lunes, 29 de junio de 2015

Maldeojos. Jandro



Jandro
(Artículo publicado el s´bado, 27 de junio, en diarios de EPI PRESS)

      Es uno de los miembros más activos, punteros, fundamentales, de El hormiguero. Es uno de los que mejor me cae, y en televisión, sobre todo cuando uno está condenado  a ver mucha televisión, los porque sí o porque no nos gusta alguien son razones más que suficientes para acercarte a un programa o descartarlo como opción. Pablo Motos no me cae muy bien. Alejandro López sí. Es decir, Jandro sí. Jandro es mago, como Luis Piedrahita, pero éste me cae peor que Jandro, y tampoco sé por qué, o quizá sí, pero no quiero liarme. Jandro hace muchas cosas, hace trucos con cartas de verdad acongojantes que te dejan boquiabierto, pero sobre todo me gusta esa sección en la que se encierra con críos para que los adultos vean sus reacciones ante determinadas situaciones. Un día entra a habitaciones gigantes y otro se encuentra con marcianos.

      Los niños, casi siempre, por no decir siempre, lo ven todo normal, sin prejuicios, no hay un canon de rechazos muy definido aún, lo que, entre otras consideraciones, tira por la cloaca más pestosa asuntos de mayores como el racismo. Hace poco la habitación era una tienda de antigüedades regentada por un chino, pero chino de película. Había una caja con un tesoro especial, un “gremlin”. Ya saben, ni agua, ni sol, ni comer después de las doce de la noche. ¿Cómo reaccionaron los críos cuando el chino salió y el muñequito dulce les pidió un poquito de agua? Se la dieron. Y el peluchito se transformó en un ser horrible, juguetón y desordenado. Ver la reacción de los nenes, sobre todo cuando el chino les pide explicaciones, es de una ternura maravillosa. Así sí, así, a trozos, sí soy capaz de ver El hormiguero. Huyo si sale Vaquerizo. Me quedo si sale Jandro. 


Jandro, con los peques, en un momento de sus historias que los críos viven con una naturalidad que nos desalma a los grandes.

viernes, 26 de junio de 2015

Maldeojos. Muertes



 
Muertes
(Artículo publicado el jueves, 25 de junio, en diarios de EPI PRESS)

      Si digo que ha muerto James Horner a más de un lector se le quedará la cara como si le digo que a la absurda Rosa Benito no le renuevan el contrato en Sálvame. Sin embargo entre ambos nombres –de antemano pido perdón por llevar tan lejos las relaciones- hay un abismo parecido al que vemos en la pantalla cuando representan un agujero negro. Yo tampoco sabía quién era James Horner, pero sí conozco, y me emociona, parte de su obra. Este hombre murió el otro día en un accidente de avioneta a los 61 años. Pero nos quedan bandas sonoras como la del “Titanic”, incluida la canción “My heart will go on”, la de Celin Dion, ese maravilloso pastelazo que suena mientras Di Caprio abraza en el pico del barco a Kate Winslet con el pelo al aire. Pero también compuso las músicas de “Avatar”, otra de James Cameron, y “Braveheart”, o “Alien, el regreso”.

      En nuestro país se nos murió también a las pocas horas Marujita Díaz. No la recuerdo por ninguna de sus películas, tampoco de sus canciones, y eso que cuando hablan de ella ponen trozos donde la he visto en su papel de tonadillera, pero jamás sentí algo parecido a la emoción. Nunca. Tampoco me hacía gracia, incluso me repugnaba, su habilidad para hacer chiribitas con los ojos moviéndolos en su cuenca. Marujita tenía en mí uno de los peores efectos que puede tener un artista, que no me la creía. Nunca. Por si faltara algo Marujita no envejeció con la dignidad que uno espera para sí mismo. Se entregó al más zafio y chabacano de los espectáculos convirtiéndose ella misma en carne de circo. Pasó por todos los programas basura, es decir, por Telecinco, vendiendo su decadencia de la peor manera posible dejando momentos de gloria con el pelanas Dinio

James Horner
James Horner, autor de la música de películas como Titanic o Avatar.

Marujita Díaz, víctima de sí misma. Tendría que haber una ley que prohibiera a algunas personas, sobre todo del rollo artístico, a atentar contra el recuerdo de la gente atentándose contra sí mismas de forma autodestructiva, como hizo en los últimos años de su vida esta señora. 

miércoles, 24 de junio de 2015

Maldeojos. Sálvame



Sálvame
(Artículo publicado el martes, 23 de junio, en diarios de EPI PRESS)

      Comprometidos, optimistas y creativos. Así son los llamados “guías del cambio” que llevarán a los participantes a vivir uno de los momentos más felices de sus vidas. Esta definición valdría para cualquier mamarrachada de las que emite Telecinco. En esta ocasión, con “guías del cambio” habla de los expertos que cogen a los infelices que se prestan al toma daca con la idea de que les cambie la vida. Hablo de Cámbiame, que la factoría del mal gusto emite a diario donde antes emitía Robin Food, el programa de recetas tirando a espesas de David de Jorge, un programa pensando al milímetro para el perfil de audiencia del negocio del que viven los accionistas guiados por Paolo Vasile pero quizá sin el suficiente grado de bajeza moral y estética del resto de la parrilla. Y eso se paga. Cámbiame sí, Cámbiame está en la órbita de la buena dirección.

      A Cámbiame llegan los adefesios acomplejados cuya vida, hasta el momento del pacto con el diablo telecinquero, puede ser sólo gris, pero no humillante, como sí pasa a ser en cuanto la cámara entra en tu cuarto, ve tu armario, y además te retrata peor de lo que, al parecer, tú te sientes. O hay humillación o no hay trato. El trato es ponerte en manos de los “guías del cambio”. Estos guías son redichos y amanerados, dos señoras y un señor que, con dinero de la productora, es decir, tirando con pólvora de rey, hacen el milagro del cambio. Nueva ropa, fuera ese pelo pollo achicharrado de tanto tinte de segunda, un buen maquillaje, unos tacones, quizá un corte de barba y un pelo hipster en los chicos, obra el prodigio. Eso es Cámbiame, un nuevo Sálvame a costa del más débil. 

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Este el cuadro de los elegantes, de los que tienen gusto, de los que pueden obrar el milagro, son "los guías del cambio". Me parto.


martes, 23 de junio de 2015

Maldeojos. Que dios bendiga Atresmedia



Que dios bendiga Atresmedia
(Artículo publicado el domingo, 22 de junio, en diarios de EPIPRESS)

      La semana pasada, con un sketch memorable, de los que se montan para las ocasiones muy especiales, se despedía Andréu Buenafuente de la actual temporada de En el aire, que emite Antena 3 a horas de botellón macarra. Justo por eso, y caracterizado como Morgan Freeman, advirtió de las consecuencias, terribles, de dejar a la gente sin sueño sin programa. No sólo puede haber gente que tenga que ver programas ya vistos de tarot o parejas que tengan que hablar entre sí sino, y más peligroso, gente que empiece a leer. Esa deriva puede tener consecuencias gravísimas. Se empieza a leer un best-seller y se acaba leyendo el abc. El gag recreó la típica película de catástrofes protagonizada por Freeman como presidente de EEUU anunciando en el despacho oval de la Casa Blanca la inminente desgracia terrenal de la que no se librará ni el Tato. La caracterización de Buenafuente como Freeman daba el pego, la planificación se esmeró para dar tensión con planos en movimiento, con primeros planos de caras asustadas, es decir, un trabajo excelente para dejar claro que adelantar las vacaciones a En el aire no es lo mismo que, por ejemplo, enterarnos de que Mariló Montero adelanta las suyas y deja el barco fondón e irrelevante de Las mañanas de La 1 en manos de otros por problemas de salud. No es lo mismo, no. La temporada que acabó de En el aire ha sido estupenda, con un equipo engrasado, unos monólogos de inicio de programa vibrantes, irónicos y a ras de suelo, y con unos colaboradores a la altura de la fresca locura de la madrugada. Jorge Ponce, Marc Giro, Bob Pop, Javier Coronas, y por supuesto Berto Romero han hecho del espacio una perita entre delirante y gamberra. Que dios bendiga Atresmedia, decía en la despedida Buenafuente lanzando un dardo de veneno a la empresa madre.

¿Es el que es, o es el que imita? Es soberbio. Es Andréu Buenafuente, es Morgan Freeman. Es En el Aire. Es La Sexta.

La mejor televisión

      Pues que la bendiga. Y lo digo sin ironía. Atresmedia ha diseñado un perfil de negocio muy definido, distinto a la opción del callejón sin salida para el espectador de Mediaset, que apenas tiene unas balas, idénticas, en su escopetilla. Atremesmedia, con sus marcas Antena 3 y La Sexta, sobre todo, se ha convertido en un oasis en la pantalla. Sin duda en sus pantallas se ve la mejor televisión de este país. Sus series han dado la vuelta a la cansina tortilla de la ficción nacional, han reventado el caduco esquema de la historia que se desarrolla en un plató con iluminación de feria rica dando vida a guiones para contentar a toda la familia, y se han remangado para recibir historias nuevas, a actores a los que no se les pide que hagan el chota y griten, sobre todo que griten, y al fin la luz se controla dando lugar a planos donde vemos rostros y gestos matizados, con cámaras que se mueven al servicio de la secuencia, que salen de las posiciones de tiro fijo como si fueran posiciones clavadas a tornillo, se esmeran los guionistas, se sueñan tramas no trilladas, sí, se mira lo que se hace por el mundo y se reinventa para servirlo aquí, pero eso habla de modernidad, de un mundo donde las ideas van y vienen, y se copian, y no pasa nada, así ha sido siempre, desde el Renacimiento a nuestros días. En Atresmnedia se emite Vis a vis, Sin identidad, Refugiados, y se emite Salvados –ese programa de alta dignidad y mejor periodismo con un Jordi Évole respetuoso con sus entrevistados por muy alejado que esté de ellos-, se emite El intermedio, el mejor informativo de humor de este país, y quizá uno de los mejores informativos a secas, en Atresmedia se emite La Sexta noche, un larguísimo pero necesario programa donde la política y los políticos son analizados como, a veces, lo que son, monigotes de feria, muñequitos diseñados para divertirnos, un debate que gracias a los vándalos del periodismo Paco Marhuenda y Eduardo Inda, siempre en su papel, provocadores natos, zumbados, la Pili y Mili del desternille, el dúo dinámico de la hilaridad, se puede ver también como un programa de humor. Y por poner sólo unos ejemplos más. En Atresmedia se emite La ruleta de la suerte, y Ahora caigo, y Pekín Exprés, y para hablar y reírse de todo lo que emite el grupo, Zapeando, en La Sexta, con un equipo que sabe sacarle punta a los guiones.
Puede que no lo veas, que no te guste. Pero te aseguro que Pekín Exprés, como lo fue en anteriores ediciones, es un buen programa de entretenimiento. Ahora lo presenta Cristina Pedroche, y lo defiende muy bien en Antena 3.

Frescura contra rigidez

        El sábado pasado las cadenas jóvenes demostraron que tienen sus músculos elásticos, dispuestos a saltar en cualquier momento, vivos, con ganas de tomarle el pulso a este tiempo de verdad nuevo, no como la mascarada de Un tiempo nuevo en Telecinco, que está dando las boqueadas en sus últimas semanas de la peor manera, con una bajada deshonrosa de calzones, arrinconando el espíritu con el que nació para convertirse en otro chabacano debate sobre lo que siempre debate Telecinco, sus monstruitos. La cosa está clara. El programa lo produce Mandarina, pero será Cuarzo quien se encargue del mismo cuando el formato pase en julio a Cuatro, es decir, será la productora de la dama de la basura doña Ana Rosa Quintana quien nutra de mierda sus contenidos. Vuelvo al sábado pasado. Día grande para la democracia. Miles de ayuntamientos se constituían con nuevos aires políticos, con formaciones que arrinconaban a un PP más oxidado que Anne Igartiburu. La Sexta y Al rojo vivo, seguida por Las mañanas de Cuatro, se lanzaron como jabatas sobre el bocado periodístico con ansia de retratar ese momento que, quizá no tan exagerado, calificaron de histórico. Es histórico dejar la mediocridad sin límites de Ana Botella por la esperanza de Manuela Carmena, es histórico bajar del balcón municipal valenciano a abanicazo limpio de votos, por el caloret, a Rita Barberá, la mejor pagada del escaparate, y poner al frente a Joan Ribó, llegue en coche o en bici, y así más ejemplos. ¿Qué hizo TVE a la misma hora? Reponer Masterchef, y cualquier tontería en el Canal 24H. Frente a tanto dislate, la gente optó por la frescura de las cadenas jóvenes. La Sexta venció a una anquilosada y torpona televisión pública. Así las cosas jamás pensé que yo también llegaría a decir que dios bendiga Atresmedia, santa entre tanta meretriz.  

No es un concurso de cuerpos. Es Masterchef. Mientras el país vivía con emoción la formación de nuevos ayuntamientos tras las elecciones del 24 de mayo, y las cadenas privadas tomaban el pulso a ese sábado de vuelcos políticos, la televisión pública pasaba de los ciudadanos escupiéndoles a la cara con una reemisión del programa de cocineros. Eso es servicio público, pijo. Esto en La 1.


La guinda
¿Olía bien?
El interés por saber si olía bien lo tenía Inés Ballester en Amigas y conocidas, inanidad que presenta a diario en La 1, interés destinado a Pablo Iglesias. No dramaticemos. La pregunta no la hizo en tono ofensivo. Paloma Sánchez Borrego dijo que “iba limpito y el pantalón era de marca”. Vale, tampoco dramaticemos. Pero señoras, hay dardos que siempre apuntan al mismo lado. Podemos ha pedido disculpas a TVE. Y se comprende.