Diosas de ida y vuelta
(Artículo publicado el domingo, 22 de setiembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Sin pedos, la
vida no tiene sentido. Es una frase redonda, potente, definitoria de quien la
dice y definitiva para quien la escucha en la tele, que a veces se pone fina y
ciertas cosas no tienen cabida. ¿Quién hay detrás la frase? La misma mujer que
dijo cuando hacía uno de los programas más sucios de la tele que a ella le
gustaba mear en la ducha mientras se bañaba. Así es, Mercedes Milá. Cuando presentaba Gran Hermano era una leona que defendía su trabajo y defendía a las
criaturas que iban criando como alimento de los programas de la casa. Me
superaba. Se me cayó una grande. Para mí, Mercedes Milá simbolizaba el
periodismo sin matices, la mujer que preguntaba y preguntaba antes de que Ana Pastor, con el tiempo, pareciera
que inventaba la pólvora, dicho desde la
admiración por otra periodista que desde la televisión pública –Los desayunos de TVE- demostró que se
podía y debía hacer un periodismo vibrante, independiente de partidos, y sin
ataduras, aunque también es cierto que esta diosa –es una forma de hablar, que
el que escribe apenas tiene santones en las hornacinas de la casa- empezó a
desmoronarse con su llegada a La Sexta. No me pregunten por qué con exactitud.
Son sensaciones. Empezó a resultarme cargante, repipi, marisabidilla, retorciendo
hasta la inutilidad su empeño en repreguntar sin dejar responder, dando a
entender –insisto, sensaciones muy particulares- que lo importante no es la
respuesta sino sus preguntas, su indomable espíritu, su periodismo de
trinchera. Siempre pongo el mismo ejemplo, pero es que me parece, como los
pedos de la Milá, definitorio y definitivo. En una entrevista que Ana Pastor le
hizo a Manuela Carmena, y ante la
absurda batería de preguntas a la entonces alcaldesa de Madrid, absurda porque
no podía ser respondida por la edil, Carmena le soltó el obvio reproche de
quien no entiende qué cojones pinta allí. Una cosa te digo, Ana, vino a decir, “para
que sean realmente útiles tus preguntas, hay que esperar a que te las pueda responder”.
Impecable razonamiento.
Scott y Milá
A diosa muerta,
diosa repuesta. Pero no nos precipitemos. Vuelvo a Mercedes Milá. De la
periodista correosa que era, de repente, y para alucine general, al menos yo
aluciné al modo de Alberto Chicote,
o sea, pepinillos, una noche me la encontré en las pocilgas de Gran Hermano. Y no entendí nada. Y mucho
menos su vehemente defensa de algo que para ella era, nada menos, quizá para
darle el empaque que ocultaba su abyección, “un experimento sociológico”. Hala,
a darle leñazos. Hasta que me aburrí y me olvidé de Gran Hermano y de La Merche y sus tonterías. Luego, hace apenas
unos años, la propia se cayó del burro, entró en una depresión de caballo, y
dijo que lo de GH había sido demasiado. Sicólogos, expertos del alma,
tratamiento farmacológico, pautas para sacar de nuevo la cabeza, entrevistas
personales valientes reconociendo la situación y que, con esfuerzo y ayuda, se
puede salir, llegada a su vida de Scott, su perro, y nueva Mercedes Milá, como
una crisálida que poco a poco se desprende de su cárcel y mueve las alas para
volver a volar. Lo ha hecho en su regreso a la tele con Scott y Milá –ya lo hizo aún en plena lucha consigo misma con Convénzeme, un programa de libros en la
órbita de Mediaset, o sea, un sindiós-. Scott
y Milá, cuya segunda temporada se estrenó en Movistar el jueves pasado, es
un programa intimista, bien estructurado, educativo, de emociones, de ayuda,
como destaca Milá . Vi su Renacer,
nunca mejor dicho, la primera entrega, y me cautivó. He dicho que Scott y Milá es un programa intimista
donde Mercedes es el hilo conductor, la protagonista de la historia, la que
habla en primera persona con el científico que analiza su caca para ver
carencias de otro tipo, o con Xevi
Verdaguer, siconeuroimnunólogo –juro sobre un barril de petróleo saudí
antes de ser volado que existe una especialidad que se llama así-, y juro que
la Mercedes Milá de Scott y Milá no
es, mucho menos, la estrambótica y ridícula Samanta Villar, que de diosa en 21
días pasó a la ególatra muñeca inflable del periodismo más prostibulario.
Abajo Sobera
Si Scott y Milá para mí ha sido, como digo,
la restitución de Mercedes Milá al lugar que le corresponde en el pedestal poco
concurrido de mis preferencias televisivas, hay otros nombres que están
haciendo el mismo viaje, del pedestal al suelo, como aquella imagen del sátrapa
Sadam Husseim cayendo con estrépito
al asfalto. ¿Qué decir de Carlos Sobera,
el que dinamiza concursos con su natural simpatía o se pone amoroso como
alcahuete de First dates o sensible en
cada lamentable entrega de Volverte a ver?
Es el mismo tipo que ha prestado su imagen, por dinero, claro, para fomentar la
ludopatía en este país con un anuncio agresivo de juegos online. Hala, abajo el
dios Sobera. Eh, me dirá alguien, echa del pedestal a Jorge Javier Vázquez por la misma razón. Tirado, y no repuesto
quede el tal desde este momento. Al revés me ocurrió con Pilar García Muñiz, que hizo el camino contrario, del suelo al
cielo. Presentaba España directo, y
no la podía tragar, de nuevo por nada, por sinrazones de espectador retorcido. Hasta
que la llamaron para presentar, sin salir de La 1, el Telediario. Después de 20 años en la tele pública se ha ido a la
radio, con Herrera y los curas de la
empresa. No puedo quitarle los atributos de diosa porque no tengo la tentación
de pecar escuchando al vacuo y solemne cantamañanas. Por cierto, ¿son dioses Sánchez, Casado, Iglesias, o Rivera? No me toque los bemoles, como
dice Rufián, el ex hooligan del
Congreso, que inició su carrera como dios de los prudentes. Termino. Lo peor de
Scott y Milá es el trato que Mercedes
da al puto chucho. ¿Compartir con él una hamburguesa como si fuera tu hijo,
dejar que te lama el morro, besarle la boca? Que no, que no, eso no hay dios
que lo entienda, ni Scott ni pollinas.
La chispa
Letizia
Después de dos
días de intenso trabajo recibiendo a políticos en discordia Felipe VI y su
esposa, Letizia Ortiz, se fueron a la ópera atraídos por el “Don Carlo” de
Verdi. A ver si, como Pablo Ruiz,
responsable de Emergencias en Murcia que
se fue al teatro en plena gota fría, cesado ya, se pide que dimita el
matrimonio. Qué va. En Espejo público,
lo de Susanna Griso, destacaron que la reina pidió un imperdible para taparse
el canalillo.
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