Merlí, arrebatadora
(Artículo publicado el martes, 10 de diciembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Yo de hombres no
te puedo ayudar mucho, le dice el padre de Pol Rubio, el personaje central de Merlí, sapere aude, que interpreta con
dulce aplomo Carlos Cuevas, en una
emotiva conversación en la ventana después de que el hijo acepte hablar de
“esas cosas” con el papa, así, sin tilde. No seguí la primera Merlí, una producción de Tv3 que causó
furor en la audiencia. Merlí es un profesor de instituto de filosofía, que
muere cerrando la historia. Ahora, como Merlí,
sapere aude, ya sin el profesor, saltó a Movistar, Pol Rubio va a la
universidad, y se engancha como un drogadicto a las clases de filosofía que da
la catedrática María Bolaño, excéntrica, alcohólica, luminosa, patética y
maestra, un personaje que la suerte ha regalado a una magistral María Pujalte. Merlí, sapere aude, algo así como atrévete a saber, se estrenó en
la plataforma el jueves 5. En un par de sentadas me bebí los 8 capítulos.
Desde la
cabecera, con música de Händel como
sintonía, te quedas pillado, música que convive con Mozart en un alarde estético y emocional para potenciar con su
Réquiem la escena de una felación o una bellísima aria de La boheme de Puccini en otra escena en Vespa de dos
chicos que tanto recuerda a los clásicos, de Fellini a Almodóvar. El
creador de esta maravilla es Héctor
Lozano, un tipo que se atreve a montar una historia con materiales de
difícil ensamblaje. La defensa de la enseñanza pública, la diatriba, la
identidad sexual, las clases sociales, el miedo, el deseo, la derrota, la
pérdida, el amor y el fracaso, un friso contado con el arma de una puesta en
escena soberbia, una dirección matemática, bella, y unos actores en estado de
gracia. Volveré a verla de nuevo.
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