Masterchef chunguito
(Artículo publicado el domingo, 20 de octubre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Los han
mantenido tanto porque daban juego. Cocinar no cocinaban mucho, pero son
graciosos y dan bien en pantalla. Algo así he leído por ahí refiriéndose a la
expulsión la semana pasada de los hermanos chungos de Masterchef, chungo, chungo. Los Salazar, don Juan y don José,
entraron al programa de cocinillas como cómicos de carreta para dar la nota,
que es lo que saben hacer. Cuanto más tontos, mejor. Cuantas más paridas
suelten, mejor. Cuantas más burradas expelan, más sube su cotización. Vamos,
que no los aguanto. Pero no de ahora. Hace tiempo que no puedo consumir ese
tipo de grasas indigestas. No me hacen gracia. Los Chunguitos, lejos. Es un
humor parecido al que mucha audiencia ve en el ridículo Mario Vaquerizo, que hace de la necedad, estulticia e ignorancia un
túmulo a lo divertido convirtiéndolas en valor, en ejemplo. Los chungos señores
de Los Chunguitos, igual. A este dúo de mequetrefes los había olvidado desde
que en los platós de la tele antigua salieran cantando aquello de Me quedo
contigo y su “si me das a elegir entre tú y la riqueza, con esa grandeza que
lleva consigo, ay, amor, me quedo contigo”, bellísima balada rumbera, de barrio
extremo y dolorido que Carlos Saura elevó
a categoría de símbolo y retrato social, con trazo nostálgico y romántico en Deprisa, deprisa. Aún me emociono
recordando la última escena de la película, cuando la chica –la alicantina Berta Socuéllamos, actriz de esta sola
peli- enamorada del chico malo, que moría en una desolada habitación, se perdía
en la noche mientras las voces del barrio en la lejanía se mezclaban con la
canción de Los chunguitos. Era la década del 80. Y se acabó. Pero con el paso
del tiempo, digo, saltaron a las teles y a los platós, “descubiertos” de nuevo
como productos de risa, como personajes de una España de palmas y flamenquito,
de artistas sin instrucción pero como grandes supervivientes. Y Telecinco, con
su gran olfato para resucitar y poner en circulación a esta peña, se tiró al
cuello de los hermanos y los puso en órbita.
La influyente
Antes pasaron
por programas “menores”, o no tanto, como El
hormiguero, que como sabemos, si se remanga, convierte a ultraderechistas que
dan miedo en ciudadanos de sonrisa educada y maneras domesticadas y a ignorantes
patanes que el espectáculo eleva a categoría de ejemplo. Pero fue Gran hermano VIP quien los lanzó a un
estrellato cuya columna vertebral fue, y es, lo ramplón, paleto, iletrado,
ignorante, programas y más programas, como Los
gipsy King, que abundaron en el mismo perfil, el de los absolutos bárbaros analfabetos.
Este bagaje es el que los ha llevado a Masterchef,
no hay otro, no hay otras razones que las de empujarlos al ridículo de la
tosquedad, vamos, al eterno y conocido tonto del pueblo. Ellos, encantados. Hay
que ganarse la vida. ¿Y el programa? Hace tiempo que me desconecté de Masterchef. No sé con exactitud cuándo dejó
de interesarme como espectador, pero quizá tuvo que ver con las ediciones
grabadas con personajes famosos, esa ridiculez llamada Masterchef celebrity, después de la normal, es decir, anónimos aficionados
a la cocina, y la infantil, o sea, Masterchef
junior. De los famosos, de las celebridades, se espera no que cocinen bien,
un detalle que se puede ir perfilando,
sino que den marcha, espectáculo, que usen sus armas profesionales para que la
pantalla se tense. Aquí la única que grita soy yo, decía la actriz Anabel Alonso como jefa del grupo azul
al actor Félix Gómez, que pedía a
sus compañeros rapidez y concentración dando voces mientras colocaba la carne
en una olla gigante, actor por el que, al parecer, Boris Izaguirre, juguetea con la posibilidad de besuquear sus
morros, tonteo que al chef Jordi Cruz
le ha provocado unos celos de cómic que acabaron en un beso labial entre chef y
concursante, hecho que dejó con los ojos como sartenes a Vicky Martín Berrocal, presentada en la web del programa como
“independiente, polifacética y emprendedora”, una mujer, escriben, de las más
respetadas e influyentes del país. ¿En serio? Ojo, que no digo que no, sólo que
se me quedan, como a ella, los ojos como dos sartenes de hacer migas.
La cocinera beata
Más aún cuando,
así, para herirme en lo más profundo como un Quim Torra que delira a tiempo completo, aparece de amarillo
canario, con su pelo tintado y ahuecado como una señora que se va de boda, el
gran Raphael, que responde a las
preguntas del chef y jurado Pepe
Rodríguez reconvertido en entrevistador, ambos sentados en una sala del
Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia para después probar un ajoblanco.
Pero aún hay más. Vuelve a los fogones del programa, como una estrella habitual,
esas que te vas tropezando a lo largo de tu puta de vida de espectador a pesar
de tu rechazo vehemente, un tal Santiago
Segura, al que le ponen un delantal rosa para el reto, tipo que encaja uno
de sus gestos comodín, suelta su parida para la ocasión, pone la mano para
cobrar, y que arda el mundo. Aspirantes, dice Pepe Rodríguez, vais a venir de
uno en uno a enseñarnos vuestros huevos. Ohhh, sueltan todos a la vez. Pero qué
huevos, quiere saber un Chunguito. En eso consiste el reto, desvela al fin el
cocinero y jurado, se trata de ver quién hace los mejores huevos que os
pidamos. Qué reto tan superoonda, suelta Boris
Izaguirre arrastrando la sílaba on hasta el infinito y más allá. Menos mal
que a Tamara Falcó, la hija beata de
la Preysler, apenas se le entiende
lo que dice, pero ahí está, en Masterchef,
como otra chunguita de libro. Las pijas son así. Y los programas de cocina que
son todo menos eso, también. Sigue así y te vas, le soltó a la “polifacética”
Vicky el jurado Jordi mirando como un mihura enfadado porque la “emprendedora”
zampa más que cocina, y esta semana, además, presentó un plato de cítricos sin
pelar siquiera la naranja. ¿Qué nombre le puso? Se llama, dijo Berrocal,
chungo, chunguito. Esta semana el invitado fue Mario Vaquerizo. O sea,
chunguito total. ¿Quién da más?
La chispa
Salvad a Christian
Ya lo han liado.
Como Pasapalabra se tuvo que retirar
de Telecinco por orden del juez, acusada la cadena de plagio, Telecinco lleva
desde el 1 de este mes estirando Sálvame
hasta el folletín nocturno de Pedro Piqueras. Ahora se ha creado una sección
dentro del programa de Jorgeja, otro concurso primo de Pasapalabra. Ligar Sálvame
a Christian Gálvez, aunque sea de refilón, siempre es una mala opción. Siempre.
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