viernes, 24 de mayo de 2013

Maldeojos. Vuelve Ánsar



Vuelve Ánsar

      El pasado siempre vuelve, aunque sea en forma de fantasma, como en Hamlet. La noche del martes revolotearon los fantasmas por el plató de Antena 3 convocados por la voz de  Gloria Lomana, directora de los noticiarios de la cadena acompañada para ocasión tan, tan crepuscular por Paco Marhuenda, capaz de escribir su nombre como director de un hilarante periódico sin apenas pisar la redacción y no disimular su bulto braguetero y dividido -¿a quién amo más, a Rajoy, o al otro?- , y Victoria Prego. Obsérvese la finísima selección ideológica, devenida en miembros de comparsa. Preguntaron con suave cortesía lo obvio, las preguntas de “rabiosa actualidad”, pero dejaron escapar al pájaro. Aún así, José María Aznar contestó más de lo que los periodistas querían saber, es decir, contestó lo que él tenía pensado contestar.

      Los fantasmas siempre vuelven, decían en Los Simpson, aunque seguro que Bart no ha leído a Shakespeare en su vida. El fantasma de Ánsar ha vuelto muy vivo. Que se lo pregunten a Mariano Rajoy, que esa misma noche sentiría el canguelo de su presencia rondando por La Moncloa. El fantasma de Ánsar se mostró como el Ánsar de carne y hueso, hosco, rabioso, egocéntrico, mesiánico, alimentando planos de televisión con un rostro nada amable, con un mensaje amenazante no para el gran público sino para los suyos, es decir, el mensaje de un tipo sin escrúpulos que practica la despiadada y fría deslealtad del carroñero. Su imagen en televisión siempre me resulta desagradable. Ni con los focos de la Gürtel que iluminaron la boda de su chiquilla tiene remedio. Retratar fantasmas fanfarrones es muy complicado. 

Uno de los amables y simpáticos gestos del Mesías. El fantasma de Ánsar se mostró como el Ánsar de carne y hueso, hosco, rabioso, egocéntrico, arrogante, despiadado y frío, con la deslealtad del capo que no admite que su protegido actúe por cuenta propia.

 
El plató de informativos donde se celebró el aquelarre periodístico del que salió, a pesar de los colaboradores, lo que el invitado quiso decir. Colocó su mensaje con una comodidad pasmosa, y salió volando sin problemas porque allí no había barrotes que trataran de acorralarlo.

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