lunes, 28 de octubre de 2019

Maldeojos. Élite


Élite
(Artículo publicado el jueves, 24 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Se estrenó la segunda temporada de Élite, una producción de Netflix que en principio parece una serie para chicos y chicas más o menos adolescentes. Cuenta no la vida del colegio elitista al que van sus protagonistas sino las relaciones que se establecen entre ellos, incluyendo a unos cuantos de “clase inferior” que tienen el privilegio de codearse con esa cremita de familias adineradas gracias a becas para pobres. Con el crimen de una chica que se atribuyó a uno de clase inferior, que formaban pareja, acabó el último capítulo de la primera tanda. La segunda trata de averiguar el verdadero culpable del crimen. La historia engancha, y la manera de contarla también. Es atrevida. No es una serie tontita para adolescentes románticos. Hay personajes muy bien construidos y muy bien defendidos.

     Digo que no es una serie al uso para niñatos. Además de un crimen hay sexo, y muy atrevido, hay incesto, hay relaciones entre “moros y cristianos”, y más, dentro del clan musulmán hay amores gay, todo un revulsivo, hay reivindicaciones sociales en defensa de la mujer, de los chicos que tienen pluma, se retrata la hipocresía, el cinismo y las corruptelas que hay detrás de algunas fortunas, y hay buenas, grandes interpretaciones, sí, como lo leen. Destaco la de Dana Paola, Lu en la serie, que sabe retratar con firme magisterio a un personaje autodestructivo y maquiavélico como parapeto a su tremenda soledad y desdicha. Y la de Omar Ayuso, y la de Mina El Hammami o la de Miguel Bernardeu. En realidad tendría que pensar quién no está a la altura de lo que requiere su personaje. Élite es trepidante. Yo me la tragué en jornadas intensivas.



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