jueves, 28 de febrero de 2019

Maldeojos. Vale, da igual


Vale, da igual
(Artículo publicado el martes, 26 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     La semana pasada doña Agatha Ruiz de la Prada era jurada de La mejor canción jamás cantada, y no sé por qué. Y que conste que la estrambótica diseñadora de ropa payasa ha subido puntos en la escala de mis tragaderas desde que separó su vida de Pedro José Ramírez, y tampoco sé por qué, pero así es, quizá porque una noche, en El hormiguero, se mostró menos tonta de lo que yo pensaba, menos boba, más irónica, más humana, sí, más suelta al no tener el lastre del hombre con el que había vivido hasta ahora. Eso fue lo que pensé, aunque seguro que es erróneo. Vale. Da igual. Esta semana he visto en el jurado de La mejor canción jamás contada a Manu Sáchez, un humorista que siempre me ha resultado un poquito pesado, quizá porque habla abriendo mucho las sílabas, y quizá porque su andaluz me parece siempre un poco folclórico. Vale. Da igual.

     La cosa de La mejor canción jamás cantada, los viernes, en TVE, es tratar de eso, de encontrar la mejor canción española de todos los tiempos. Esta semana se acercaron a la década del 60. El Cuéntame de Fórmula V, el La, la, la de Massiel o  La chica ye-yé de Conchita Velasco fueron cantadas por voces actuales como María Villalón, Lorena Gómez, o los rancios Los del río. Expertos opinan sobre esta o aquella canción, y sobre lo que significó en su momento, incluso se cuenta con Jaime Altozano, un auténtico e hipnótico crítico y analista musical capaz de diseccionar, contextualizar, y explicar, si se lo propone, los recovecos e influencias musicales del balido de la oveja Dolly. Vale, da igual. Pero por favor, no echen mano así porque sí de moñas que van de chistosas como el Manu ese, cuyo protagonismo es cargante. ¿El programa? Aceptable, con reparos.


lunes, 25 de febrero de 2019

Maldeojos. Carretera y manta


Carretera y manta
(Artículo publicado el domingo, 24 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     No soporto al presentador, a Paco Marhuenda no lo dejan hablar, tengo gana de entrar por televisión y machacarlo, decía una señora la noche antes de celebrarse la bonita manifestación en Madrid con señoras y señores envueltos en la bandera de España, y a quien quería machacar la gallega era a Iñaki López, el de La Sexta Noche. Cuento esta anécdota, que divirtió a un perplejo Iñaki, porque Carretera y manta, que es de lo que va hoy esta pieza, quizá sea el único programa de la cadena donde no aparezca el mártir Marhuenda, pobre. Por ahora, tampoco aparece en Carretera y manta el risa de hiena de montaña Eduardo Inda, cínico, mentiroso y responsable de un periodismo de farfolla. Nada que ver con lo que hace, lo digo una vez más, Jordi Évole. Siento mezclar en la misma idea a la noche y el día, a la enfermad y a la salud. Por cierto, hemos sabido que aquel chico que empezó a crecer para la audiencia bajo el ala de Andréu Buenafuente va amasando una fortuna considerable gracias a Salvados. La caverna de los trogloditas mediáticos se ha tirado al cuello de Évole dando a entender que “un rojo” no puede ser rico gracias a su trabajo, eso sí, la misma banda de ofendidos y escandalizados se tragan las lágrimas secas de Eduardo Zaplana en los telediarios diciendo con voz queda, voz de hombre apaleado, que él no tiene dinero en el extranjero, aunque la jueza lo pilló con el carrito del helado de unos cuantos milloncitos desperdigados y a buen recaudo por el mundo. Jordi Évole tiene un olfato especial para sacar lumbre de los témpanos de hielo, y Alfonso Guerra, zorro viejo, ahora señor y vividor, se revolvió frente al catalán como un gato panza arriba soltando chispitas de veneno helado contra su propio partido y su líder a su paso por Salvados, que brilló una vez más. ¿Estas damas chinas no estarían más monas con la boquita cerrada, dejando hacer a los nuevos y, sin que nadie tuviera que decírselo, coger carretera y manta?

Fálicos jefes
     A lo que voy. Se dice carretera y manta cuando te vas de viaje, cuando queremos dar por acabado algo, o cuando queremos echar a alguien de nuestro lado. Voy a tirar por ahí. No sé si viene a cuento o no, si encaja aquí o no, si nunca como ahora la carretera y la manta son dos cosas imposibles de casar, de castrar, de emular, de chingar, o de besar y mirar para otro sitio, no sé si viene a cuento o no y Jesús Cintora se me pondrá tenso y me dirá que qué pinta aquí, en su camión trashumante el representante en la tierra del toro de la televisión basura, corona que lleva a mucha honra Jorge Javier Vázquez, pero me da igual, rubrico, apoyo, comulgo, me identifico, me da rabia no haberlo dicho y escrito yo porque es lo que siempre barrunté y nunca acerté a describir, felicito al presentador de Sálvame, y lo que es peor, de Gran Hermano Dúo porque ha puesto en palabras, ha resumido en una frase feliz lo que yo quise decir y no acerté. Ahí va. De Pablo Casado ha dicho Jorge Javier, “me inquieta su perenne sonrisa y su dialéctica belicosa”. Perenne sonrisa y dialéctica belicosa. Me parece una definición acongojante por acertada, demoledora y porque sí, este joven pero neandertal político es inquietante. Y ahora, carretera y manta. Como ha hecho el finísimo, preparado, siempre certero Javier Ruiz, que recogió sus bártulos de Cuatro y abandonó sus informativos a la fuerza, por derrumbe programado de la propia cadena, pero lo hizo como sólo lo hacen los grandes periodistas, haciendo periodismo. Un ejemplo lo tuvo su audiencia a pocas horas de la no tan exitosa manifestación de la banderita en Madrid. En apenas unos minutos, comparando imágenes, desmontó las mentiras de la derecha sobre el número de asistentes a la cita de los tres fálicos jefes de la derecha. Sobre lo mismo, Bop Pop, mi “influencer” de cabecera, habló de la “manifachi” echándole una guinda tóxica al pavo Albert Rivera no por liarse la bandera rojigualda al cráneo sino por hacerse más tarde la foto triunfante con la bandera LGTB al lado, usándola como algunos creyentes hacen con su dios, en vano. Javier Ruiz, en su despedida, le dijo a su audiencia que él terminaba ahí, pero que siguieran buscando la información porque venían tiempos cruciales. Y se fue. Paolo Vasile le señaló la salida y le dijo, carretera y manta.

Risto te jode
     La escenita del sofá entre Risto Mejide y el hooligan Arcadi Espada el domingo pasado acabó como era de esperar, o sea, con Arcadi expulsado del plató de Chéster en cuanto el provocador profesional, que habla mirándose el ombligo y la repercusión que sus palabrotas generan, habló de las personas con síndrome de Down, a las que llama, el muy canalla, “tontas, enfermas y peores”. Este impresentable escribió un artículo en donde decía que la sociedad podría pedir cuentas a los padres de “estos enfermos” por los gastos que generan sus tratamientos. La mano de Risto, Risto te jode, más tiesa que un ajo, puso de patitas en la calle al articulista. Mi primo el de los chistes gangosos, don Arévalo, no titubeó y le dijo por Twitter, “tú eres un hijo de puta”. Hablar de Arévalo y no hacerlo de Bertín Osborne está feo. Hablemos. Bajo fajo de billetes pasó por el basural icónico de Telecinco y dijo que en política es liberal, y que votará a cualquier partido que defienda la unidad de España y, atención, este tío es un crack, que defienda “los toros y la paella”. Me meo. ¿Pero paella de verduras o de marisco? Ay, madre. A estas alturas de escrito Jesús Cintora, presentador de Carretera y manta –miércoles, La Sexta- está que echa espuma. Aún no he hablado de su programa. Me lo paga llevando al plató camión a Miguel Ángel Revilla, el cántabro, el único formato que le quedaba por visitar. Aun así, vean el programa. Son temas interesantes y bien tratados. Y seguro que no aparecerán los dientes encalados de Inda. Ya es mucho.

La guinda
Cuatro, al garete
El lunes, y van no sé cuántos intentos, estrenaba la cadena pequeña y aún más friqui que Telecinco, Cuatro al día, que presenta Carme Chaparro, y con la intención de reflotar sus mortecinas, inanes, irrelevantes tardes. Pero no, la audiencia de la cadena parece no haberse dado por aludida. Tampoco Más vale tarde, lo de Mamen Mendizábal en La Sexta su natural competidora. ¿Se va Cuatro al garete?

Maldeojos. Malú y el otro


Malú y el otro
(Artículo publicado el sábado, 22 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Menudo cachondeo se ha liado con Manual de resistencia, el libro de Pedro Sánchez. Lo de cambiar el colchón de su cama en la Moncloa -primera medida del presidente- ha sido una risa. Hasta saltó al Congreso convertido en algo que pretendía ser un chiste por Pablo Casado, que no para de reír –por cierto, ¿de qué, y tanto?-. Pues bien, resulta que ese colchón no era, como todo el mundo pensó, de Mariano Rajoy porque el pachorras, intuyendo que iría a la basura, lo donó a una ONG. La mari de la política, mari Celia Villalobos, según se llama a sí misma en Espejo público, ha definido estos tiempos como de política líquida, es decir, política insustancial, política de titular, política de fogonazo, y así parece. Abre titulares y sumarios en los noticiarios la anécdota, la representación, el teatrillo, el espíritu de El club de la comedia, que lleva tiempo instalado en la vida parlamentaria.

     Así, regañando como una madre enfadada, recriminó Ana Pastor, la presidenta de sus señorías, al diputado valenciano de Ciudadanos Toni Cantó, que realizó su discurso con tono de performance con atrezo traído de casa en sus bolsillos portando naranjas y una castaña, frutos que enseñó al respetable para despedirse con un ¡Viva España! que no se salta un galgo. Política espectáculo, de teatreros, líquida, de maris, como dice la señá Celia. Y en estas llega la cosa de la relación entre la cantante Malú –por fin sé por qué nunca me gustó- y el veleta Albert Rivera. El gran Andreu Buenafuente dijo en su monólogo en Late motiv, ¿qué será lo siguiente, Rosa y Abascal? Habrá que ver.


Maldeojos. Erecciones


Erecciones
(Artículo publicado el jueves, 21 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

      Sienta Pablo Motos en la mesa de  El hormiguero a Berto Romero, humorista, actor, y creador de la serie Mira lo que has hecho, que cuenta cómo la llegada de hijos, la locura que supone, puede hacer tambalear los cimientos de una relación. La primera temporada me la bebí en unas cuantas sesiones por divertida, ingeniosa, y por navegar en el filo de la ficción y la realidad. Para promocionar la segunda temporada, en Movistar, acudió el martes el autor “a divertirse al Hormiguero”. Y de paso, a divertirnos con él. Hablaron de caca, pedo y pis, y de erecciones, de erecciones de niño chico. Contó Berto que tiene tres críos, dos niños y una niña, y que una noche, en mitrad del salón, apareció uno de los nenes con el pito tieso. Su hermanita, al ver el prodigio, se lo tocó como se toca un instrumento de música vibrante. ¿Cómo lo haces, quiso saber la pequeña? No lo sé, me sale solo, respondió el nene, que dijo tener “un pene furioso”.
     Es difícil pasar de ese tono entrañable, tierno, familiar y maravilloso a otras erecciones de críos apenas un poco más grandes, entre siete, doce o catorce años, y que esconden un sufrimiento íntimo que se fue fraguando cuando esos niños, apenas adolescentes, y en colegios católicos, fueron toqueteados, mancillados, follados, regados con esperma de cura resabiado, profesores que desde su posición de poder, y sabiendo que la cúpula de esos colegios los iba a arropar, tuvieron que tragar esa quina que ahora, con el tiempo, escupen en un trabajo tremendo y duro, Examen de conciencia, que emite Netflix y dirige Albert Solé. Víctimas de esos depredadores con sotana dejan un testimonio desgarrador que paraliza al espectador, que intuye que lo peor sigue oculto.


miércoles, 20 de febrero de 2019

Maldeojos. El okupa, en TVE


El okupa, en TVE
(Artículo publicado el martes, 19 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     No, el okupa de san Telmo no ha viajado a Madrid, no, Bonilla el estupefacto, ese que ni en sus mejores noches de farra imaginó ser presidente andaluz, no acudió anoche al Telediario ni  respondió a las preguntas de Carlos Franganillo. Lo hizo otro luchador o, como él dice, otro resistente. Pedro Sánchez eligió la televisión pública en su primera entrevista después del anuncio de adelanto electoral. Y eligió bien. Fue una decisión acertada. Quiero pensar que lo hizo para apoyar ese servicio público de primer nivel. Como es lógico no sé si salió airoso, o si fue una entrevista de guante sedoso como las que hacía la ínclita y entregada Gloria Lomana en Antena 3 cada vez que invitaba a Mariano Rajoy o, con más ardor desbragado, al hoy guía espiritual de sus aventajados cachorros Josemari Aznar, bendito sea el señor por siempre y alabado.

     Nada de eso sé, pero intuyo que fue una buena entrevista, tocando todos los palos como hace un buen cantaor. Lo que sí sé es que acudir a TVE, la televisión pública, como no se cansa de decir Xavier Fortes a sus invitados de Los desayunos, es un guiño a RTVE, tan falta de cariño y respeto de los partidos políticos. El apodado okupa de la Moncloa por los tres jinetes de la derecha y su comparsa mediática inició así la campaña electoral que llevan iniciada sus adversarios desde el primer día de la breve legislatura. Lo que ya no tiene vuelta atrás, lo que nos espera, sí que es el gran Juego de juegos sin la eléctrica Silvia Abril –Antena 3, viernes, mal sustituto parece de Tu cara me suena-, el Grand Prix sin la capa de Ramonchu, o el Humor amarillo sin puta gracia por más que asome por la pantalla la sonrisa iracunda de Pablo Casado. Así que larga y buena vida a TVE.



Maldeojos. Arusitys 113


Arusitys, 113
(Artículo publicado el domingo, 17 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Si mis cuentas no fallan, el programa de Alfonso Arus en la temprana mañana de La Sexta lleva 113 programas. Parecen pocos, pero en este negocio no es así. Hay formatos que se quedaron en eso, en el estreno y poco más. Arusitys llegó a La Sexta en el mes de setiembre de 2018 para amenizar las mañanas de la cadena con humor. Ya hay que tener ganas de llegar al plató antes de las siete de la mañana y ponerse en modo chistoso. Así es. Arusitys enciende las luces a las siete y media y las apaga a eso de las once, cuando el testigo pasa al hombre aspa, que desde el segundo uno empieza a meter presión informativa y hace de una encuesta del CIS una bomba de relojería, de un mitin del tío del caballo un acontecimiento planetario, del último viraje a la extrema derecha de Pablo Casado, el vendedor de dentífricos, un paro cardiaco. Qué energía, Antonio, qué energía, Ferreras. Desde que se estrenó Arusitys he seguido el programa con altibajos, pero no por desinterés sino por picotear en otros gallineros a la misma hora. Lo que no falla, lo que no ha variado en estas 113 citas, es el morenazo o lo que sea que lleve en la cara el presentador, entre tostado y naranja como un Trump calvo. Si Alfonso Arús se maquilla con ese tono, ha de levantarse una hora antes para que lo embadurnen con esa plasta compacta, y si es tostado de máquina, la factura de la luz será apoteósica. Sea lo que sea, hasta Arús hace chiste con su adicción al bronceado. Fue el pasado año, en El intermedio, cuando Wyoming bromeó con esta dependencia diciendo que el catalán es negro como Luther King, a lo que Arús respondió que era más negro que el negro con su enorme sonrisa, otro de los misterios que lo enlazan con otro grande de la tele, el provecto, eterno, matusalén de la pantalla, viajero del tiempo Jordi Hurtado que, como Arús, es capaz de hablar con los dientes apretados sin dejar de sonreír. Arús, igual. No sé si en casa hará lo mismo, si con sus amigos y familiares hará lo mismo, pero en la tele sí. En cuanto se enciende el piloto rojo, Arus enciende su sonrisa y así se pasa las casi cuatro horas de programa. Que termina con agujetas en los carrillos no tengo duda. A veces me carga, la verdad, pero Arusitys es algo más que Alfonso Arús.

Goya al jinete
     El programa mezcla la parte más divertida de la política, del deporte, de la propia tele, incluso echando unas risas con programas de la competencia como Gran hermano, que tiene mogollón de razones para troncharse con las barrabasadas de sus patéticos, fatuos y necios encerrados, y por supuesto con la sopa boba que cae en el sumario con el maná de las redes sociales, de internet, donde hay vídeos de todo tipo, material que Arús lleva usando desde que en los 90 del siglo pasado presentara en Antena 3 Al ataque. De golpe aparece en pantalla Pilar Gutiérrez no en Arusitys sino en Espejo público, magacín que a veces vira y se convierte en un programa de humor tronchante. A la señora Pilar la han llamado “la mujer más franquista de España”, y de verdad que la tía tiene su chispa. Lo último que ha expelido su delirante imaginación es que ha llegado el apocalipsis y ha empezado en su casa porque en los últimos días de tormenta y viento desatado un puto pino cayó sobre ella, válgame el cielo. Para redondear el gag, la voz de Gonzalo Gans. No es una voz cualquiera. Es una voz de ultratumba, una voz no profunda sino telúrica, surgida del núcleo de la tierra, de la primera arena de la masa del planeta. Gonzalo Gans merece un aparte. Este madurito apuesto, de pelo azabache y ensortijado, fue pescado en las aguas procelosas de Intereconomía, la tele de Julio Ariza que está más a la derecha que todas las derechas que en el mundo son. Gonzalo Gans presentaba nada menos que un clásico de las tertulias zombis, El gato al agua, como lo leen. Cuando se despidió del equipo del programa para saltar a Espejo público lo hizo con un discurso emotivo que el jinete de la derecha testicular sólo podría calificar como impropio de machos, lleno de lagrimitas de monja. ¿Quién ocupa ahora su puesto en ese púlpito gatuno? Pues José Javier Esparza –ex comentarista de televisión, culto y cachondo-, la princesa de Éboli con barba cana. Arusitys tiene que estar pendiente de El gato al agua porque te montan unos circos memorables. El último, la entrega de un Goya a Santiago el reconquistador para burlarse de la gala de los premios de nuestro cine, a la que no fue invitado ningún representante de su clan. Y allí estaban en el plató gatuno tíos como castillos haciendo el teatrillo del Goya.

A banderazos
     Lo dicho, si Arusitys quiere materia dura, que mire de vez en cuando las tertulias de esta basca. No decae. El pollito Pablo Casado –felón, traidor, ególatra, ridículo, y okupa, ya saben, le dijo al “vende España” Pedro Sánchez- se queda en aprendiz comprado con lo que se dice en el plató de El gato al agua, que ha visto en la irrupción del tío del mulo el mesías verdadero que salvará a España de sus males. Arús, hurga en las tertulias de esta peña. Lo agradecerás. No falla. Tampoco Leonor Lavado, a la que descubrí ahí, en Arusitys. Imita personajes cuanto más cutres mejor. Los borda. De las cochineras de Telecinco tiene unos cuantos, y todos rozan la excelencia. En los guiones de Arusitys, como es lógico, la actualidad entra a saco filtrada por el humor. Y la manifestación de la banderita del domingo pasado en Madrid no podía escapar a esta lógica, con momentos de gloria que no se los salta ni el jinete ese. Resulta que el ingenio patrio no desfallece, y el de los gaditanos es un potro desbocado. Contaron en Arusitys que seguidores del Cádiz aprovecharon los autobuses gratis, fletados por el PP, para irse al fútbol y ver el encuentro del Cádiz contra el Alcorcón mientras Santi, Pablito y Albertito se peleaban ante el gentío por ver quién la tenía más grande –la bandera- y cómo no aparecer en la foto unos al lado de los otros. Como al Gobierno sin presupuestos de Pedrito le quedan dos telediarios, Arusytis tiene mecha para rato. Anda que con el juicio del “procés”.
La guinda
Raquel, al paro
Lo siguiente que TVE va a hacer con Lo siguiente es retirarlo de la parrilla, y será el mes próximo. ¿Conocen el programa? No me extraña. Presentado por Raquel Sánchez Silva tras el Telediario de la noche, compitiendo con El intermedio o El hormiguero, Lo siguiente no ha conectado con el público. No tiene entidad. ¿Y si TVE le echa valor y pone en su lugar Ese programa del que usted me habla –ahora en La 2-? Qué chute.

Maldeojos. La Voz laboral


La Voz laboral
(Artículo publicado el sábado, 16 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Lo he intentado, de verdad que lo he intentado. Lo intenté algunas veces cuando La Voz se emitía en Telecinco, pero no pasaba la prueba, me repelía, sentía una regurgitación a la altura del esternón que me doblaba en cuanto asomaban los piños de Rosariyo Flores diciendo ay, qué bonito cantas, o las caras de mal teatrero de David Bisbal haciendo ver que tenía una situación difícil porque no sabía si elegir al concursante o tirarse por el puente de su pueblo, en fin, que cuando enfocaban a Melendi o a la insulsa Malú yo ya no era yo ni mi casa era mi casa. Cuando el formato pasó en esta temporada a Antena 3, donde se emite con éxito de audiencia, lo intenté de nuevo tratando de lavar el prejuicio que arrastraba. Nada. Ver los fingidos titubeos de Paulina Rubio, sus labios apretados, la mano que quiere pulsar el puto botón, ver las guerritas entre Antonio Orozco y Luis Fonsi, y sus manos de nuevo temblorosas ante las tremendas dudas me supera.

     Y en estas llega La Voz laboral. Y me cautiva. La voz laboral es la parodia de ETB, la tele vasca, de La Voz en el programa Vaya semanita, que se mantiene vivo y del que a veces nos llegan momentos memorables como este. En La Voz laboral el planteamiento es claro. Los llamados “coach” –tiene perejiles el palabro tan cateto- han de elegir entre los aspirantes a un trabajo al concursante que destaque por su espíritu baboso, entregado y lameculos, por su odio a los sindicatos, por trabajar a destajo, y cobrar en b, actitudes que el jurado, con sus caritas de aprobación, valoran hasta el delirio, alegrándose una de las “coach” porque el empresario que lo ha elegido “es un artista de la evasión fiscal y de la explotación laboral”. Busquen el vídeo y disfruten.


Maldeojos.


Los Bardem
(Artículo publicado el jueves, 14 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     En Socialité, el programa de chisme extremo de Telecinco –hoy, en este país, casi todo es extremo, bronco, montuno, de gallitos de corral-, salen de caza a ver qué pillan. No les interesa la cara amable, la cosa educada. Cuando salen, olfatean víctimas y sacan de ellas su parte más fea. Una vez que caen en sus garras, malo. Dirigiendo ese cotarro de mal gusto, María Patiño, que lleva viviendo de estos sucios saraos toda una vida, y con cara de intensa. El otro día, en uno de sus reportajes, comprados a saldo, o enviados por agencias que venden esas imágenes al peso, se hicieron con uno en el que hablaba Pilar Bardem, buena pieza, no por ella sino por su hijo y su nuera Penélope Cruz, que son  inalcanzables para tribuna tan chabacana. La actriz acudió al homenaje que le dio el Círculo de Escritores Cinematográficos, que le entregó su medalla de honor.

     La cómica, de 79 años y casi otros tantos de trabajo para sacar a su familia adelante, le dijo a la agencia que a su edad no la llaman para trabajar y que cobra “una pensión de mierda”. Suficiente. Todo eso dura apenas 15 segundos, y estoy seguro de que Pilar, sin pelos en la lengua, lo soltó porque es verdad, sin edulcorar una realidad que al quedar retratada sólo pretendió denunciarla. Pero hete aquí que este Socialité, un programa de basura de primera, retorció las declaraciones, las ralentizó con drama sensacionalista, volvió a ellas una y otra vez, y saltó sobre el cuello de quien en realidad les interesa, su hijo Javier y su nuera Penélope. Y qué dijeron. Pues que cobran un pastón, que tienen millones arrollados, y que sus hijos llegan al mundo con fajos debajo del brazo… mientras la madre y abuela “pasa uno de los peores momentos de su vida”. Qué gentuza.

Maldeojos. Yo no fui


Yo no fui
(Artículo publicado el martes, 12 de febrero de 2019)

     Abrázame hasta que Pablo Casado deje de decir gilipolleces. Casado es un peligro para la estabilidad del país. Casado invita al que quiera acudir gratis a Madrid el domingo. ¿Lo pagará en A o en B? ¿Fue Vargas Llosa a la manifestación, quizá por ser el último de la filipina? Casado preside el partido de los políticos más corruptos, y Vargas Llosa paga sus impuestos en paraísos fiscales, pero a ambos les falta bandera –española- para envolverse. Decidme que lo de González, y el Guerra, y Corcuera –otro tapándose con la banderita- no es cierto. Tu coño es mi pensión. Firma, Pablo Casado-. Así de bruto, así de real, qué asco da. Yo quiero una manifestación para que el partido más corrupto de este país nos devuelva lo que nos ha robado. Viva el tonto útil. ¿Habláis de Albert Castillón, María Claver, y Carlos Cuesta?

     El tóxico Casado debería de abandonar la vida pública por salud democrática. Yo no me voy “Ni paquí ni pallá”. Esto es lo que pasa cuando los gilipollas no tienen depredador natural –se escribe sobre foto de Félix Rodríguez de la Fuente-. A veces uno elige en qué lado estar sólo viendo quiénes están en el otro. Menos banderas y más lucha obrera. Más de 46 millones de españoles no estuvieron en la manifestación contra el Gobierno en Madrid. Utilizar el nombre de España contra el adversario político es lo más ridículo y vil, una vuelta al blanco y negro. Cuando oigo llamamientos a la nación, me disfrazo de extranjero. Yo no voy ni muerta. Ahí los tienes, los tres juntos contra la sanidad y la educación públicas, contra la subida de las pensiones, o contra la libertad sexual. Esta pieza se ha escrito ordeñando las redes sociales y la tele Y ha quedado tan mona.




Maldeojos. Qué pena, Risto, qué pena


Qué pena, Risto, qué pena
(Artículo publicado el domingo, 10 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Cuando llegó Todo es mentira a Cuatro vi el estreno con un asomo de gozo, luchando conmigo mismo para combatir el prejuicio que me despierta el nombre de La fábrica de la tele, la productora del formato que, en teoría, nació para desmontar noticias falsas con el acelerador del humor, productora que también firma programas basura como Sálvame o Socialité, chuminadas de mucho octanaje donde la exageración, el amaño, y la mentira organizada en un sumario atroz y circense mantiene a su audiencia con la dosis de toxicidad suficiente para seguir pidiendo más y más. La fábrica de la tele es maestra en fabricar espectadores basura. Así que al saber que Todo es mentira es de La fábrica de la tele, negocio que es a Telecinco como Casado a Aznar, se me erizó la testuz, se me nubló la dignidad, me afilé las uñas, y casi empecé a escribir antes de ver la función, pero no, me contuve y esperé a ver qué hacía Risto Mejide y su equipo. Y juro por san Paolo Vasile, que está en el cielo abriendo las puertas del chiringuito de Mediaset, que me gustó. Pero me gustó unas horas, apenas un suspiro. La audiencia de la cadena, acostumbrada a urdiembres pestosas y gruesas como un cuesco de los tócame la flor de Gran hermano,  o de Hombres y mujeres y viceversa, miró a otros estercoleros menos irónicos, menos exigentes, con menos necesidad de al menos estar al corriente de la actualidad social, política o económica, y empezó a perder la batalla contra Zapeando, su adversario natural, al segundo encontronazo. Malo. Esta empresa lo tiene claro. Cuando un programa no tira, toma un camino. El mismo camino. Echar mano de La fábrica de la tele en todo su esplendor, haciendo lo que sabe hacer, es decir, elevar el chisme y la información gruesa a categoría de entretenimiento facilón. Y entonces llegó la claudicación alucinante de Todo es mentira. Y no porque el formato se haya metido el rabo entre las patas sino porque Risto Mejide, tan quisquilloso, tan duro, tan farruco cuando habla con sus invitados en Chester –la ministra Margarita Robles, a su paso por el programa, dice la web de la cadena, esquiva las balas de Risto- se haya bajado los gayumbos como una Sonsoles Ónega cualquiera, que hizo lo propio con su Ya es mediodía, que de anunciarse en Telecinco como un programa serio de actualidad y debate político quedó en cuanto bajó la audiencia en la mierda que es hoy, otra memez que habla con la importancia que merece con chusma como una señora ordinaria llamada Alba Carrillo y otras criaturas fabricadas por Mediaset.

Revancha de Tania
     Si en el mismo instante en que Risto Mejide y sus colegas de Todo es mentira vieron en el guión que iban a tratar la salida de Íñigo Errejón de Podemos para meterse bajo las enaguas de la abuela Manuela Carmena y Más Madrid como lo tratan Ya es mediodía o Sálvame hubieran dado un salto, hubieran abandonado en bloque el plató, y hubieran hecho una monumental peineta, Todo es mentira quizá ya no estaría en antena, pero sin duda la dignidad de la cadena, del presentador, de los colaboradores, y de la audiencia hubieran alcanzado cotas de magia catódica nunca vistas. ¿Fue así? Está claro que no. ¿Y qué hizo el Sálvame versión Todo es mentira, el Socialité de una inenarrable María Patiño versión Todo es mentira?  Por cierto, ¿es que le interesa a Socialité, esa cita con el chisme de baja catadura, la política? Me parto. Le interesa la política como al nuevo  Todo es mentira hacer de sus guiones un formato con garra e ironía. El programa de la mari Patiño se entristeció al enterarse de que la familia de Zaplana –ya libre, con sus millones a resguardo, dice la jueza- no vive su mejor momento ya que, tocada por la desgracia, no sólo tiene leucemia él sino que la misma enfermedad se le ha detectado a su mujer, Rosa Barceló, reportaje que firmó con la felicidad de un carnívoro ante un filete de vaca, Javier de Hoyos. Vuelvo al tratamiento en Todo es mentira de la salida de Errejón de Podemos. Que ha sido por despecho de Tania Sánchez –anterior pareja de Pablo Iglesias-. Esta teoría, rancia, ridícula y machista, es una afrenta para cualquier espectador con un mínimo de dignidad. Esto se va pareciendo más a Betty la fea, decían, mezclado con la venganza del Conde de Montecristo. El cavernícola del periodismo bufo ultraconservador Jiménez Losantos apunta la misma idea, que otros medios digitales, sin prestigio pero rancios como un aceite pasado, llevaron en sus titulares.

No me toque
     Por si faltaba algo en la debacle, en el derrape hacia territorios de exageración, llevando el modelo de Sálvame, que hace de la nada un mundo, una impostura, al plató de Todo es mentira, intentan hacerse las víctimas y hablan de censura. De censura política. En el estudio se ponen tensos e intensos, con caras largas, como si fuera otro show de la gran actriz Mila Jiménez en uno de sus dramáticos diálogos con el insustancial Rafa Mora, y uno de los colaboradores da paso al vídeo diciendo que Natalia Lombardo, nuestra reportera, acude a Guadalajara donde Pablo Casado visita un centro de empresarios, pero hete aquí que alguien de su equipo impide que la periodista le pregunte “porque ya habéis tenido ocasión de hacerlo en la rueda de prensa y ahora tiene una conversación privada y no es momento”, pero la intrépida reportera insistía metiéndose con el micro como una culebra entre la gente al estilo de Caiga quien caiga, aunque, viendo la escena creo que buscaba eso, que alguien la frenara, y ocurrió, y entonces vino el consabido “no me toque, yo sólo hago mi trabajo”. Bingo. Ya está. Las preguntas al líder del PP a quién le importan ya. Tienen lo que querían, como cuando hace tiempo los de Aquí hay tomate perseguían y tocaban los cojones de los famosos hasta que estos, cabreados como monas, se revolvían y se cagaban en lo más sagrado. Esa era la noticia. ¿Qué productora estaba detrás de Aquí hay tomate? Nuevo bingo. La fábrica dela tele. La misma escena, con el mismo diálogo –sólo estoy realizando mi trabajo, no me toque, no me empuje- consiguió la misma reportera cuando trató de hablar con la alcaldesa Manuela Carmena. Risto, hombre, a ver si es verdad que todo es mentira.

La guinda
¿TVE libre?
Da gusto ver por la mañana la tertulia de Xavier Fortes, que ha dado a Los desayunos de La 1 la dignidad, pluralidad, y olfato periodístico que perdió con el mamporrero del PP Sergio Martín, que en olvidada vida viva. El otro día dio la enhorabuena a Jordi Évole por su exclusiva mundial con la entrevista a Nicolás Maduro. Pues bien, la Plataforma TVE libre se indigna por ello y pide nada menos que su dimisión o cese. Qué cínicos.

Maldeojos. Testicular Reverte


Testicular Reverte
(Artículo publicado el sábado, 9 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Crece, y bien, Ese programa del que usted me habla –La 2-. Es un formato que ha conseguido tener sello propio a una hora, la de los programas que se emiten antes del plato fuerte, película o concurso,  en que la competencia es dura ya que se codea con El intermedio, El hormiguero, o el cachondo First dates. Es verdad que la audiencia no acompaña –apenas el 2%, sobre los 250.000 espectadores-, pero en este caso es lo de menos. Lo de más es que es una oferta divertida, fresca, haciendo de la actualidad, incluida la política, objeto de chanza, política y políticos que al fin dejan de ser el tabú que eran en la pública por aquello de la equidistancia, por aquello de no molestar, por aquello de que cada vez es más difícil hacer humor sin que algún capullo no sólo se sienta ofendido sino que corra al juzgado a denunciar el agravio.

     Entre los colaboradores, el gran Raúl Pérez –presenta María Gómez junto a Alberto Casado y Eva Soriano-. El imitador va incorporando personajes, y de verdad que logra niveles de hilaridad, perfección, y semejanza con el original que hay veces que lo supera ya que, si se trata de un antipático como Aznar o un fatuo como Carlos Herrera, él lo hace cercano, chispeante, atractivo. El último imitado que hemos visto en Ese programa del que usted me habla es el escritor Arturo Pérez Reverte, que convierte la compra en el supermercado en una guerra contra el turco, el moro, o vaya usted a saber, y sin dejar de contestar a sus “haters” como sólo lo hacen los muy machos, con el desparpajo que le caracteriza. A uno de ellos le dice, tecleando con potencia una máquina de escribir, que “puedes comerme los huevos por detrás”, y se queda tan pancho. A seguir.


viernes, 8 de febrero de 2019

Maldeojos. País de músicas


País de músicas
(Artículo publicado el jueves, 7 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     El martes se estrenó en La 2 uno de esos bocados exquisitos a los que nos acostumbra la cadena de vez en cuando consiguiendo que te pongas delante de la pantalla sin asomo ni de culpa ni de rabia por el tiempo tan mal perdido. Un país para escucharlo es ese tipo de programas que, de nuevo, simbolizan lo que uno entiende por servicio público, en su caso con la música como excusa. Cuando digo música quiero decir música. Es decir, no hablo de patochadas de diseño comercial encajonadas en modas que se diseñan con el único objetivo del consumo de usar y tirar, y hasta otro nuevo invento. En Un país para escucharlo –guiño al conocido Un país para comérselo donde Imanol Arias y Juan Echanove recorrían España siguiendo rutas gastronómicas-, para explicarme mejor, no tiene cabida el chinda chinda de David Bisbal o similares, o no debería.

     En el arranque de la primera entrega el tratamiento visual, potente y bello, tuvo ecos del mejor cine, con unos paisajes que recordaban a los que vimos en La isla mínima, la peli de Alberto Rodríguez. En las marismas sevillanas Ariel Rot, presentador del espacio, se encontró con Kiko Veneno, que hizo de guía para presentarnos las músicas y sonidos de la zona –otros destinos serán Granada, Murcia, o Asturias-. Y nos puso en contacto con nombres sonoros como el de Koki de Cádiz, Rosario la Tremendita, Burrito Cachimba, Tomasito de Jerez, o Raimundo Amador, es decir, creadores que nada tienen que ver con las músicas que se escuchan en programas como La voz o parecidos negocios musicales. Juan José Ponce dirige Un país para escucharlo, y sí, el gozo que sintió haciéndolo es el que este espectador sintió viéndolo, y escuchándolo, claro.


Maldeojos. Lo de Maduro


Lo de Maduro
(Artículo publicado el martes, 5 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Empiezo la casa si no por el tejado sí por un rincón lateral, quizá sin mucha importancia televisiva pero sí reveladora de un talante, de una actitud en la que, he de decirlo cuanto antes, el que escribe ha caído, aunque he procurado señalarlo. La entrevista al presidente venezolano Nicolás Maduro que emitió La Sexta en Salvados –bombazo de audiencia, más de tres millones de espectadores, entrevista de  un interés un informativo que da la vuelta al mundo- no es más que un ejercicio de blanqueo al dictador, sentenció hace días la diputada del PP Pilar Marcos, por supuesto antes de emitirse la entrevista. Con sorna de sereno agricultor respondió el director y presentador del programa, Jordi Évole. Sra. diputada del PP, ¿usted ha visto la entrevista? Espérese al domingo, la ve, y luego, si quiere, ya opina. Un saludo, escribió en Twitter. Impecable.

     Otro apunte. Leo algo sobre el currículo de la diputada. Durante 18 años fue periodista en El País. Me descoloca. ¿Una periodista, por muy política que sea, aunque sea del PP, enfadada con el trabajo de otro periodista nada complaciente que ha conseguido llegar a uno de los mandatarios de más interés informativo? Supongo, dicho lo anterior, que la diputada, al ver la entrevista a Maduro, le habrá enviado un mensaje a Évole diciéndole que por favor, por favor, admita sus disculpas, que se pasó de frenada. No sólo no se blanquea al político fanfarrón sino que la conversación fue un meticuloso puzle que iba desmontando las mentiras, chapuzas, estrategias, amenazas y goteras de su Gobierno. Este comentarista vio, Sra. diputada –impecable fotografía, y producción excelente- un espectáculo televisivo de primera magnitud. Y un ejercicio periodístico ejemplar.


Maldeojos. Samanta, Samanta, y Samanta


Samanta, Samanta, y Samanta
(Artículo publicado el domingo, 3 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Su culo lleva engordando al amparo de Mediaset, en la irrelevante Cuatro, diez años. Se dice pronto llevar diez años siendo el centro del despacho, de la productora, del barrio, de la planta de tu edificio o de la urbanización en la que vives, el centro de tu programa, el centro del mundo, y el centro del universo. Samanta Villar tiene un ego a prueba de ecuaciones, disertaciones, ilusiones, depreciaciones, eyecciones, y eyaculaciones. Sobre todo eyaculaciones. De todo tipo, a topo tren, valga lo que valga, caiga quien caiga, que ella es ELLA y sus cosas. Samanta Villar es una periodista de raza, de esa raza que hace de sí misma la noticia, el debate, la gracia, la repulsa, el sí y el no, lo bueno y lo malo. Ni que decir tengo, a estas alturas de la pieza, que Samanta Villar me supera, que no la trago, que me puede, que no es cosa personal sino medioambiental y mediopensionista, que no es cosa de ir dando voces por ahí como un loco sino de poner las cosas de esta señora en cuarentena, haga lo que haga y diga lo que diga. ¿Lo de dicho ya? Me supera. No la trago. Lleva dos programas del nuevo, pero viejísimo formato. ¿Cómo se llama? Ponga un “Samanta” donde pille, y ya lo tiene. Hasta ahora era 21 días –con Samanta-, Conexión Samanta, Samanta y…, 9 meses con Samanta, y La vida con Samanta, que es el último parto. Así que nos queda La muerte con samanta, La fiesta con Samanta, La cena con Samanta, La merienda con Samanta, Robar con Samanta, Preñarse otra vez con Samanta, o Giñar con Samanta. Centrémonos en La vida con Samanta. Con el del lunes son dos emisiones. Y me parecía mucho sin hablar de sexo, que le pirra. Ha hecho de puta, de madama, de guarrilla de películas de vídeo club barato, de adicta al dame por aquí, dame por allí, se ha vestido de bebé para hacerlo un poco más perverso, y se fue a una cita en un bar fino para conocer a un tipo que, según un experto en algoritmos, podría ser el hombre de su vida. Ella acabó afeitándolo a él y él maquillándola a ella. Y basta, dijo Samanta, que me pierdo, que tengo mi vida, y no quiero tirarla por aquello de todo por la audiencia. Fue en la semana pasada, que además retrató a parejas raras, poco frecuentes, como la de Lourdes –apenas un metro y medio, blanca- y Makhtar –cerca de dos metros, negro- o la de David y Mariana, bebés adultos amantes del pañal –a la señora Villar le pirran estas cositas-.

El pene de Carlo
     La señora Villar sabe poner caras –estudió arte dramático-, agranda los ojos, sabe hacer aspavientos sin aturdir a sus “víctimas”, hace comentarios mirando a cámara sin apenas pestañear, es, digámoslo, una maestra en esto de la comunicación sensacionalista, pero de forma torticera, es decir, dando gato por liebre, es decir, un poco teatrera, es decir, faltando a la ética periodística, es decir, fingiendo, exagerando, elevando a categoría de investigación lo que sólo es un paseo morboso por sus temas preferidos, aquellos que van del coro al caño, del pito al coño. Y llegamos al meollo de La vida con Samanta, o sea, al pene labrado en escenas de porno gay del rudo actor italiano Ruggero Freddi, seudónimo de Carlo Massi, hoy profesor de Matemáticas en la universidad La Sapienza de Roma. Y encontró oro. De sacar la flauta en el pasado y vivir de ella en tórridas pelis sin guión pero con mucho mete saca, a profesor de Análisis Matemático. Esta semana La vida con Samanta ha contado el pasado de sus invitados, sea el del pene de la estrella del porno, sea el pasado permanente en el que vive la manoseada comunidad menonita argentina, protestantes de tradición anabautista que tiene la biblia como ley, comunidad convertida en circo televisivo muy conocido por la chifladura de su forma de vida, sin electricidad, sin música, y por supuesto sin el demonio en casa que es la tele o internet. O sea, lo que hemos visto decenas de veces en reportajes más serios, rigurosos y trabajados, y sin necesidad de tragarse la presencia de Samanta. ¿No contó nada de su propio pasado la estrella del programa, la propia Samanta? Qué tontería, pues claro. Quedó monísima en el coche de sus años universitarios con el que viajó a su niñez valenciana como alumna de EGB para hacer el teatrillo de la emoción por la vuelta al colegio para repasar momentos y experiencias que han hecho que la niña de entonces sea la mujer que es hoy, menudo ego se ha fabricado la Villar.

Otra vez Andreíta
     Otro viaje al pasado esta semana ha sido la entrevista en exclusiva que le ha hecho el radiofonista José Ramón de la Morena –qué cara más rara tiene este hombre, qué ojillos de conejo tiene, qué brillo de muñeca encerada- a Mariano Rajoy, un regreso al pasado en sí mismo, para decir lo que ya sabíamos, que está feliz, que se ha adaptado a su nueva situación como un jabato, y que si se hunde el mundo, el tipo se aparta a un lado para que no lo roce y pueda seguir leyendo “prensa, pero prensa deportiva”. Eso fue en Onda Cero, pero otros medios, casi todas las teles, y sin Samanta Villar dándoles ánimo, han emprendido su particular regreso al pasado para instalare en el bucle sin fin de la tele de los noventa del siglo pasado con el caso del crimen de Miriam, Desirée y Toñi, pero ahora con el bocado en el pescuezo del chiquillo atrapado en el pozo de la Axarquía. La pornografía televisiva ejercida sobre la muerte de Julen es un espanto, un dolor, una vergüenza en la que hasta TVE, que no debiera, participa. También la semana ha testificado que hasta Belén Esteban está harta de viajar atrás, y todo el rato, hasta dar con Jesulín, del que en Telecinco llevan dando la matraca 20 años. De nuevo, la mamá de Andreíta cómete el pollo, coño, abandonó el plató de Sálvame porque “estoy harta del tema”. Jamás, pero jamás de los jamases, dos años de relación, de 1998 a 2000, han dado tanto fruto, un ir y venir sinfín al pasado, a aquella época para sacar adelante las lentejas de esta. Al final, como apunta Samanta en La vida con Samanta, la vida es la tele, y la tele es un viaje interminable al pasado. Qué lista es la puñetera.

La guinda
150.000 euros
Más o menos es lo que tiene ahorrado la actriz Anna Castillo –por Viaje al cuarto de una madre estaba nominada a mejor actriz de reparto en la gala de los Goya que anoche se celebró en Sevilla-. Ese dato tan personal no es frecuente saberlo, y mucho menos que sea la propia interesada en decirlo. La catalana visitó La resistencia, el programa de David Broncano en Cero, de Movistar, y esa sección ya es un clásico.

Maldeojos. Nutricionistas


Nutricionistas
(Artículo publicado el sábado, 2 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     No lo conocía, pero ha nacido otra estrella, Julio Basulto, y en su caso al amparo del matinal de Susana Grisso, que además de seguir machacando como una posesa sobre el asunto de la muerte de Julen tiene tiempo para hablar con Fernando Savater sobre la pérdida de su mujer en 2015,  incluso para dar pábulo a las opiniones de barra de bar del torerito Fran Rivera, que habla de genocidio en Venezuela, palabrota que el periodista Ramón Amón le afea por inexacta, incluso hay tiempo de ver al mentado asesino de herbívoros astados en un bloque de publicidad, al más puro estilo de la irremediable Paz Padilla y Joaquín Prat con los colchones, de una revista dedicada a la prensa rosa. Ha nacido una estrella, decía. Julio Basulto es nutricionista, dietista, y escritor de mantras sobre la buena comida, es decir, la más sana, gurú que predica en la misma casa de la presentadora de Espejo público, que en su hogar siguen a pie firme los consejos de este hombre que ironiza sobre quien lo ve como un talibán de la dieta.

     Por lo pronto, el azúcar es para él el nuevo demonio. Y el limón, lo peor. Nada de un trago en ayunas, que te deja los piños sin esmalte. ¿Y el jamón, qué decir del jamón y sus grasas y sus vetas y su tocinito? Que no, que es un alimento tratado, y eso es como pegarle a un padre en la cara con los calcetines sudados después de un día de trabajo en el campo bajo un sol implacable. Los de Más vale tarde también tienen su nutricionista, aunque Mamen Mendizábal, más hedonista que sufridora, se echa a veces unas risas con los consejos de Luis Alberto Zamora. Total, que como espectadores, si hiciéramos caso a los nutricionistas de la tele nos volveríamos locos. Ole los potajes de la abuela.

Maldeojos. La tele y Julen


La tele y Julen
(Artículo publicado el martes, 29 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

    El niño Julen se encontró sin vida, como todo el mundo intuía sin decir, en su sarcófago de tierra y lascas duras en el pozo de la Axarquía. Han sido unos días agónicos que otra vez han levantado las iras contra la tele. El niño fue rescatado por un equipo de muchas, muchas personas, todas con un papel fundamental, desde los sicólogos a los mineros, de los ingenieros a los camioneros, de los bomberos a la guardia civil. Incluso el niño, a día de hoy, ya fue enterrado, se han hecho vigilias, concentraciones, se han puesto en algún lugar de El Palo, barrio malagueño de pescadores, las consabidas velitas, los consabidos dibujitos con angelitos y corazones latiendo, los vecinos han llorado frente a las cámaras y se han dedicado cientos de horas al caso, al “Rescate de Julen”, una especie de directo sin fin en el que apenas pasaba nada pero todo parecía de máxima importancia. ¿Quiere decir que el caso del niño ha terminado para la televisión?

     No, ni mucho menos, es un bocado demasiado apetitoso. Cuando el perro nota carne, la dentellada es larga. Lo del viernes y sábado en Telecinco fue ejemplo de lo dicho. Por la mañana, por la tarde, y por la noche. Hasta Sálvame dejó de hablar de las “adicciones de Kiko Rivera” para convertirse en experta en sucesos. Los especiales han ido regalando a las cadenas audiencias millonarias. El de Ana Rosa Quintana superó los 4 millones, lo que a veces no hace un partido de fútbol. Así que si la audiencia pide eso, se le da. El mercado es el mercado. Y el mercado, con un poco de unte amarillo y sensacionalista, es la leche. Ahora llega la investigación, la entrevista en exclusiva a los padres, a los mineros, y a la madre que nos trajo. Pobre niño.


Maldeojos. Mala leche entre costureros


Mala leche entre costureros
(Artículo publicado el domingo, 27 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Uno, ignorante de tanto, pero inculto a rabiar en eso de la moda –y a mucha honra, me digo si pienso en el cateto Josie, el experto en trapos, guiñapos, fantoches, astracanadas, y regüeldos de provocador patético que mantiene en Zapeando una sección alucinógena porque le va al programa tanto como una mujer votando al partido del vaquero que ha empezado la reconquista de una España en descomposición-, digo que soy un inculto en eso de la moda, y que como tal me quedo con simplezas genéricas, con eso de que las modelos son fideos andantes, esqueletos de pasarela, muertas en vida, doblegadas por la tiranía de unos gustos marcados por tipos sin escrúpulos que terminan alcanzando e influyendo en mujeres que se acomplejan de sus kilos, de sus curvas –por cierto, quiero dejar aquí constancia de la labor del diseñador andaluz Alfonso Sánchez, que ganó el primer premio en Futur Adlib 2017, afincado en Ibiza, joven y con ideas potentes, con un sentido de la vanguardia emparejada a la elegancia, y que apuesta por “la revolución de las curvas, es decir, por la diversidad y la normalización de las tallas en la industria de la moda”-. Mi ignorancia en este mundo hace que me quede en lo anecdótico, en la superficie, y por eso destaco banalidades, tonterías, detalles que no hablan del trabajo de verdad, de la industria que hay detrás, del esfuerzo sesudo de tanta gente, y por eso resalto que el mundo de la moda es sólo una guerra entre modelos, que sacan rápido el cuchillo para rebanarse el cuello unas a otras. Y en estas llega Toñi Prieto, responsable de programas de entretenimiento de TVE y, sobre Maestros de la costura, que ha vuelto a La 1 como si regresara el señor del monte bajando las tablas del gran espectáculo, y dice que en esta edición hay emoción y “mala leche”. Si una responsable dice esto, es decir, destaca eso, es como cuando resumes una peli y dices que al protagonista se le ve la cuca, o sea, lo destacas porque es un cebo, un atractivo, un buen mensaje para vender el producto. Es decir, que además de la mala leche entre modelos ya sé que la moda y sus alrededores catódicos también destilan mala leche en televisión entre diseñadores. ¿O entre el jurado y los aspirantes? ¿Debe una televisión pública apostar por ese tipo de competición tan bestia? A quién le importan estas tonterías. Sólo hay que ver el apoyo  a una competición tan bestia, con tan mala leche, en Masterchef, y ahí está, tampoco nos la vamos a coger con papel de fumar. Adelante, entonces.

Todos lloran
     El primer día, el del estreno la semana pasada –hoy es la segunda entrega en vez del miércoles, que san fútbol ocupó el trono en La 1-, los concursantes se mostraban como se mostrarían los gladiadores antes de salir a la arena, cagados vivos porque sabían que uno tenía que salir de allí con las patas por delante acuchillado por el otro, siendo el otro el avinagrado Lorenzo Caprile, que con solo su presencia y sus sentencias hace temblar el mundo del alfiler. Veo a cachos la repetición –escuchar a mi madre regañar a algunos aprendices sobre cómo hay que coger la aguja para hilvanar es como tener a Caprile al lado, y acojona-, y veo cómo el jurado se va acercando a cada aspirante para comentar, apuntillar, matizar, o regañar sobre la prueba que hagan en ese momento como lo hacen los hombres de negro a los países que han de meter por la vereda de los mercados, putos gobernantes que no pasaron por las urnas pero deciden y castigan hasta la tortura como hicieron en Grecia y ahora, arrepentidos como zorras de corral, piden perdón. Es verdad que también hay un ratito para la emoción y la lágrima. Levanto un momento los ojos del libro que leo –sobre la Granada de los Reyes Católicos y el inquisidor tremebundo Cardenal Cisneros- y veo que todo el mundo lloriquea empapando sus mejillas con el maquillaje corrido cuesta abajo. María Escoté, diseñadora que forma parte del jurado, porque Lara, argentina, 41 años, dice que el trabajo que ha presentado se ha inspirado en sus vestidos y que ha usado el azul –impuesto por su padre, que no entendía que su hijo coqueteara con trapitos- y el rosa –que su madre le daba por lo bajini-, Alejandro, 38 años, malagueño, que se reconoce en esa historia –“soy gay”-, Pedro, que deja escapar unos lagrimones como cebollas, y la propia presentadora, Raquel Sánchez Silva, que se retira el agüilla emocional con un resto de tela que ha pillado por ahí.

Ni tutelas ni tutías
     Sonriendo, de pura empatía, Alejandro Gómez, conocido en la geografía de los talleres de costura como Palomo Spain, no me pregunten por qué. Es el más tímido y suave de formas pero el más chocarrero y radical vistiendo. Es un cachondo con espíritu macarra y lolailo. La otra noche llevaba sobre el hombro un puñado de colas de conejos teñidas de amarillo, un traje dorado con camisa abierta que le dejaba al aire los pelos rizados del pecho, y unos zapatos de tacón tan alto que bien podrían venirle bien al pequeño Aznar, aunque bien pensando este altivo pastor ideológico ha subido en el “nuevo PP” como la leche antes de desbordarse en el cazo donde se cuece. El PP ha vuelto, dice con arrojo de aprendiz el costurero Pablo Casado, que en el taller del rearme extremo, con hilitos y agujas del maestro Abascal, está cosiendo un traje a la medida del padre Josemari, fatuo el otro día sobre el escenario alentando a sus fieles en la convención popular para que se dejen de pamplinas o, mejor, para que el aprendiz avance sin “tutelas ni tutías” –salvo la suya-. Vamos cerrando. ¿A qué hora termina Maestros de la costura? Cerca de las dos de la madrugada, y es una putada. Es verdad que ver a una señora santiguarse ante la figura de una estatua llamada Rocío a la que pide, y no es broma, que le ayude en esta “nueva aventura, es muy gracioso, más si la señora se llama Saray y lo hace disfrazada de flamenca de cueva del Sacromonte para japoneses, es descojonante, en serio, pero ni siquiera eso justifica ese horario demencial. No me extraña que el jurado, los aprendices, y la audiencia echen sapos por la boca y críen tensión y mala leche.

La guinda
Fran y el bote
Por fin ha decidido Mediaset que Fran se lleve el bote. Fue el martes cuando se embolsó lo que en justicia se merece el asturiano, más de un millón y medio de “eurazos”, como la dirección de Pasapalabra le hacía decir cada tarde emulando sin mucho arte pero con la gracia del patoso social a Christian Gálvez. Telecinco tendrá desde ya que crear a otro personaje para que el ¡Boom! de Antena 3 no siga quitándole más audiencia.