lunes, 31 de julio de 2017

Maldeojos. Cursilada



Cursilada
(Artículo publicado el sábado, 29 de julio, en diarios de EPI PRESS)

    Estoy convencido de que cuando sientan ante la cámara a Roberto Leal –La 1, España directo, y desde el viernes presentador de otro muermo-, y le dicen que tiene que ser divertido, el hombre hace lo que hace pretendiendo entretenernos lo mejor que puede. A mí, sin embargo, me da mucha grima cuando lo veo poner caritas, aparentar jovialidad, y marcarse unas tontunas junto a los “cupidos” Elías Torrecillas y Reichel Delgado. Todos forman parte de Hotel romántico, el nuevo fiasco de la tele pública. Se trata, en esta ola de programas de citas, de encontrar en la ciudad suiza de Davos el amor a partir de los cincuenta y pico. 12 hombres y 12 mujeres. Como dios manda, que TVE es muy suya y no quiere líos con Ignacio Arsuaga, el de Hazte Oír –el autobús se convertirá en helicóptero sobrevolando las playas españolas con un mensaje a lo pene y vulva-, que se le pone la bilis, el odio, y la mala leche de punta si oye hablar de LGTBI.

     Me pregunto si Toñi Prieto, directora de entretenimiento de TVE, da el visto bueno a estos delirios porque se entretiene de verdad, porque alguien le aprieta las clavijas para que aguante carros y carretas, o porque le sale del moño y como ella no tiene que pagar la barra libre, hala, quien venga detrás que arree. Es verdad que Hotel romántico no es un producto deleznable, pero tampoco propio de una televisión pública. Y por si fuera poco, escucho romántico en televisión y mi traductor saca el lado canalla y me redirige al único significado posible, cursi. Pero cursi con avaricia. Noche romántica, habitación romántica, cena romántica, casita romántica, música romántica, y así hasta el empacho. Hotel romántico es una castaña por donde el amor se escapa aturdido y avergonzado.

viernes, 28 de julio de 2017

Maldeojos. Calladitos



Calladitos
(Artículo publicado el jueves, 27 de julio, en diarios de EPI PRESS)

     Ni una cosa ni la otra. Y me haríais feliz, muy feliz. Ni me lo digas, ni me lo cantes. No teníamos bastante y parieron las abuelas del universo mundo. Telecinco, que machaca con saña todo lo que tenga que ver con la música, ha decidido subirse al tren de Tu cara me suena, o Tu cara no me suena todavía, le ha puesto unas gotas de pimienta con letras de “crítica social” –hay que tener el hígado de hormigón para meterse en la boca algo tan inteligente-, ha disfrazado a los concursantes como se caracteriza en Antena 3 a los que participan en su formato de imitadores, ha armado un jurado con Jorge Cadaval, Yolanda Ramos, el inevitable Santi Millán, y la estilista Cristina Rodríguez, y como estas cosas tienen que tener su presentador y todo, y Jesús Vázquez estaba sin destino después de La voz, pues hala, a presentar Me lo dices o me lo cantas.

     Un ejército de caras más o menos conocidas, casi todas en la órbita de Mediaset, unas salidas de una cloaca y otras de otra, son los 12 concursantes que cada semana aspiran a ganar la noche cantando, imitando, criticando, y siendo los más divertidos de la clase. ¿Recuerdan a La parodia nacional? Pues eso. Fue un programa, también emitido por Antena 3, en el siglo pasado, de 1993 a 1996, donde Constantino Romero presentaba las galas basadas en canciones populares a las que se les cambiaba la letra para tratar temas de actualidad. En Me lo dices o me lo cantas, así lo llama Telecinco, echan mano de famosos como Rebeca, Ken Appledorn, o David Carrillo, y de anónimos como… ¿Perdón? Si los mentados son famosos qué son los anónimos. En fin, tele del siglo XX con algarabía del XXI. Servidor los prefiere como Neruda, calladitos. Y ausentes.

miércoles, 26 de julio de 2017

Maldeojos. Chusma



Chusma
(Artículo publicado el martes, 25 de julio, en diarios de EPI PRESS)

     No tengo que ver algunas cosas para saber que sólo me producirán malestar, rabia, una cólera de mucho voltaje y, en definitiva, una indiferencia como espectador del tamaño de la trola que mañana les contará a los jueces Mariano Rajoy sobre un sopor llamado Gürtel. Si yo sé que un programa lo produce La fábrica de la tele, ya sé mucho, incluso sé demasiado. Y lo sé porque quien firma Sálvame, Sálvame de Luxe, Cámbiame, o La noria, entiende el entretenimiento en televisión desde el lado menos elegante, desde la cara más sucia y turbia, desde lo chabacano como tarjeta de presentación. Si yo sé que ese programa “nuevo” es de debate, y lo emite Telecinco, ya sé de qué puede ir Mad in Spain –prometo que se llama así, pero ni quiero saber por qué-. Si por si no supiera lo suficiente sé que ese mamarracho lo presenta Jordi González, el asunto es más claro que el cinismo adobado de desprecio por la verdad del presidente del PP.

     Pero hay más. Hay más datos para no tener que soportar horas de televisión humillante sólo sabiendo algunas cositas más de Mad in Spain –domingo-. Si te enteras de que en ese “debate” sobre actualidad, no política, se advierte, se va a debatir sobre si ser hijo de alguien con popularidad es una maldición o una bendición, es decir, sobre si a Andreíta Janeiro le espera una vida de rosas o una cruz en cada esquina, y en ese debate están la escritora Lucía Etxebarría y Cristina Fallarás, ambas feministas, y el provocador profesional Salvador Sostres, polemista a sueldo que se mete en la boca ideas que apenas caben en una cabeza de mosquito, el pescado televisivo está servido. Y podrido por añejo y visto. Lástima que no haya podido evitarle el mal trago con más antelación.

lunes, 24 de julio de 2017

Maldeojos. Andreíta



Andreíta
(Artículo publicado el domingo, 23 de julio, en diarios de EPI PRESS)

     Aquí me tienen, hablando de lo que me importa un escupitajo de borracho seminal en un puticlub de carretera, hablando de una joven de la que medio país lleva hablando sin haberla visto entera, aunque su madre, que ahora pide prudencia para su nena, lleva 18 años dándole al pico. Hablo, como saben porque estarán hasta las amígdalas, de Andrea Janeiro Esteban, que el jueves cumplió 18. Ya tenemos a otra choni absurda dando pingos por los mercados más pestilentes de la casquería barata. A partir de ahora los píxeles que ocultaban su cara para cumplir la legalidad no hay que ponerlos, es decir, que ya podemos ver la verdadera dimensión de lo que fue el polvo entre la cajera de barrio Belén Esteban y el torero Jesús Janeiro, un gañán picha loca que las preñaba a pijo bravo entre corrida y corrida.

     Tiene cojones que Sálvame, uno de los estercoleros más brillantes de la tele, que se nutre de material de desecho, que fomenta los peores valores para convivir con respeto y educación, que hace del ataque y derribo del otro su razón de ser, que convierte el dolor ajeno en espectáculo, que se ceba como un perro de presa en el más débil, se ponga un ratito estupendo, fino, exquisito y equidistante, y abra el micro a la madre de la criatura para pedir prudencia con Andreíta y se “la deje ser una niña”. Por si el esperpento fuera escaso y el cinismo un valor en alza, ahí está el director de la zahúrda, Raúl Prieto, asegurando no sólo que no sentarán a la chavala en el plató sino que no sacarán imágenes de ella en el programa, “y eso que Belén no nos ha pedido nada”. Oh, por favor, casi lloro. Emocionante, casi tanto como “Andrea, cómete el pollo, coño”.

Maldeojos. El flequillo



El flequillo
(Artículo publicado el sábado, 22 de julio, en diarios de EPI PRESS)

     Veo a Cristina Pardo presentando Al rojo vivo ocupando el trono que hasta hace unos días ocupaba su colega Antonio García Ferreras. Es el mismo día en que encuentran en el garaje de una casa de campo en Córdoba al “banquero de Aznar” con un tiro en el pecho, quizá, como se dijo, fruto de un suicidio. El programa pasa imágenes exclusivas de la llegada al instituto de medicina legal de Córdoba del cadáver de Miguel Blesa en un ataúd de serie, aséptico, de plástico duro en color gris. Se convierte, como es lógico, en la noticia del día, que fue creciendo desde el primer rumor a la certeza del estupor de algunos detalles, como el que se cuenta en el programa. El banquero altivo, arrogante, con su puntito de chulería, una especie de matón de barrio caro que se cree amo del mundo, desayunaba con el dueño de la finca hasta que se levantó de la mesa, salió del comedor, y se oyó un disparo.

     Lo cuenta Chani –el periodista Antonio Pérez Henares- dando a entender que ha consultado fuentes de privilegio. Cristina da paso a una conexión que en esta cadena parece inevitable, una condena, un suplicio, la cuota de extravagancia que la presencia de Eduardo Inda aporta a La Sexta. Sí, contesta Inda, Blesa se lo debía todo a Aznar, que lo metió a dedo en Caja Madrid. También dice que Blesa estaba bajo de ánimo porque su horizonte judicial no era muy apetecible, y que apenas podía salir a la calle porque el “hijo de puta, ladrón, sinvergüenza, chorizo” que escuchaba a su paso era una música a la que nadie se acostumbra. Cristina Pardo no sólo iguala al jefe sino que hace un periodismo sin aspavientos ni poses. La única travesura es su flequillo manierista.