Furiosa Greta
(Artículo publicado el jueves, 28 de noviembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Un día, con 15
años, la niña sueca Greta Thunberg
dibujó un cartelito, se puso frente al parlamento del país, y reclamó leyes que
atajaran con solvencia el cambio climático que ha empezado a comernos los
tobillos, y subiendo. La niña creó a su alrededor un apostolado de su edad y
surgió el colectivo, ahora de órbita planetaria, conocido como Viernes para el
futuro. La nena fue elevada por los medios de comunicación a la categoría de
heroína, de luchadora nata, de mesías que nos salvará de los males que el
humano le hace a su planeta. La mona habló nada menos que en la Conferencia de
Naciones Unidas sobre el cambio climático el año pasado. La lideresa
adolescente le habla de tú a los gerifaltes políticos. Los pone firmes. Hay que
hacer un gran esfuerzo, mirar muchos vídeos, para verla sonreír. Se toma muy en
serio la llamada del cielo.
No hay quien le
tosa a la mocosa. Menuda es. Ella no habla, regaña. No dialoga, exige con la
frente arrugada y la voz tronante, y su imagen en la tele es siempre intensa,
como una furia, enfadada. A mamá y a papá los tiene acojonados. Los obligó a no
viajar en avión y a no comer carne, por lo de la huella del carbono y tal.
Total, que el efecto invernadero es ya el efecto Greta Thunberg. Es una ola
imparable, y está bien. Pero niña, hija, ten cuidado, no te enfurruñes tanto,
que te vas a hacer vieja de golpe. Ahora, la activista está viajando a España
para acudir a la Cumbre del Clima –del 2 a 13 de diciembre en Madrid-. ¿Está
viajando? Sí, cruzando el mar océano en catamarán, por lo de la huella del
carbono y tal. ¿Eco pija? Yo qué sé. Pero sería bueno no ser muy gilis y no
volvernos locos. A ver si el gilipollas soy yo y no me entero. Carne no como, por
si.
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