martes, 30 de abril de 2013

Fotos sin salir de casa. Tortilla de collejas.



Tortilla de collejas

      ¿Tienes hambre?, le preguntó Isolina Cordón surgiendo de la oscuridad, como si siempre hubiera estado allí, perteneciendo a ella, sin hacer ruido, sin rostro  /…/ Paco Canales dio un repullo que le levantó la cabeza /…/ Sobre la mesa del comedor, tapada con una servilleta, quedaba la mitad de una tortilla de collejas, un picado de tomate, y una naranja. No la probó. Esas collejas no podían haber llegado a su casa más que de una forma que se le atragantaba, porque Isolina no distinguía una colleja de otra yerba, él no había salido a buscarlas desde que era un muchacho y, según sus cálculos, sólo quedaba Jacinto el Capao /…/

      La tortilla de collejas era su juventud, sus amigos con bolsas de plástico rebuscando en las tardes soleadas después de una mañana de lluvia, cuando parecían surgir brillantes y untuosas entre el trigo o en las laderas de los balates, magníficos rodales que se descubrían con gritos de alborozo y a los que se acudía con la navaja preparada para hincarla en la tierra blanda y echarlas en la bolsa con exclamaciones de codicia, Aquella tortilla de collejas era su pasado /…/

      El nombre de esta entrada es el nombre de un capítulo de mi novela La gata negra, donde se cuentan las peripecias del amor de tormenta entre los protagonistas frente a un friso de recuerdos del autor, unos exagerados, otros, inventados, casi todos con un eco a vivencias colectivas. Las collejas de la foto me recordaron a la tortilla de la novela. Esta maceta está a la entrada de la casa, una maceta que dejé ahí, vacía, esperando el buen tiempo para sembrar plantas de temporada. Cuando empezaron a brotar puntas verdes en la tierra seca pensé que era yerba. Se hizo una masa densa y me gustó. La dejé crecer. Y creció. Pero siendo yerba, era otra cosa. Son collejas, dijo mi madre. Y las he dejado, aunque ya no puedo aguantarlas más porque, como los espárragos, si suben mucho, no valen.

      ¿Que cómo se hace la tortilla? Pues como cualquier tortilla de verdura. Primero hay que limpiar las collejas a conciencia desbrozando las hojas menos tersas y quitándoles la tierra, luego se les da un hervor para que se ablanden y pierdan amargor, y se echa sal al gusto. Una vez pochadas, a la sartén, para marearlas en un generoso chorreón de aceite de oliva virgen extra. Y poco más. A mí me gusta echarle más huevos de la cuenta y dejarles el aceite de oliva porque cuando la tortilla está hecha, el aceite que no precisa se queda tiñendo el plato con un color verde que quita el sentío, mucho más si lo mojas con pan. Ah, hay quien en el aceite echa un diente de ajo muy, muy picadito. Con un picado de tomate al lado y una pieza de fruta tienes una cena de lujo, tal como le puso Isolina Cordón a Paco Canales en la ficción de arriba. 

Hasta hace nada creía que eran yerbas. Y lo son, pero comestibles, un manjar.

Fresquitas, rociadas con las últimas lloviznas, las collejas están a punto de sartén.

lunes, 29 de abril de 2013

Maldeojos. Kiko, cásame. Domingo, 28 de abril de 2013



Kiko, cásame

      Acierto. ¿Cómo no se les habría ocurrido antes? Si a mí me gustara Telecinco hasta el extremo de prescindir del resto de botones del mando porque mi mando está adiestrado y sabe que como en casa, en ningún sitio, a mí me gustaría que Telecinco me casara. Si yo siguiera su programación, y supiera que frente a Sálvame soy uno más de la familia, y que todo lo que hacen lo hacen pensando en mí, a mí me haría mucha ilusión que el padrino de mi boda fuera Kiko Matamoros. Fíjense lo que les digo, si yo viviera cada tarde pendiente de si hoy sufre Lidia Lozano o le toca a Mila Jiménez, yo daría saltos de alegría en cuanto viera entrar al salón de mi casa a Karmele Marchante con uno de sus simpáticos modelos enseñándome una carta porque, alégrese, señora, que su hijo ha sido elegido para casarse en Las bodas de Sálvame. ¿Cómo no se les habría ocurrido antes? Han acertado. Le han dado a su audiencia en el gusto, donde más disfruta, algo como el pícaro Rajoy hizo con Francisco. A los españoles no los conocerá mucho, pero al papa lo conoce al dedillo, supo darle lo que más ilusión le hacía, una camiseta de la Roja. El papa no dio saltos de alegría porque no era plan. Es el papa, coño. Pero como la audiencia de Telecinco no tiene que fingir, y si hay que reír se ríe, y si hay que llorar se llora, la abuela del afortunado nieto que se casará en Telecinco lloró de orgullo y satisfacción por la suerte del nene, aunque hijo, podías haberme avisado, que mira cómo está todo, espera, espera, que voy a quitar las cosas del perro y el delantal, nene, que tengo el delantal puesto. Nada, todo está perdonado. La audiencia de Telecinco conoce a Telecinco y se reconoce en esas cosas. Las cosas son así, y así hay que mostrarlas, que entre familia no hay secretos. Además, lo que dice una abuela no se discute. 

Esto no es un plató. Es el templo del amor


Tú ibas a llegar lejos

      Que me va a casar Kiko, mama –dígase sin tilde en la segunda a de mamá-, hostia, tú. Pero qué Kiko, hijo, pregunta la mama sorprendida en otra escena que no es la de la abuela y su delantal. Pues el de Sálvame, dice el cani, pero no el Matamoros, el otro. Ay, dios mío que me da, dice la madre con los ojos abiertos, retirándose los restos de rímel viejo y mirando ya a cámara, ya al hijo. Si es que ya lo decía yo, dice la madre, yo sabía que tú ibas a llegar a lejos. ¿Ven? Acierto. Del gordo. Las bodas de Sálvame es uno de los bombazos de Sálvame, de Telecinco, de Paolo Vasile, que ni que decir hay que degollaría a un hijo suyo si un día llegara a casa seguido por una cámara de la tele y le dijera, papa –dígase sin tilde en la segunda a de papá- que me casa Kiko, pero no el Matamoros, etc, etc. Pero Paolo Vasile, ya lo dijimos aquí porque nos lo dijo el propio Vasile, no hace la tele que a él le gusta sino la tele que le gusta a la gente. Así de bueno es Vasile. Es tan bueno que ha tirado la casa por la ventana con cuatro euros y se ha llevado las tardes del sábado a su corral. El corral de Las bodas de Sálvame es una, sí, lo digo, preciosidad. Si a mí me gustara Telecinco, a mí me gustaría tener en mi álbum de fotos del día de mi boda unas fotos así, tan chulas, con un festón de globos de colorines rodeando la plazoleta de colorines frente a la pantalla de colorines que preside un plató con tantos colorines. Lo digo como lo siento. Todo sucede en un plató, como es lógico tratándose de la tele, pero plató es una palabra que despista, casi vulgar para ceremonia tan importante. Nada de plató. Los novios se casan en el altar de Sálvame. ¿Qué me dicen? ¿A que cambia la cosa? Es más, no entran a la nave donde todo sucede. Una nave, una nave. Es el templo del amor. Bueno, bueno, bueno. Si a mí me gustara Telecinco y yo escuchara a Kiko Hernández decir que ya empieza todo, que adelante, que entremos al templo del amor, a mí se me caen las bragas de encaje o el calzoncillo que han de cortar mis amigotes, según haga de novia o de novio. Lo mismo me da.

Vamos, vamos, vamos. Ay, que me da. Ni en sueños podía imaginar algo así.


El rímel derramado

      El templo del amor, el altar. Pero ahí no acaba la cosa pecaminosa y herética. Cuando el oficiante, Kiko Hernández, dice, “yo, Kiko Hernández, presentador de Las bodas de Sálvame, y en virtud de los poderes que me confiere la audiencia de Telecinco, os declaro unidos en matrimonio, lo que Las bodas de Sálvame ha unido que no lo separe nadie”, a Rouco Varela le tiene que dar un síncope. Y más. Hasta ahora, en Las bodas de Sálvame, los novios que han pasado por el altar de ese templo no sólo han pasado de cura sino que han llegado con hijos a la fiesta. ¿Han vivido juntos, han tenido hijos, y ahora se casan en esa pantomima? Llevan razón los obispos más obispos cuando dicen que en España el anticlericalismo es radical, que el matrimonio se va a pique, que aquí no les hace caso ni dios. En fin, ahora están en época de berrea –digo los obispos, que tienen que teatralizar su martirio para conmover a las ovejas por ver si de una puta vez marcan la casilla de su empresa-, y hay que perdonárselo todo. Pero el mal ya está hecho. La gente que ve Telecinco ya ha olvidado lo de la iglesia, el cura, las fotos que valen un pastón, las flores para el santo, el cristo y la virgen, y ahora sueña con una ceremonia donde el novio puede aparecer de Elvis Presley, la novia de Marilyn, y la abuela, sin delantal, pero cojeando, apoyada en su bastón, ante Kiko Hernández. Oh, my God. También brujulea por el plató, perdón, por el templo, Carmen Alcaide, que habla con los amigotes sentados en las gradas, que recibe a los invitados. Lo que se dice un monaguillo aplicado. Si a mí me gustara Telecinco, a mí me gustaría que me casara Telecinco. Imagínense poder decirle a los nietos que me casó Kiko Hernández y tuve de madrina a Karmele Marchante en el templo del amor. Ay, qué sensible soy, coño. Es que no puedo aguantar. Ya ven, ya estoy llorando. Con lo bien que da el rímel corrido en pantalla. 

Si es que no puede ser. No se casan por la iglesia, y llegan al matrimonio con un churumbel. No nos extrañe luego que Rouco Varela y sus ultras se quejen del anticlericalismo radical. Zapatero, al paredón, que es el culpable de tooó.


La guinda                                                                                                   

La imagen
Casi lloro de emoción. Otros irían más allá acertando en las palabras hasta dar con el verbo potar. ¿Vieron la imagen sublime de Loli Cospedal, no con peineta, que para eso falta un año, qué calvario, sino con pañolón al cuello regalado por un rojo del copón, un alto mandatario del Partido Comunista Chino? Que sí, que allí son capaces de llegar a acuerdos aunque el de enfrente eche azufre por el rabo. Pero es un azufre tan, tan rico.  

Soy más tonto. Pues no que veo esta imagen y me pongo a llorar. Loli llega a acuerdos con Wang Jiarui, alto cargo del Partido Comunista Chino.


domingo, 28 de abril de 2013

Maldeojos. Escabechina. Sábado, 27 de abril de 2013



Escabechina

      La última en morir en un concurso de eso que llaman tele real, sea de convivencia o de superación, o de alto riesgo, o de yincanas imposibles, ha sido la joven Peng Jiaxuan, una china de 18 años cuando entrenaba como ayudante de Shi Xiaolong, el verdadero famoso que participaba en el concurso de trampolines. O sea, la versión amarilla de ¡Splash, famosos al agua! de Antena 3. Un día después, pero en EEUU, Nicole Eggert, estuvo a punto de hacer lo mismo al caer en plancha sobre el agua, que tiene muy mala hostia cuando se convierte en plancha de hierro. Como saben, hace unos días también moría un concursante del Supervivientes francés, Gérald Babin, que a su vez arrastró –es una hipótesis- al médico del programa, Thierry Costa, que se suicidó. Pero hay más. Un concursante de Buckwild, de MTV, al parecer un provocador retrato de una juventud  en estado de desbarre cerebral, apareció muerto en un coche junto a su tío y un amigo. 

      El joven Shain Gandee era tan popular, tan imprescindible para la productora, que han tenido que cancelar la segunda temporada. Confío en que al momento de publicar esta columna no nos enteremos de que los que queden en Gran Hermano –no sé si aún queda alguno, han salido todos, los han vuelto a meter, Mercedes Milá se lió a porrazos con el cámara en directo, inspectores sanitarios han clausurado la marranera como foco de infecciones físicas y mentales, o Telecinco ha decidido estercolar sus despachos con truños de concursante, o crear una ONG con los damnificados que pasan por sus garras-, confío, digo, en que si queda alguien allí dentro no sufra la venganza del cielo enviando su espada flamígera para exterminar lo que la audiencia no es capaz de hacer. 

Versión china del concurso de trampolín que aquí emite Antena 3

Dos especímenes de la marranera de Mercedes Milá

sábado, 27 de abril de 2013

Fotos sin salir de casa. Cuadros aparcados. Sábado, 27 de abril de 2013



Cuadros aparcados

      Si se quiere, se puede. El concepto es antiguo, y recurrente a lo largo de los tiempos. Ahora, en este tiempo de sombras, desconcierto, desesperanza y miedo, pero también de rabia, enfado y acción, el “si se quiere, se puede”, cobra nuevo impulso. Es necesario. La degradación y estafa política, el derrumbe de la credibilidad de los elegidos a nuestro servicio ha revelado su peor rostro. No están para ayudarnos sino para encogernos y atemorizarnos hasta la parálisis. Es el sueño de todo poderoso. Es una explicación simple, incluso ingenua, pero no descaminada. Atemorizados, encogidos por una salvación personal, se crea la geografía perfecta, la de erradicar la fuerza colectiva.

      Si se quiere, se puede. Es lo que han pensado un puñado de artistas. En un espacio público, ajeno al lenguaje y la dramaturgia del arte, han montado una exposición de sus obras en un aparcamiento céntrico urbano en Murcia. Allí han aparcado sus cuadros. Es tan sencilla la idea que se convierte en un auténtico revulsivo. Ni instituciones, ni subvenciones administrativas, ni capital público. Pero ahí está, siete artistas haciendo lo que quieren hacer, exponer su obra al público. Artistas de larga trayectoria, artistas con obras consolidadas y lenguajes personales, artistas de prestigio indiscutible unidos por una explosiva humildad, de esas que logran la reflexión hasta llegar a conclusiones que reventarán en el rostro de quienes lo tienen muy duro. 
 
      Si se quiere, se puede. Parking es un ejemplo. Hoy sábado, en Murcia, a 27 de abril de 2013, a las doce y media de la mañana, no se abre nada porque un aparcamiento está abierto siempre. Allí, en las paredes de ese espacio al otro lado del arte, el arte cobra un sentido distinto. Hoy no puedo estar allí. Muchos de los que lean estas líneas, tampoco. Valgan estos dibujos, desperdigados por mi casa, y ahora aparcados en el aire, como un gesto que se suma a la idea. Si se quiere, se puede.

Exponen: Manolo Belzunce, Dora Catarineu, Antonio M. Mengual, Esteban Linares, Ángel Haro, Miguel Fructuoso, y Pedro Guirao.

Comisarios: Emilio Morales y José Fermín Serrano

Dibujo de Ángel Haro. Durante nuestro viaje a Mauritania. Año 2005

Grabado de Manolo Belzunce. Durante una estancia en Asilah, Marruecos. Año 2006

Dibujo de Antonio Martínez Mengual. Realizado para ilustrar una serie de relatos míos que publicó La Opinión de Murcia.

Los tres artistas anteriores exponen en Parking. ¿Pero quién es el autor de este grabado? No, no forma parte de esta exposición. Yo creo que el autor, que ha evolucionado a otros lenguajes, ni recuerda que es suyo. Se admiten apuestas.