Calla, gallo
(Artículo publicado el sábado, 11 de mayo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Ha
saltado a los telediarios y magacines como ese tipo de noticias que te
descolocan, o sea, que tienes que concentrarte para entender lo que te están
contando. Porque no, no lo entiendes a la primera, quizá ni a la segunda,
aunque a la tercera te acabas cabreando ya que de golpe lo entiendes todo,
entiendes que hay gente tocada. Veamos. Supongo que lo escucharon, e incluso lo
vieron. Resulta que turistas que acudieron a un hotel rural, insisto, rural,
protestaron al dueño del hotelito campestre porque, tócate el calabacín, no
podían dormir hasta las tantas de la mañana porque de madrugada, o cuando a los
putos gallos se les calienta el pico y empieza el concierto del kikirikí,
kikirikí, ya no hay quien descanse. La cosa ha sucedido con turistas de un
hotel de Sotu Cangues, en Cangas de Onís, Asturias.
Y en
torno a esta rocambolesca y estúpida historia, surrealista y absurda, ha nacido
un héroe, un tipo sensato que llama a las cosas por su nombre y no se explica
las tontunas de la gente de ciudad. Es Nel
Cañedo, un pastor de la zona, que publicó un vídeo que se ha hecho viral
protestando por el cierre del gallinero próximo al hotel rural. En él hace un
relato obvio. Las pites cantan, dice, kiririkí, kikirikí, son el despertador natural,
y coño, a los inquilinos del hotelito les molestan porque cantan a horas
intempestivas. Y termina con una pregunta. ¿Para qué venís a un pueblo a hacer
turismo rural? Venga. Lo repito. Ahora lo pregunto yo. ¿Para qué va la gente a
un hotel rural si, quién sabe, si el
gallo canta, puede que más de uno se moleste? El cachondeo en los programas ha
sido de aúpa. Hay urbanitas remilgados que se lo buscan a pulso. Por idiotas.
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