Michiko
(Artículo publicado el jueves, 19 de diciembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
No se lo tomen a
broma, no es el típico chiste de chinos, bueno, de japoneses, que para los
chistes viene siendo igual. ¿Quién los distingue? Quizá alguien vea en este
estúpido comentario un rasgo de racismo, de burla por el diferente. No va por
ahí la cosa de hoy. La cosa de hoy va de Michiko, que no mi chico. Otro chiste
malo. Michiko Shoda tiene 85 años y
es la emperatriz emérita de Japón, la primera plebeya en alcanzar la gloria del
trono de un reino milenario al casarse con el emperador Akihito. La presentadora del programa de chismes de TVE, Corazón, cuenta que la mujer está tan
malita que la casa real ha emitido un comunicado oficial. Recuerdan que la
abdicación hace dos meses de su marido el emperador y la subida al trono de su
hijo Naruhito le provocó un estrés
tan intenso que aún perdura.
Se ve que
Michiko es una mujer sensible o de salud quebrada porque cuando se casó, su
suegra, la emperatriz Köjun, se
opuso como sólo una suegra sabe hacerlo. Y perdió la voz, la pobre, sí, como
suena, y durante muchos meses. Escucho con interés creciente el reportaje, y
casi, como otra emperatriz delicada y discreta, como corresponde al Trono del
Crisantemo, también desfallezco cuando escucho que la casa real japonesa tiene
un protocolo tan estricto que obliga a la emperatriz a llevar el fajín del
kimono tan apretado que suele provocar úlceras. Esto es el colmo. La señora, de
pergamino y cera, en la última aparición pública, apenas se mueve, apenas
respira, apenas nada. Menos el trono del Campechano Borbón, los Windsor de The Crown –o sea, la corona de Isabel II- son iguales. La ficción,
mola. La realidad, rechazable por muchos motivos, espanta.
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