Buenas ideas fallidas
Artículo publicado el domingo, 13 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
No siempre, pero
a veces pasa. Pasa que una buena idea, pensada, proyectada, vista y
desarrollada sobre el papel, cuando revive con cuerpos y almas que les dan
sentido, oh, algo pasa y ya no es tan buena. Pasa que en algún momento de la
historia de la tele, un grupo de gente vislumbró como magnífica idea, como idea
revolucionaria, escoger del montón de la calle a un puñado de anónimos, hombres
y mujeres, desconocidos entre ellos, meterlos en una casa fabricada para la
ocasión, y vigilar su convivencia con decenas de cámaras de televisión y focos
que jamás descansaran y hacer partícipe del experimento a miles, millones de
personas, que verían crecer sus incipientes amores, que serían testigos de
rencillas creadas en cuatro días, que podríamos distinguir sin dificultad al
pelota, al tocapelotas, a la dominanta, al liante, a la calientapollas, al hijo
de puta, en fin, que Gran Hermano
revolucionó los formatos televisivos y reventó en miles y miles de hogares como
una buena idea, como una excelente idea que degeneró en una peste, en una idea
fallida que sigue siendo extraordinaria en lo económico para quienes conforman
la empresa que la cobija y que, hay que decirlo, hoy es un estercolero donde
quienes entran perdieron la virginidad del concursante ingenuo en connivencia
con unos espectadores recalcitrantes que también tienen el diente retorcido y
les va el consumo de porno barato. Masterchef
fue en su día otro ejemplo de buena idea que el tiempo ha ido llevando al lado
oscuro de lo fallido. Se repite el perfil de concursantes y se repite hasta el
empacho y se desvela el truco el trabajo del jurado, que sí, en un primer
momento tenía su gracia ver como ogro a Pepe
Rodríguez, como bomboncito con picardía a Jordi Cruz, y como una que pasaba por
allí a Samanta Vallejo-Nájera, pero en el
ecosistema de la supervivencia televisiva, a golpe de guionistas, Jordi es
ahora un tío con un humor de malafollá recrecido, Samanta una estirada redicha
y Masterchef un programa que de cocina
tiene lo que Albert Rivera de tío
estable.
Toy boy
Me entero de que
Andrés Pajares tuvo su primera
experiencia sexual con 4 años, aunque habría que escribir con sólo 4 años. A
los diez tuvo su primer orgasmo, pero no un orgasmo cualquiera, no, fue un
“orgasmo telefónico” con una amiga de su madre que “confeccionaba fajas”.
Hagamos cuentas. Pajares, todo un premio Goya por la excelente ¡Ay, Carmela!”, con Carmen Maura, nació en Madrid en 1940. Es decir, el orgasmo tuvo
lugar en 1950 en una España en la que el teléfono era un objeto de lujo, caro
para una familia del montón, así que menos lobos, Caperucita. Es una idea
buena, pero creo yo que fallida por contarla como real en vez de desarrollarla
en el apartado de la ficción. Sea lo que sea, está claro que Andrés Pajares con el sexo es como el Picasso de Genius: Picasso, la serie con Antonio
Banderas –terminó la pasada semana en La 2 -en donde el malagueño es un
picha brava que tiene el pito más a mano que un pincel y, por tanto, es otro
ejemplo de buena idea –siempre lo es hablar del genio malagueño- que cuando el
guión se hace carne en la realidad de la serie algo se estropea y no acaba de
seducir. Y ahora sí, me remango y voy al meollo de esta pieza, cuya idea motriz
nació viendo Toy boy , a la que aquí
se le dedicó un apunte rápido que necesita una mirada más pormenorizada que
ejemplifica el titular, Toy boy es
una buena idea fallida. Toy boy cuenta
la historia de un chico guapo, Jesús
Mosquera, que se dedica a bailar enseñando el culo en un club para juergas
de todo tipo al que le endilgan la muerte de un hombre, el marido de su amante,
Macarena, Cristina Castaño, madura y
poderosa. El stripper dice que no es el asesino sino una víctima. Entra en la
cárcel y sale de ella a los siete años defendido por la joven abogada, y tan
joven, María Pedraza. Juntos tratan
ahora de averiguar quién hay detrás de aquel crimen. Perfecto. Suena bien. Chicos
como dioses de bronce, guapos y morbosos, excelentes localizaciones en la Costa
del Sol, en Málaga, fotografía cuidada, grandes creadores y productores como César Benítez, Emilio Pina o Rocío Martínez,
una gran empresa audiovisual, que entiende mucho de todo esto, como Atresmedia,
y actores de primera como la mentada Castaño, Pedro Casablanc, José Manuel
Seda, María Pujalte o Elisa Matilla.
Irresponsable
¿Qué pasa,
entonces? Algo se perdió en el camino que va de la oficina donde surgió la
idea, la buena idea, y su desarrollo en la pantalla, donde lo más importante
falla. Si a la cabeza pones a dos criaturas sin curtir, que se les nota la
costura de su falta de cocción, malo. Jesús
Mosquera, digo, es guapo, morboso, llena
la pantalla, pero… Podrá ser, o fue, un buen jugador de fútbol, pero no es
suficiente para defender un personaje que no es sólo cuerpo. ¿Y la abogada? Pura
insensatez. María Pedraza, a la que
le han puesto gafitas, arreglado el pelo, y faldita de monja a ver si aparenta
más edad, sólo la imagino saliendo del instituto con su carpeta repleta de
fotos de sus cantantes favoritos. Y no hay dios que la entienda, coño, no
vocaliza, no hay forma de llegar al final de sus frases porque a la mitad te
has quedado bloqueado por si es la tele, tu oído, o la nena que se perdió la
clase de vocalización. En fin, le daré una última oportunidad por si Toy boy, buena idea, no es tan fallida
como la pinto aquí. También cabe el viaje al revés con la mimbre que venimos
usando, es decir, que una idea fallida acabe en buena idea. La idea fallida es
la de la pantomima que montó Risto
Mejide y su tropa anunciando que se convertían en gallinas del patio
político con nombre explicativo, Peor no lo haremos. Si esa es la idea fallida,
¿cuál es la buena idea? Pues retirarse de la contienda. Mejide lo explica con
metralla sentimental de papá reciente, “mi proyecto más importante mide 50 centímetros
y pesa 4 kilos”. Lo de Mario Vaquerizo
diciendo a los niños de Vuelta al cole
en Telemadrid que “el feminismo me da igual” lo dejo para la columna que
dedique a los necios, a los irresponsables sin remedio.
La chispa
Zoco político
De nuevo, la
peña política, en alza, convertidos unos y otras en mercancía de zoco de plató.
Se los rifan. Si Pedro Sánchez habla con Vicente Vallés en Antena 3, el taxi
espera a Íñigo Errejón para llevarlo a las puertas de Telecinco y hacer lo
mismo mientras Pablo Iglesias se atusa la coleta para sentarse en la mesa de
Marta Flich, e incluso, el no va más, Santi Abascal habla con las hormigas con
el calzón por el suelo.
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