Leonor
(Artículo publicado el sábado, 19 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
En el mismo
sitio, a la misma hora, y a la misma edad. Con 13 años. Con 13 añitos leyó ante
un público selecto en el teatro Campoamor de Oviedo el entonces príncipe Felipe su primer discurso con ocasión
de los premios que llevaban su nombre, el Príncipe de Asturias. Era 1981, y
casi me acuerdo, o algunas imágenes revolotean en mi memoria de aquel acto, o
las he fabricado como memoria cuando en realidad sólo las he visto con
posterioridad repetidas en la pantalla reproduciendo una y otra vez la voz
aflautada y temblorosa del adolescente al que vistieron con traje azul y
marcaron a raya su pelo con ricitos de oro. Un niño rancio, con imagen impropia
para un medio púber, eso sí, un adolescente al que estaban modelando para reinar,
tal como ahora hace el padre de la princesa de Asturias, Leonor, que ayer se estrenó en el mismo sitio y a la misma hora y a
la misma edad porque la maquinaria monárquica no para.
Un día antes la
niña, vestida con trapitos de elegancia tan rancia como disfrazaron al padre
hace 38 años, se bajó del coche oficial acompañada de su madre, la plebeya pero
ya reina Letizia Ortiz, estrechó
manos con soltura de banquero, sonrió con gesto lelo, como una máscara que se caería
en cuanto la chiquilla estuviera lejos del foco, una niña vigilada de cerca por
la madre, que se acercaba a ella para que no se rezagara mucho pero animándola
a hacer bien su trabajo, incluso dejándose fotografiar por el pueblo, que
alargaba sus manos para tocarlas. Los comentaristas que narraban la escena
también forman parte necesaria de la cinta de montaje. Leonor de Borbón nos remite a la Edad Media, cuando un polvo regio
te ponía al frente del Estado por la gracia de su dios.
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