La
cabra y el monte
(Artículo publicado el domingo, 22 de octubre, en diarios de EPI PRESS)
Hay que tener
valor. O, permítanme que lo diga como hay que decirlo. Hay que tener más
cojones que La 1 para darle a Carlos
Herrera un rinconcito en la pública sabiendo que le iban a llover los
guantazos. Hay que tener la testosterona del chaval virgen en amores para que
Telecinco, mientras este país vive horas de incertidumbre y algunos
compatriotas se vayan a la cama con dolor de patria, siga impasible, como si la
lluvia catalana le resbalara por su cuerpo calloso. Es tan valiente y tozuda la
cadena, es tan pasota y vehemente Paolo
Vasile, que incluso viendo que La Sexta le come terreno, una aprendiza que
aún no tiene la mayoría de edad, Telecinco sigue erre que erre. Ya lo dijo el
gurú, “nuestra televisión no tiene como objetivo cambiar al secretario general
de un partido”. O “la gente viene a Telecinco a informarse y a La Sexta a
formarse”. Pedro Piqueras, el cabeza
caliente de la rama “informativa” de la casa, es una cabra cuyo monte es
cristalino, información clínex, periodismo de consumo rápido, noticias para
entretener, curiosidades de
sala de
dentista.
Quizá la cadena hace bien contraprogramando los especiales de Antena 3 sobre el
monstruo o los monográficos de Más vale
tarde con teatros y chismes, con alaridos y cabreos de impostadas actrices
de mesa camilla. Sabe el capo que esto es pasajero porque no hay dios que
aguante tanta traca. Es más, pase lo que pase, ya hay quien padece, ojo,
“rumiación”. Como suena. El síndrome de la rumiación ha llegado, ¿para
quedarse? Oh, no. Escucho con la cabeza en blanco a una redactora irónica de Las mañanas de Cuatro hablar de
rumiación del pensamiento –sobre la situación política-, un bucle tremendo en
el que mucha gente cae y pasa noches en vela, está irascible, y vive en
permanente y desasosegante estrés. Ay, Puigdemont,
ay, Rajoy, la que habéis liado, listillos,
para tapar vuestras miserias.
El
culo de Sardá
Sin salir de Las mañanas de Cuatro, donde hacía
tiempo que no me detenía, veo que Javier
Ruiz, el presentador, ha claudicado y al final se ha dejado barbilla,
barbilla no de cabra sino de chivo, y le queda bien al jodío. Lo de Telecinco y
el terreno que va perdiendo este mes es tan clamoroso que incluso Susana Griso ha trepado al cardado
inmarcesible, intocable, marmóreo y apocalíptico, tipo el último grito de
Cristo en su Gólgota, de Ana Rosa
Quintana, con lo mirada que es para su peinado de señora congresista recién
salida de la peluquería del economato de sus señorías. Verdad verdadera es que
la matraca del sí pero no a la marcha de Cataluña es un furúnculo que le ha
salido a la pantalla, que te despiertas y está Pastor al habla con Ferreras,
que da brazadas al aire con la palma de sus manos llamando a Pastor, Pastor,
adelante, y que Pastor, móvil en mano –conectada, periodista total, informada
hasta el flequillo- seria como un ajo, habla con Ferreras. Verdad verdadera es que
comes y ahí siguen los dos, te vas a la calle, vuelves, te duchas, y no se han
ido, cenas, lees un poco, vuelves, y al filo de la media noche, coño, ahí está
todavía esta pareja hablando de Junqueras
en vez de irse a la cama y ejercer el sagrado deber del matrimonio. Hasta Javier Sardá se reveló la otra tarde en
directo. No hay legislación que ampare al tertuliano, y menos si trabaja en La
Sexta. Dice Ana Belén como la mala
entre las malas de Traición, que ya
anuncia La 1, que las ratas son las primeras en irse del barco. Sardá se
levantó la otra tarde, así, como un resorte, mientras opinaba sobre la conveniencia,
necesidad, oportunidad o no, de aplicar al artículo 155 de la Constitución en
Cataluña y le plantó a Ferreras, firmado y todo, un papel para “independizarse”
del programa. Al Periodista De Arriba a Abajo se le pararon hasta las manos.
Coño, que tengo el culo que no hay quien lo aguante, dijo Sardá con ironía pero
con la verdad por delante. No hay duda de que Xavi es otra cabra que a veces
tira al monte del espectáculo y te hace un Crónicas
marcianas en pleno Al rojo vivo.
Mora,
Inda
Eso es verdad.
Pero tampoco es normal que pongas Telecinco una tarde, la tarde en que este
país se iba al carajo –como lleva yéndose desde el 1 de este mes-, y veas la
imagen atroz de Belén Esteban
repantigada en un sofá enseñando muslo, poniendo cara como sólo las pone una ex
cajera de supermercado, pasando hasta de la pelea que tocaba esa tarde, creo
que contra Kiko Matamoros, que al
parecer, no sé si por cabra o rata, se fue del barco de Sálvame. No hay mejor cabra que Jorge Javier Vázquez, que siempre tira a su monte como el sediento
a la cerveza helada. La cabra no siempre es loca. Jorgeja ha dejado claro que
está hasta el escroto del trasiego de presentadoras que pasan cada tarde por el
muladar vespertino de Telecinco. Unas veces la horrísona Paz Padilla, otras, la calmada Corredera,
otras, la histérica María Patiño, e
incluso en ocasiones se ha visto como dueña del cortijo a Terelu, eso sí, si ha
tenido una tarde buena y no se ha quedado frita en el sofá, con la cabeza
reclinada como se vence cualquiera en el comedor de su casa. Con tanta nena
presentando lo que hasta ahora le pertenecía ha visto reducir sus ingresos porque
la publicidad directa que hacen se paga aparte. La de Cataluña es una guerra
que a Telecinco y sus mariachis les queda lejísimos. Pero ojo, colegas, el
señor Ferreras y la señora Pastor son voraces. De La Sexta a Telecinco sólo hay
un peldaño de nada, y no me extrañaría que este par de chotas del periodismo
sin fin invada el plató de Sálvame
dejando noqueada a la ex cajera, o a Rafa
Mora, al que he visto algunos días tratando de soltar sus paridas con la
misma solemnidad que hablan los colgados del avispero catalán/español, un tipo
listo este Mora, autor de “me gustan las chicas que tengan buen culo, y la que
no, que se quede en su casa”. A éste le dan cuatro clases y se come a Inda, que a su vez podría hacer carrera
en Sálvame. A ver si al final Al rojo vivo es el Sálvame de La Sexta y Vasile lleva más razón que la cabra de la
Legión. ¿Me explico, o me estoy liando?
La guinda
Se
desinfla
Tengo entendido
que Gran hermano, bastión invencible
de Telecinco, se apaga en una lenta y agónica pérdida de audiencia. Al parecer,
ni los trucos, ni los giros de guionistas en acción, ni los líos de cama, ni
las provocadas situaciones al límite desde la regiduría de este estercolero
social están haciendo espabilar a los espectadores. Bien, muy bien por Jorge Javier, cuya llegada a la
factoría ha logrado lo que parecía imposible.