Juego de tronos
(Artículo publicado el sábado, 4 de mayo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
No escribo nada
de otro mundo si digo que Juego de tronos
es una religión que tiene a sus fans, meticulosos, fanáticos, y exigentes, como
Isabel Pantoja tiene a los suyos, y
están a la que saltan. A mí me gusta Juego
de tronos, y la disfruto, pero no alcanzo el nivel de ¿fanatismo? que veo
en los debates que se organizan incluso en el instante en que se emite el
capítulo. El de tercero de la octava y última temporada, La larga noche, ha
generado un mar de críticas. Ese capítulo es la gran batalla de Invernalia
entre las fuerzas de Poniente y El Rey de la noche, y ha recibido multitud de
críticas porque, lo digo en plan bruto, no se ve un pijo. Es verdad que hay una
belleza soterrada, y que las antorchas dejan estelas de una plasticidad
conmovedora y de una gran potencia visual, pero también que ni apagando las
luces del salón se aprecian los detalles.
Las redes organizaron
el lío. Nada que ver con el lío entre las derechas, derechitas o veletas
azules. Hasta tal punto que hay amenaza de no apoyar los presupuestos de los
andaluces. ¿Quién no los apoya? El partido de ultraderecha. ¿Y por qué? Porque
el líder del PP ha llamado ultraderecha a la ultraderecha en su nuevo, viejo
intento de llegar al centro, después del descalabro electoral. Oh qué pecado.
Enseguida, el portavoz del club ultra en el parlamento andaluz, Alejandro Hernández, se ha ofendido, y
dolido como un cervatillo ayer se puso a lloriquear en Espejo público frente a Susana
Griso. ¿Y? Que la luz volverá a Juego
de tronos en el capítulo siguiente, cuando reaparezca la gran mala, mi
admirada Cersei Lanister –imponente Lena
Headey-, y cuando Bonilla regale
un ticket de regalo con masaje completo a los ultras y la derechita se encame
de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario