viernes, 29 de septiembre de 2017

Maldeojos. Otro rojo



Otro rojo
(Artículo publicado el jueves, 28 de setiembre, en diarios de EPI PRESS)
     Ya hay otro color rojo en los titulares de programas de la tele. Además del clásico Al rojo vivo de Antonio García Ferreras, el hombre ventilador, el presentador de manos como aspas, el busto que hace periodismo moviendo la actualidad al ritmo del molinillo de la palma de sus manos, nos ha salido en Cuatro otro rojo, en este caso roja, La línea roja de Jesús Cintora, que vuelve a la cadena después del fiasco de Cintora a pie de calle, que duró lo que le dura un libro en la mano a un tronista de Telecinco. El martes se estrenó el eterno formato, revisado para parecer novedoso, de Moros y cristianos en versión dueto, es decir, en vez del gallinero típico, con voces disonantes y profesionales de la provocación más necia del tipo mierda pura de Salvador Sostres en un bando o de Pilar Rahola en el otro, aquí, en La línea roja, son sólo dos contendientes que miden sus gustos, por supuesto enfrentados y sin matices, sobre un tema.
      Los eternos están en el candelabro. La homosexualidad –más vieja que el aliento helado de la luna-, la tauromaquia –más trillada y cansina que la verborrea mitinera de Pablo Iglesias-, los okupas –y sus circunstancias- son motivo de enfrasque entre el que dice que el gay se puede curar, quizá con el salivazo de un dios o con el médico farsante que no tiene escrúpulos, y el que dice que aún no se ha conseguido ni la mitad de lo que se tiene que conquistar para igualar derechos entre homo y heteros. O el que defiende a muerte la muerte del astado y el que defiende a vida la vida del morlaco. Lo ya visto, lo ya escuchado, lo ya sabido pero con la pretensión de que una u otra postura crucen la línea roja del que está en sus antípodas. Ah, Jesús Cintora, elegante, como siempre.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Maldeojos. Évole



Évole
(Artículo publicado el martes, 26 de setiembre, en diarios de EPI PRESS)
     El estado de salud del joven de hermoso desaliño Salvador Sobral se agrava, y lo hace por minutos porque su corazón parece no aguantar más. La noticia sobre el estado del portugués ganador del pasado festival de Eurovisión va ocupando con lento interés el sumario de los contenidos de magacines, redes sociales, y medios en general. La voz y la canción Amar pelos dois son de las que te hacen tilín, de las que te avisan fuerte de que el milagro de la emoción se produce porque algo parecido a una descarga eléctrica te recorre desde las vísceras a la célula más alejada de tu piel. En contraposición, en la acera de enfrente del frío industrial, las respuestas que recibía Jordi Évole la noche del domingo de Carles Puigdemont, de sangre gélida y mueca helada, de convicciones pochas, de reptil cínico y acorralado.
    Van a faltar un par de Salvados para descuajaringar las altas torres de esa pamema de la derecha catalana aupada por una izquierda atroz, desnortada y estúpida que ampara un vodevil que de paso lo va destrozando todo. Ni siquiera las bobadas del inepto Mariano Rajoy ayudan en la misma dirección con tanto ahínco. Viendo Salvados comprobé una vez más que, perdonen la vulgaridad, me la sopla el “procés” y los chiriplitifláuticos de una bancada y otra. Así que termino deseando mejoría al portugués y preguntando lo que pregunta en un tuit  José Manuel de la Loma, La Opinión de Málaga, con oportuno cachondeo no exento de inquietantes consecuencias, ¿Os habéis fijado que desde que está lo del referéndum ya no ponen en la tele los anuncios de la Casa Tarradellas? Ahí lo dejo. Venga, Évole, invita ahora a Oriol Junqueras y acabas con esto en dos días.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Maldeojos. Retoquitos de orfebre



Retoquitos de orfebre
(Artículo publicado el domingo, 24 de setiembre, en diarios de EPI PRESS)

     Soy el fuego que arde tu piel, soy el agua que mata tu sed, el castillo, la torre, yo soy la espada que guarda el caudal, tú el aire que respiro yo, y la luz de la luna en el mar, la garganta que ansío mojar, que temo ahogar de amor. Lo que acaban de leer –quizá hasta le suene- es la letra de la sintonía de una de las series más violentas y sanguinarias, con visos de realidad, que se han visto y se siguen viendo. Es Narcos. Una delicia de música y letra original de Rodrigo Amarante, cantante brasileño, con el que se abre el telón del infierno, de las despiadadas venganzas, de la muerte como moneda de cambio, del crimen como herramienta de gigantescas fortunas. No me canso de escuchar esa dulce melodía, ese compás lento, esa voz sugerente que habla de la pasión en susurros. Ni todas las nuevas voces, ni ese ciego apoyo a la música que pretende hacernos colar de nuevo TVE con la inminente apertura de la academia de Operación Triunfo, donde el galán de la testosterona a borbotones Carlos Lozano da paso a Roberto Leal, sabrán emocionar una milésima parte de lo que consigue la voz mecida de Amarante en la sintonía de Narcos. Todavía no ha comenzado OT y ya tengo empacho. Es lo que nos pasa a muchos con Francisco Marhuenda, que rechazamos el original y amamos la copia que ha creado el humorista Raúl Pérez. Nos lo encontramos a todas horas y en todas las cadenas, y aún así va el tipo y se cabrea porque lo han echado de 13tv. Si la música de Narcos te engatusa y engaña porque jamás imaginarías que abre las puertas del apocalipsis, saber que la nueva temporada de La mañana de La 1, cuyas novedades se presentaron la semana pasada, incluye “estar muy pendiente de los `realities´ de la casa, Masterchef y Operación Triunfo”, te da un bajón del quince por mucho que lo diga María Casado, o justo porque lo dice ella, que volvió el lunes. Al fin.

Periodismo de hienas
     Lo digo porque la imagen de Silvia Jato dominando la escena en el plató del programa ha sido tan dura como un balazo de los criminales. La señora presenta de pie, estricta, agria, con ese puntito de altivo desprecio y evidente arrogancia, con gesto de hacer ver que aquí mando yo, quizá ayudada por ese pelo trenzado en moño alto que deja la nuca al aire como una cigüeña malhumorada. No me gusta, ya lo he escrito otras veces, sigue sin gustarme cuando la vi el otro día hablando de pamplinas impropias de una tele pública malgastando un tiempo de oro con una solemnidad insultante. Me resulta más repelente que otras caras del universo de las estiradas, y las hay que me desestabilizan. Soy así de vulnerable, amores. Toc, toc, llama Ana Rosa Quintana. Ella sabrá si por estirada o fatua, solemne o doña de corral. No sé ustedes, si es que la ven por la mañana en Telecinco dejando que el broncas Eduardo Inda –periodismo de hienas-se apodere del tiempo excretando sonidos para impedir que se escuche la opinión ajena, no sé si ustedes se han dado cuenta de que algo ha pasado en la cara de Ana Rosa. Es como si vemos a la reina de verdad, a Letizia Ortiz. Parece la de antes, la que salía en TVE con el manipulador Alfredo Urdaci –fastidia, señora mía, que ni una reina pueda borrar vídeos, wikipedias, fotos, en fin, el pasado para que no quede constancia tan chunga-, pero no es la misma. La cara de hoy ha pasado por todos los talleres para que los orfebres hayan dado con la imagen actual. Pues con Ana Rosa, igual. Es la misma, pero con las mejillas infladas, el acordeón arrugado de su cuello como estirado, y sus ojeras como si no le diera vergüenza hablar de la nueva edición de Gran Hermano. Y sin dejar de hablar de caras, y de jetas, se confirma que Fátima Báñez está hasta su higo chumbo de que la confunda con Millán Salcedo, Martes y 13, hasta el iPhone nuevo, ese de reconocimiento facial, siendo ella la que posee melena con denominación de origen y la que de verdad agradece a las vírgenes lo bien que va su ministerio.

Grotesca homofobia
     En Mediaset apenas han pasado por el taller del orfebre no sólo la presente edición de Gran Marrano por mucho que hablen, también con pompa pero sin sustancia, de GH revolution sino a ¿Quién quiere casarse con mi hijo? En Gran Hermano no hay más revolución que la de saber cuándo se tirará el primer cuesco alguno de los exiliados del país de Rajoy o del país de Puigdemont. Lo demás, hastío, frío y sed, tele de abuela, inventos, guionistas en acción, cadena antigua. En ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, Cuatro, la novedad la pone el vestuario de la alcahueta Luján Argüelles. Lo demás, guionistas desatados, friquis de manual, ansia de foco, perfiles intercambiables con Firts dates, el propio GH, o los vecinos majaras de Ella es tu padre, donde por sacar cosa vista, leña quemada, pareja insoportable, sacan a Alaska y a su liendre, Mario Plomizo Vaquerizo. No veo la serie, y eso que Carlos Santos está inmenso como señora a lo Doubtfire, no porque Rubén Cortada apenas sirva como cosa decorativa  fruto de orfebrería cara sino por si, en un descuido, sale Vaquerizo con su boca torcida. Los que no tienen arreglo ni en el mejor de los atelier son los de Intereconomía, que no saben qué hacer para llamar la atención. El ridículo Eduardo García Serrano, el tipo que llamó zorra y guarra a una consejera catalana, participa en un gag que pretende ser cómico y sólo es patético haciendo el saludo fascista y dando pasos marciales por el plató para demostrar que es español porque no es marica y le gustan los toros, o algo así. Grotesco, de verdad. La vida, como la tele, iba en serio, venía a decir Jaime Gil de Biedma. Esta peña cutre, facha y delirante, vive en su mundo protegido por la libertad de expresión –Podemos los ha denunciado-. Que la tele va en serio, volviendo a Narcos, lo ha sabido muy bien Carlos Muñoz, que localizaba escenarios para la serie, al perder su vida a manos de sicarios en Méjico. Su cabeza agujereada por los disparos no podrá ser remendada por ningún orfebre aunque su vida sí podrá ser recordada cada vez que se oiga la dulce voz de Rodrigo Amarante en la sintonía de Narcos.

La guinda
Celebridades
Queda dicho en esta página. El martes se estrenaron dos bombazos. Gran hermano en la cadena añeja, Telecinco, y Masterchef celebrity, en La 1 –que ganó la noche-. Por allí andaba Bibiana Fernández. Qué putada. Qué pena, hablando de orfebres de la cara, lo que le han hecho a esta señora por el afán de la misma de luchar contra el tiempo, con lo guapa que era. Está claro que en esa lucha ha perdido. Qué fea la dejó el bisturí, coño.

Maldeojos. Entre mujeres



Entre mujeres
(Artículo publicado el sábado, 23 de setiembre, en diarios de EPI PRESS)
     Es curioso. Mientras El incidente –martes, Antena 3- va ganando interés en su casi inminente desenlace, la audiencia se va retirando de la pantalla. Pasó la otra noche en la tercera entrega de las cinco previstas. Es verdad que esa noche es de relámpagos, truenos y fanfarrias de guerra abierta entre cadenas. El incidente pelea como un jabato contra dos colosos, GH –el peor estreno de su historia, como si la mamarrachada aburriera ya hasta a los más fieles- y Masterchef, en la tele pública nacional. El incidente cuenta la historia de un hecho que está cambiando, y de forma radical, la vida de los habitantes de un pueblo, sobre todo la de algunos, la de quienes estaban muy malitos –con Alzheimer, en coma, ciegos, o chicas que se preñan sin conocer varón-.
     Parece que detrás de todo, sobre todo de los efectos del agua, hay un grupo -¿de poder, sólo perverso, con ambiciones económicas, algo sobrenatural?- que provoca los sucesos. En un par de capítulos de desvelarán las incógnitas. El incidente funciona bien, está bien narrado, se ha mimado la producción. Y es sobresaliente el trabajo de Marta Etura y de la evasiva e inquietante Bárbara Lennie, que llegó al pueblo buscando refugio para huir de su pareja, decía, que la maltrataba. Cuando coinciden las dos actrices en escena la pantalla se enriquece. Sentí lo mismo viendo y escuchando la otra noche a Manuela Carmena y a Ada Colau, que se sentaron en el mismo plató, el de El intermedio, para pedir lo obvio, serenidad y diálogo. La alcaldesa de Madrid y de Barcelona, con las ocurrencias del Gran Wyoming, lograron momentos de civismo esperanzador. El incidente resuelve ya mismo su secreto. Lo de Cataluña no ha hecho más que empezar.



martes, 26 de septiembre de 2017

Maldeojos. Comparativa



Comparativa
(Artículo publicado el jueves, 21 de setiembre, en diarios de EPI PRESS)
      Menos mal que yo no soy así. Es una de las conclusiones maravillosas a las que llego, del tipo que te ayuda a dormir a pata suelta, cuando veo ciertos programas de televisión. Es verdad que la pantalla está llena, repleta, hasta el culo de monstruos, unos creados por la propia pantalla de los señores oscuros de carteras luminosas y opulentas, y otros creados por los propios aspirantes a monstruo, a carne de burdel, a estofado de discoteca entre guarra, palurda y hortera, y aún otros porque la vida, sin saberlo, les reservaba un dulce envenenado. Menos mal que yo, ni la mayoría de mi círculo de personas queridas, somos así. Esta semana de estrenos en tropel, a uno o varios por noche y cadena –ya me fijaré en Tiempos de guerra, que anoche pasó Antena 3 con el sello de Bambú-, Cuatro ha tenido a bien recuperar un formato que en su día emitió la grande de Atresmedia.
     Hablo de Ven a cenar conmigo. La puesta de largo fue el lunes pasado y en hora de lujo. Desde el martes, a las 8’30 de la noche, dejando el informativo de Miguel Ángel Oliver en apenas quince minutos, el concurso de ¿humor? se emite a diario hasta enlazarlo con First dates, otra cosa que también te hace decir menos mal que yo no soy así. Es verdad que Cuatro se ha especializado en productos donde el personal de calle se ha escogido a conciencia –véanse también los extraterrestres de ¿Quién quiere casarse con mu hijo?-. En Ven a cenar conmigo unos anónimos organizan cenas en casa para que los invitados, que más tarde cocinarán en las suyas, se sometan a juicio. Sin presentador, la voz cantante es la del narrador, que no podía ser otro que el chispeante Luis Larrodera, que añade hilaridad e ironía a unas situaciones y protagonistas que no, no son como yo.