miércoles, 30 de octubre de 2013

Maldeojos. Perder el miedo



Perder el miedo
(Artículo publicado el martes, 29 de octubre, en diarios de EPI)

      El periodismo empieza a tener tan poco que perder que empieza a perder el miedo. Ésta es algo más que una frase, sobre todo si quien la dice es Jordi Évole, el de Salvados, el de La Sexta, el periodista, el de Cornellá. Cuando perdemos el miedo ganamos osadía. Cuando el periodismo pierde el miedo, malo, malo para quien no quiere que se pierda. A ver si, como aquí se apunta, lo que ha hecho Carmen Baños, que presenta una cosa que Intereconomía llama Telediario, es perder el miedo al dejar claro que “estoy en total desacuerdo” con la entradilla que leyó sobre la manifestación madrileña a favor de la educación gratuita, pública, y de calidad, y en contra de la ley que propone Wert. Estoy en total desacuerdo, dijo Carmen. ¿Un acto de valiente rebeldía, quiere que la despidan?

      Por su parte, el domingo por la noche volvió Salvados, otro de los pocos programas que se han convertido en imprescindibles para creer que el periodismo sirve para algo, que aún existe, se rebela, indaga, hurga, denuncia, molesta, no es cómplice de situaciones que favorecen al poder pero no a los ciudadanos. La entrega se llamó La vida sigue igual, es decir, como si a pesar del programado desastre económico, bares, comercios, y calle, salvo alguna cosilla, siguieran su curso sin arder como arden las teas indignadas. Invitó el periodista a un parlanchín Arturo Pérez Reverte, oh, qué valiente, qué cosas dice este hombre, qué par de huevos tiene, no se casa con nadie. Pues frente a él, con la vida resuelta dos veces, me parece más valiente Carmen Baños, que intuyo que tiene muchísimo más que perder. Parece que ha perdido hasta el miedo. 


La periodista de Intereconomía Carmen Baños diciendo la entradilla con la que "estoy en total desacuerdo", dijo al termninar creyendo que el micrófono ya estaba cerrado. En esa entradilla no se informaba de la manifestación contra la ley de educación del ministro Wert sino que se hacía una pregunta retórica... "¿Está justificada la huelga o responde a motivos políticos?. Nosotros hemos sacado nuestro detector de banderas, y adivinen, la mayoría son republicanas". Esa fue la entradilla a una información que estaba en la clle y en todos los medios. ¿Se puede manipular más, engañar más, tergiversar más, desinformar más? Es el estilo Intereconomía.

lunes, 28 de octubre de 2013

Maldeojos. Prudentes y bocazas


Prudentes y bocazas
(Artículo publicado el domingo, 27 de octubre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)


         Lo dije la semana pasada. José Luis Rodríguez Zapatero es el mejor ex presidente de la democracia. Con él, El Objetivo de La Sexta subió a una gloria desconocida, la de los dos millones y pico de espectadores. Doña Ana Pastor y su equipo han de estar felices, vamos, haciendo palmas con los labios. De abajo, con los labios de abajo, diría algún personaje vulgar de los que tiene la ficción. Lo dije por llamar la atención y elevar a categoría bondadosa la prudencia del ex presidente como contrapeso a la diarrea verbal con que suelen actuar los otros ex en activo, José María y Felipe. Pero hijo, José Luis de mi vida, una cosa es ser prudente y otra no tener sangre en las venas, joder, tío, que es que es muy fuerte lo tuyo. ¿No tienes opinión sobre Luis Bárcenas? ¿No puedes criticar ni un poquito así la política de Mariano Rajoy, no hay nada que decir, dando un puñetazo en la mesa, sobre la demolición del Estado de Bienestar que ejecuta este Gobierno mendaz? ¿No tienes opinión sobre los ERE andaluces? ¿De verdad que como ex presidente no tienes nada que decir? ¿De verdad que como ciudadano tampoco? ¿De verdad que el PP no merece un tirón de orejas? ¿A qué has ido a El objetivo, a vender tu libro, a decir que no opinas? Uno esperaba que dijeras algo a lo que agarrarse, que tuvieras alguna idea, a ser posible de izquierdas, jodío, pero confundes la prudencia con lo pusilánime, la moderación con la cobardía, y el comedimiento con la complicidad. Es lo que hacen esos cantantes rancios que no hablan de política para no molestar, que traducido quiere decir para que los de izquierdas no se enteren de que vota a la derecha. Insisto, ni tan caliente como Aznar, que es valiente, ni tan frío como vos, calzonazos.

Vale que la prudencia es un valor, pero José Luis de mi vida y de mi corazón, que parece que no tienes sangre en las venas, coño, di algo que parezca de izquierdas. O di algo, sin más, opina de algo.


Caca, pipí, moco y porros

Lo bueno, lo mejor, lo gracioso, es que no sólo la realidad –una entrevista, un programa en directo, un reportaje, una información- genera polémica, fastidio, y hasta ganas de tirarse al cuello de alguien. La ficción es la bomba. Veamos. ¿Son Los Simpson meros dibujos amarillos? No, ni mucho menos. Hay quien se toma en serio lo que ve cuando ve a Homer Simpson, a su familia, o a sus vecinos. En EEUU hay una Comisión Federal de Comunicaciones, es decir, la típica agencia que regula la cosa de la tele, una especie de defensor del espectador, o sea, como lo que hace Maritere Campos con la audiencia de Sálvame, pero en serio. Pues a esa FCC han llegado quejas de gente molesta y espantada por el lenguaje de los personajes de Los Simpson, que hablan sin pudor de “hacer caca” o “hacer pipí”, habrase visto, algo que es considerado, átese el lector a lo que tenga a mano, “muy obsceno”. Hay otro que se queja de un capítulo en donde Homer Simpson se retrata para la revista Playboy mientras sus hijos, por dios, por dios, hasta la pequeñina, con su chupete y todo, la pobre, miran la escena por la ventana, en fin, deduce otro, que tanta pornografía no traerá más que la decadencia a América, “que pagará sus consecuencias”. Pobrecitos. Digo los americanos que sufren viendo a Los Simpson, tan guarros, desvergonzados, y tan blasfemos que hasta se ríen de dios y del diablo, vade retro. Estos no han escuchado los diálogos de Aída. Sus personajes no hablan. Escupen su condena y perdición en cada escena. El nombre de los capítulos es, en sí mismo, un libro abierto de intenciones. No engañan apuntando al tipo de audiencia al que se dirigen cuando llaman a la entrega “Amanece que no es moco”, o “Amores porros”, o “El imperio (de la morcilla) contraataca”. Canela fina. 
 
Es la Macu, es Pepa Rus, que borda su personaje de ordinaria y deslenguada en Aída. Vaya traca de mujer. Que no soy tan joven, le decía al empleado del parque de atracciones, que tengo ya una cana en el chumino. Hala, dicho queda.



Eurovisión y Bielorrusia
Dice Pepa Rus en boca de la ordinaria Macu visitando un parque de atracciones, “ay, qué de cosas hay aquí, en la feria de mi pueblo le metemos una guindilla por el culo a un gorrino y corremos detrás de él”. Luego le dice a un encargado de un columpio que la deje pasar porque aunque es bajita tiene más edad de lo que aparenta, y si no “me crees te enseño una cana que tengo en el chumino”. Hay más. Anda, Mauricio, no digas tonterías, que lo más lejos que has estado ha sido en Villaconejos porque creías que era un macro puticlub, le dice Chema, Pepe Viyuela, a Mauricio. Podemos seguir con los pepinos como remedio sexual para el culo de Fidel, la dieta de la piña para adelgazar, ¿la dieta de la piña?, sí, sí, yo me tumbo y tú me la endiñas… Es el nivel. Así que si la imagen de Marge Simpson besando a otra mujer resulta indecente para algunos estadounidenses, que piden censurar el capítulo porque “los niños no pueden ver eso”, Aída puede ser la prueba de que la decadencia universal ha comenzado en España. ¿Se han enterado de lo de Bielorrusia? ¿Ni idea, no saben de qué va la vaina? Aquí tampoco se andan con tonterías. Y a la cabeza, su presidente. Un grupo de ciudadanos, como los yanquis con Los Simpson, ven en el próximo festival de Eurovisión un ataque en toda regla a los fundamentos de esa ex república soviética, tan macha y tan brava que sigue matando a sus ciudadanos con un disparo en la nuca porque, hay que recordarlo, Bielorrusia es el único país europeo que aún aplica la pena de muerte. Bien, pues algunos aguerridos bielorrusos ven una amenaza en Eurovisión porque “propaga un estilo de vida que es inaceptable”. ¿Y cuál es ese estilo? El que representa la transexual austriaca Conchita Wurst, con sus tetas y su barba negra como su alma, coño, una imagen que perturba a esos bielorrusos que ven en el festival “un caldo de cultivo para la sodomía, así que hay que censurar su actuación”, dicen, o no retransmitirlo. ¿Qué dice el dictador que preside el Gobierno? Alexander Lukashenko dice que es mejor ser dictador que gay. Aprende, Zapatero. Capullos y descerebrados hay en todo el mundo. Bocazas y prudentes, también. Escoger entre los bocazas y prudentes de la ficción o de la realidad de la tele es algo más que una elección. Seguro que usted, si ha llegado hasta aquí, los habrá escogido. Esa elección lo retrata. Por cierto, ¿no cree que tendría que ser Eurovisión quien vete a Bielorrusia? San Zapatero, ayúdanos. 

Oye, hay gustos. Es Conchita Wurt, la transexual austriaca que, para los aguerridos y machos bielorrusos, se ha convertido en el demonio, en la perdición de su pueblo porque, dicen, si los niños la ven participando en el festival de Eurovisión, será un caldo de cultivo para la sodomía. Hay que estar zumbados. Se asustan ante estas extravagancias pero no se inmutan por ser el único país europeo que mantiene la pena de muerte.


La guinda
¿Pero se fue?
El jueves volvió Tu cara me suena a Antena 3. Volvió con el mismo presentador, Manel Fuentes, con el mismo esquema, y casi con el mismo jurado. La novedad es Marta Sánchez. En cuanto a los concursantes, la novedad es que no cuentan con el plomizo Santiago Segura. Algo es algo. Volvió el jueves, pero la audiencia tiene la sensación de que jamás se fue. Pecado que cometen todas las cadenas con sus éxitos.


domingo, 27 de octubre de 2013

Maldeojos. Los calzoncillos



Los calzoncillos
(Artículo publicado el sábado, 26 de octubre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)

      En las series buenas todo se convierte en oro. Con las películas, como saben, pasa igual. El vestido de Marilyn levantado por los aires subterráneos de las calles de Nueva York, la espada luminosa de sonido cortante de La guerra de las galaxias, o las joyas que lucía como nadie Elisabeth Taylor. Hay gente tan loca, tan entusiasmada con estos fetiches, que acaban en los platós de televisión contando sus adicciones –lo de Belén Esteban es más prosaico- y riéndose de sus extravagancias, eso que se conoce como friquis. Hace poco acababa una serie, Breaking Bad. No es una serie cualquiera. Quizá sea una de las mejores de la historia de la televisión. Tengo que decir que sus cinco temporadas me las metí en vena en unas cuantas sesiones, como el yonqui que no puede dejar de inyectarse hasta que, rendido, ya no le queda material. 

      Ante series como Breaking Bad se crea todo un mundo de curiosidades, unas falsas y otras verdaderas, justo lo que engrandece a los mitos. Hemos sabido que sir Anthony Hopkins, ese actor de mirada líquida capaz de fulminar el plano, le escribió un correo al protagonista, Bryan Cranston, diciéndole que su actuación como Walter White es de lo mejor que vio jamás. También hemos sabido que Breaking Bad, como no podía ser de otra manera, ha entrado en la lista de series a imitar desde el lado gamberro de la vida. Se dice que se prepara una versión porno de la historia, lo cual me lleva a pensar si no sería descabellado ver liados, mientras se cuece la droga azul, al joven y al maduro. Hay más. Hay quien puja por un manuscrito de John Lennon. Y quien lo hace por los icónicos gayumbos de Walter White. Llegó tarde, ya están vendidos. 

 
Es la imagen icónica de Breaking Bad, quizá la mejor serie de todos los tiempos. Sin resuello, la historia te lleva de la mano hasta un precipicio que nadie podía imaginar para un simple profesor de química.


sábado, 26 de octubre de 2013

Maldeojos. Arrasó



Arrasó
 (Artículo publicado el jueves, 24 de octubre, en diarios de EPI)


      Ya lo sabrán, lo habrán leído, o lo habrán visto en los lógicos recordatorios que hace la cadena sacando pecho por su victoria. Y victoria hubo. Y de las sonadas. Antena 3 logró zamparse a dentelladas de guerrera feroz a sus rivales, nada menos que La Voz e Isabel. Que El tiempo entre costuras hiciera la noche del estreno más del 25% de audiencia, es decir, algo más de cinco millones de espectadores frente a programas tan consolidados como los de Telecinco y La 1, dice mucho de la cadena, de la serie, de la historia, y de la audiencia. No es fácil en una noche tan canalla. Atresmedia, el emporio audiovisual de Planeta, no ha escatimado esfuerzos, y la productora, Boomerang, ha hecho muy bien los deberes. Es una buena serie, así, sin matices, al menos lo visto en la primera entrega, y sin la coletilla “para ser española”. 

      Si me pongo pijo le saco fallos y digo que el guaperas Rubén Cortada, el Ramiro  Arribas que encandila a Sira, Adriana Ugarte, estaría más mono con la boca cerrada, quizá enseñando el costillar, pero no, no me pondré quisquilloso. Me gustó. Habrá tiempo de entrar en detalles. Hoy me quedo con algunas curiosidades. Resalté que El tiempo entre costuras hizo buenos datos de audiencia, y que Boomerang es la productora. ¿Sabían que es la misma de La Voz? ¿Cómo vivirán noches como esa, con dos hijos enfrentados, sus directivos? Lo que tengo claro es que Paolo Vasile, el que rechazó “por coherencia” un premio de la Academia de TV, se mondará de la risa, “por coherencia”, con los 5 millones, que él hace con la chistera de Belén Esteban, que siempre tiene un conejo dentro en un tiempo sinfín, sin fisuras. 

Imagen tomada de la web de Antena 3, que adelanta una escena del segundo capítulo de El tiempo entre costuras.