martes, 31 de mayo de 2016

Maldeojos. Nuestro dinero



Nuestro dinero
(Artículo publicado el sábado, 28 de mayo, en diarios de EPI PRESS)

     Este fin de semana TVE vuelve a demostrar su descaro, su desprecio por el rigor económico y su desvergüenza al trasladar a un equipo considerable a Milán para rendir pleitesía al dios fútbol, o qué puñetas, para tirarse un fin de semana de puta madre a costa de usted y de mí, que costeamos la juerga. Lo curioso, lo llamativo, lo que te deja con un ojo echando fuego y el otro pendiente de la cartera, es que ni siquiera el partido entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid lo emite La 1 sino Antena 3. Pero eso no importa. Desde Milán se hace el Telediario con Pedro Carreño al frente gracias a una decisión suya, que para eso es presentador, editor y director del noticiario de fin de semana. Con él, hasta 20 personas. Un pastizal. Pero qué leche, no lo pagan ellos. ¿Hay necesidad de semejante dispendio en una RTVE que cerró el ejercicio anterior con un déficit de más 50 millones? Y eso qué importa.

     También nos enteramos ahora de que la ultraliberal Esperanza Aguirre, esa que cree en el sagrado sector privado, en la privatización, en el libre comercio, en acogotar lo público para fortalecer el negocio individual, esa misma que va por ahí repartiendo sermones sobre la maldad del Estado y la bondad sin fisuras de la iniciativa privada, coge el dinero de las arcas públicas para apoyar causas e ideologías cercanas en forma de chiringuitos privados –chorro de euros a cuevas de ponzoña como Intereconomía- y chorros millonarios desde empresas públicas –Canal de Isabel II- a medios públicos a su servicio, como Telemadrid. Es la misma historia. Desprecio por el dinero de todos en beneficio propio con excusas desvergonzadas. O sin ellas. Porque ellos lo valen.



lunes, 30 de mayo de 2016

Maldeojos. Mota, Gigoló



Mota, gigoló
(Artículo publicado el jueves, 26 de mayo, en diarios de EPI PRESS)

No pasará a la historia de las series españolas. No es la bomba. No viene para que la recordemos como la que rompió esquemas, moldes, trincheras, la que hizo saltar por la pantalla chispazos de asombro, no es Vis a vis, para entendernos -los miércoles, Antena 3-. Hoy se estrena en La 1 El hombre de tu vida, comedia que vi en Albacete en la edición de primavera del FesTVal, esa cita anual en torno a la televisión. Aquellos días, el recién estrenado director de TVE Eladio Jareño no sabía cuándo se iba a emitir la serie. Lo hace hoy. El hombre de tu vida es la historia de una supervivencia en clave de gigoló madurito. El tal Hugo, José Mota, es un señor que pierde esposa y luego empleo, así que se queda con el culo al aire.
Pero tiene a Gloria, Malena Alterio, su cuñada, que se inventa una agencia de contactos para que Hugo acabe siendo el hombre ideal de las mujeres que engatuse. Cada semana, una. Ese es el esquema. Se deja ver. Tiene momentos divertidos, pero como el esquema es siempre el mismo, cada capítulo dependerá de la invitada –la primera es Macarena Gómez- y de la historia que la sustente.  El humor, menos mal, no tiene el tono vulgar ni chillón de otras series como La que se avecina o la extinta Gym Toni, ese dolor. La novedad de El hombre de tu vida es ver a José Mota en un registro distinto al que nos tiene acostumbrado. ¿Distinto? Es difícil no verlo en la serie sin recordar algunos de sus gestos y maneras que ya conocemos en los programas de humor, pero no chirría, se defiende bien en la ficción. Si quiere puede comprobarlo esta noche en La 1.

viernes, 27 de mayo de 2016

Maldeojos. Gooool



Gooooool
(Artículo publicado el martes, 24 de mayo, en diarios de EPI PRESS)

     Hace unos días hablaba de que la emoción del fútbol no me toca, como un témpano, era el término que usaba. El domingo, en el estadio Vicente Calderón, se celebró un encuentro estratosférico, el que decidía el ganador de la Copa del Rey. De hecho, el monarca y la monarca estaban en su palquito viendo la cosa como si no fuera con ellos. Y la cosa va con ellos. Como he dicho que las emociones del fútbol no me conmueven, o me conmueven sólo porque conmueven a las amistades, cuando en casa se sintoniza la tele con un partido de importancia, hecho insólito que se da sólo cuando hay invitados, yo me fijo en otras cosas. Me fijo en esa forma de narrar el partido que tienen los periodistas deportivos. Y me sigo partiendo de risa cada vez que escucho al locutor gritar gol, gol, goooooool, hasta quedarse sin aliento, loco y ronco. Y yo, pasmado.

      Cuando Jordi Alba –del Barça- le metió el gol al Sevilla el tipo no falló. Entró en el habitual éxtasis gutural de marras. Luego me fascinó la imagen del poder por su hieratismo inhumano, en esa equidistancia emocional con la que se maneja tanto Felipe VI como Letizia Ortiz, quizá más acusada en ella, que tiene que demostrar que sirve para el cargo, y por eso a veces vemos a la señora reina más tiesa que un ajo, coño, que parece de cartón piedra. Con el segundo gol, el de Neymar, me fijé en la reacción de los políticos del segundo escalón. Fue conmovedor el saludo entre el presidente catalán, Carles Puigdemont y Alicia Sánchez Camacho –PP-, a la que animo con ardor a que denuncie a su cirujano plástico porque cada vez la veo un poco peor, ay, esa nariz, esos labios. Ah, los héroes del fútbol, callados. Cuando habló el tal Alba… mejor me callo.

jueves, 26 de mayo de 2016

Maldeojos. Documental, género variable



Documental, género variable
(Artículo publicado el domingo, 22 de mayo, en diarios de EPI PRESS)

      A veces me dan ganas de reír, y eso que el programa –atención, se llama docurreality, o docuserie, o docudrama- es de una seriedad que pretende ser pedagógica, aleccionadora. Pero a mí me da la risa. O una pena penita muy grande, tan grande como el ridículo de la satisfecha Barei, la señora que dijo en Estocolmo, segundos después de quedarse en el puesto 22, a cuatro puestos de la última, que era la enviada de dios y que sentía “el calorcito de la gente”. Si yo fuera ese dios la metía en el horno del infierno para saber lo que es el calorcito. En el plató, apoyando el fracaso, como quien ve un cosa que nadie ha visto, Anne Igartiburu la saludaba como habría que saludar a los médicos del Hospital General de Massachusetts, que le han trasplantado a Thomas Manning, de 64 años, el pene de otro varón ya que perdió el suyo por enfermedad. Pero no, saludaron a la perdedora Barei echando al suelo la alfombra de una adulación patética, como esos jurados que animan a la niñería a seguir así, “siendo como eres, no cambies”, que te espera un futuro brutal, decía Edurne, la que perdió el pasado año, o “no te preocupes, el futuro empieza ahora”, remachaba Ruth Lorenzo, que tampoco salió a hombros en Eurovisión. Hasta Chikilicuatre, sin el juego de pies a lo Lina Morgan de Barei, logró mejor puesto. Estas escenitas patrioteras me recuerdan, por lo falsas, al programa que me refería, Centro médico. Lo emite La 1 a diario ante unos 650.000 espectadores. No importa, si el producto tuviera un mínimo de calidad. No lo tiene. Al Centro médico lo llaman docuficción, pero no es ni documental ni ficción. Eso sí, te enteras de lo que es un antavirus –provocado por el virus del antas, transmitida por los ratones de campo a través de las heces, saliva y orina-. En España se han dado sólo un par de casos, dice el actor que hace de médico, cogido del mercadillo de los jueves de los actores en formación. ¿Sólo dos casos y ya tiene su docuficción el puto virus?

El perfecto facha
Sobreactuado, con textos dichos de carrerilla a ver quién termina antes, con producción penosa, recreando un ambiente hospitalario que es puro invento, Centro médico va a ser renovado por otra temporada. La idea es recrear casos médicos reales, pero el resultado es tan estrambótico que uno no sabe si es un centro médico o una fábrica de longanizas. Cuantas más, mejor. Si los médicos y enfermeras ejecutan su papel sin credibilidad, el apartado de los que llegan tosiendo, con dolores, o con la tez demudada es para echarse a reír. ¿Malos? Sólo falta que se oiga por lo bajini la banda sonora de risas enlatadas. Al contrario, uno que va perdiéndole el respeto a la cámara, y cada vez es más natural, es don Julio Anguita, que dice que no está para mítines, que no es el baúl de la Piquer, de doña Concha Piquer, dice él, que tanto viaje y tanta plaza le vienen grandes, pero que sí está dispuesto a apoyar “la confluencia”, y por eso hará pequeños vídeos –¿Anguita Yotouber?-, concederá entrevistas, o aparecerá junto a Pablo Iglesias, el artista, joder, me has emocionado, le decía el Coletas al Califa apretando los ojos para contener las lágrimas, pero cuidando de no salirse de plano, rodeado de cámaras y flashes, su medio natural, cuando hace unos días coincidieron en Córdoba calentando el 26J. Los de La Sexta no quieren perder comba en este nuevo docudrama al que España está abocada, una cadena, y programas como Al rojo vivo, El objetivo, o La Sexta noche, culpables de la vuelta a la política de Esperanza Aguirre. Lo dijo en el documental sobre el perfecto facha, sobre el cinismo y la hipocresía, que vomitó Telecinco gracias al encuentro sideral en Tu casa es la mía entre Bertín Osborne, el amojamado campechano, y la ultraliberal, que no cree que la política tenga que ser una profesión, ole su flor, dicho por quien lleva en política desde que echó los dientes de leche, dicho por quien lleva en política más de una plaga bíblica, la mentirosa compulsiva, la que vive de lo público desde que echó el primer polvo con su marido –un tío cañón que conocí en un campeonato de golf y con quien acabé jugando yo, le dijo a Bertín, mirando desde sus ojillos chiquititos, esos ojos suyos de picarona de derechas, que son las mejores-.

Panecillo consagrado
Tampoco sé en qué tipo de documental colocar la actuación de Paco Camps, el dolido, el apesadumbrado, el compungido. Llegó con corbata negra como una víctima más del accidente del metro de Valencia a la comisión de investigación de Les Corts que trata de esclarecer lo que pasó hace 10 años. Y dijo, sin abrir los brazos como el mártir que es, que desde el minuto uno estuvo al lado de los familiares. El cielorraso no se hundió, pero dejó claro que podría ser un actor del carajo en Centro médico haciéndonos creer que es un doctor de toda la vida. Jamás recibió como presidente del gobierno valenciano a los familiares de ese terrible accidente a los que despreció, a los que se quitó de encima por la vía expeditiva de ignorarlos con un aliado incontestable, Juan Cotino, su conseller de Agricultura, un tipo siniestro al que imagino mirar con arrobo morboso al crucifijo y escupir con asco al semejante que se interpone en su santa carrera, un menda con cara de panecillo consagrado cuya sonrisa es frío veneno. Ambos celebraron ante la comisión un sainete nauseabundo, la vieja táctica política de añadir dolor al dolor bajo el género de la docuprovocación, que tan bien supo manejar Canal 9 en sus años de oprobio. Veo a Laura Ballester, colega de Levante EMV, entrar en directo en La Sexta, para recordar que el periódico, además de la gota que puso Jordi Évole y su mítico Salvados, no dejó que la llama de la justicia se apagara del todo. Como queda claro en Las primeras 48 horas, docuficción policial que recrea casos criminales, las primeras 48 horas son fundamentales. En lo del metro han pasado 10 años. A ver si al menos, de haberla, a alguien se le cae la cara de vergüenza. Eso sí que sería un caso clínico para ver en Centro médico.

La guinda
Sublime rareza
Carlos López Otín, bioquímico, catedrático en la universidad de Oviedo, eminencia en el estudio del cáncer, habla con Iñaki Gabilondo en #0, la cadena de Movistar, en una de esas sublimes rarezas de la televisión llamada Cuando yo no esté. Es una tribuna para el sosiego y la reflexión, para quedarte embobado escuchando a estas eminencias apenas conocidas fuera de su mundo que retratan el futuro de la mano de Gabilondo.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Maldeojos. Ficción/realidad



Ficción/Realidad
(Artículo publicado el sábado, 21 de mayo, en diarios de EPI PRESS)

      La familia en pleno sobre el escenario, desde la abuela, la siempre inteligente, sobria, y solvente María Galiana, al pequeñín Carlitos, al que le hemos visto salir pelos en el sexo y hasta fardar de barba en las últimas entregas, un Ricardo Gómez que más que de la tele parece de la familia, de la nuestra. Una frase de Charles Chaplin despedía el capítulo de la 17 temporada de Cuéntame -¿final de temporada y de serie?-, la más longeva de la ficción española, y más raro aún, una de las que más alto ha puesto el listón de la calidad, de la oportunidad, la serie que a veces parecía cabalgar sobre el pasado pero con un ojo adivinatorio en el presente en un equilibrio de coincidencias que daba vértigo. Con la familia en el escenario, el sueño de Inés Alcántara de estrenar una obra a teatro lleno, saludando a un público imaginario, se escuchó la voz de Carlitos, el inconfundible y también de la familia, Carlos Hipólito, recordando que “la vida es una obra de teatro que no permite ensayos… ríe, canta, llora, antes de que el telón baje y la obra termine sin aplausos”. Llena de coincidencias con la actualidad, en el capítulo final vimos a los Alcántara, al marido de Inés –el personaje de Jordi Revellón- envuelto en un delito fiscal, como los actores Ana Duato e Imanol Arias lo están estos días por lo  mismo. Sin duda, los guionistas de Cuéntame tienen el don de la oportunidad, y están tan metidos en la historia de este país que, en un alarde de prestidigitación, fulminaron los límites entre la realidad y la ficción. La productora, Ganga, publicó un mensaje en Twitter: “Esta obra no acaba aquí. Esperemos que el telón vuelva a subir”.  Eso está por ver. El día 26 lo decide TVE.