguiendo con la nomenclatura de
estos concursos, que arrinconan el español porque en inglés parece que el
talento de los “kid” es menos rotundo que si dices “talent”, que es la releche.
Total, que nació una estrella, otra para usar y tirar. De hecho, el chiquillo,
con papá y mamá de su mano, ya se sentó junto a Emma García –aún no como hormonado de esa peste llamada Mujeres y hombres y viceversa- en Vida la vida, cita en Telecinco que
recoge residuos que ella genera. Hablando de críos, y de talentos y
habilidades, ha irrumpido en las últimas horas uno que lo está petando más que
el Huguito del tambor en Telecinco, o que el otro chiquillo de la semana, Hugo Sánchez, esta vez en Antena 3 con
una saeta. Mediaset y Atresmedia, en guerra con la pasión de Cristo. Una pone
el tambor, la otra la saeta. Y Bisbal, de nuevo, el ridículo. ¿Qué virgen
llevas colgada?, pregunta la Flores. Es mi Jesús Nazareno, dice el niño, ole,
dice Rosario. El niño saca una estampa, la besa, mira al cielo, y empieza a
hacer pucheros. Ay, corazón, mi vida, qué bonito, dice la que tiene un gato que
hace ay, ay, ay. Todos corren a abrazar al chiquillo. Bisbal, inspirado, suelta
un “qué bonito que te emociones con Jesús”. Es el momento en que mi cabeza
explota. Del niño Íñigo Errejón, que
irrumpió como un tornado, si eso, hablamos otro día y vemos a qué concurso va.
La chispa
Está viva
La tercera
temporada de Estoy vivo –jueves, La
1- ha vuelto tan viva y adictiva como la primera. Una vuelta de tuerca, un
apocalipsis en la trama, se llevó por delante a tres de los personajes más
emblemáticos. Pero seguro que no es lo que parece. Javier Gutiérrez y el maravilloso
Alejo Sauras como el Enlace entre la tierra y la realidad paralela de La
Pasarela se han quedado como caras visibles de una serie emocionante y
valiente.
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