Kit y Maritere
(Artículo publicado el jueves, 30 de mayo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Todo iba bien
hasta que fui a grabar mis últimas tomas. Empecé a hiperventilar. Al acabar de
rodar de repente sufrí un colapso nervioso. Sentí como una embestida de alivio y duelo al darme
cuenta de que no lo volvería a hacer nunca más. Lo más raro fue cuando
empezaron a quitarme la ropa. Sentí que me estaban despellejando. Era como si
estuviesen desgarrando al personaje por última vez. Quien habla así es Kit Harington, el actor que ha
conseguido una fama planetaria gracias a su personaje nuclear en Juego de tronos, Jon Snow. Seré una
tumba sobre el final del ya clásico y monumental trabajo. Pero entiendo al
guapo Kit. De esa última toma, y casi en volandas, unido además a su gustillo
por el alcohol desmedido, se lo llevaron con su consentimiento a una clínica de
postín en Connecticut, EEUU, para enderezar su maltrecha estructura mental.
En un plano más
doméstico, y seguro que más modesto, María
Teresa Campos no para de hiperventilar, pero no por haberse ido sino porque
no vuelve, no la llaman ni necesitan, y
eso que está segura de que no se lo merece, de que le falta no ese programa del
que usted me habla sino “el programa”. La malagueña pasó hace unas horas por el
formato que la multiempleada Toñi Moreno
tiene en Canal Sur, Un año de tu vida.
Después de besuquearse y tirar pelillos al mar para olvidar sus resquemores
pasados –la Campos hirvió de rabia,
hiperventiló de coraje al saber que la eléctrica Moreno se hacía con el mojón
de Viva la vida en Telecinco-, las dos
renovaron su amor. Kit Harington notó la presión estratosférica de Juan Nieve en
su final. A la señora Campos se la llevan los demonios. Sabe que las
mamandurrias que ha de hacer la hunden un poco más.
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