lunes, 6 de mayo de 2013

Maldeojos. Ley mata gais



Ley mata gais

      Hace unos días vimos en los informativos a decenas de personas lanzando piedras ante la Asamblea Nacional francesa para protestar por lo que el parlamento del país vecino acababa de aprobar, el matrimonio entre personas del mismo sexo. Eso que los obispos católicos, que no se casan por ley, dicen que acabará con el matrimonio que ellos no practican. Pueden protestar y protestan, pero la ley seguirá su curso, y el derecho del que lo desee se hará carne de costumbre. Aquí lo sabemos desde que a Zapatero se le fue la olla y con su Gobierno promovió lo que hoy se vive con una normalidad que pone las sotanas de punta. Recuerdo las burradas que decían los medios de la derecha garrula pronosticando el fin de todo, incluida la humanidad, y fíjense, sólo falta que el cura laico Kiko Hernández y Telecinco le monten la boda al niño de la Paqui que se casa con el hijo de la Pepa. ¿Quién no tiene hoy un maricón al lado casado con su novio? El asunto, al margen de los renovados intentos del machacandero –véase almirez, mortero- del lobby a la derecha del padre, es de una aceptación que aburre. Paréntesis. En cuanto que el lobby vaticano vea que la guerra la ha perdido, y con ella a miles de clientes, aquí queda escrito, casarán a tíos con tíos, tías con tías, y a narcotraficantes con presidentas de comunidad venidas a menos. Los dogmas son como los programas de la tele, se van quitando o poniendo según convenga. Se cierra paréntesis. En nuestras sociedades hay asuntos que se viven con cierta relajación, con indiferencia, tanto que alguien tiene que venir a recordarte –aunque sólo sea para informarte como se informa del deshielo en los círculos polares- que en otros países, en otras sociedades, sería obsceno hablar de la homosexualidad en términos tan frívolos y banales. 

Rouco Varela, el gran Inquisidor. Pero ojo, aquí queda escrito, el día en que la clientela de su empresa baje, esta gente casará a tíos con tíos, tías con tías, y cabras con curas, lo que haga falta para que el negocio no decaiga.


Recuperen el reportaje

      Es lo que hizo Jon Sistiaga en un reportaje firmado para Canal + y que no pude ver en su día pero ahora retomo, “Caza al homosexual en Uganda”. La campaña mediática, política, y religiosa es una tormenta perfecta en Uganda contra la homosexualidad, que han subido al cielo de lo criminal. Sin matices. El reportero le pregunta al activista  John Wambere, que se juega la vida luchando por sus derechos, qué pasaría si los vieran cogidos de la mano. La respuesta pone los pelos de punta. Nos matarían, dice. Además de los obvios, es decir, zumbados católicos, musulmanes, o protestantes, han irrumpido con fuerza las iglesias evangelistas y pentecostales, que se han puesto en cabeza de la persecución. Pero qué perra tienen los charlatanes religiosos de todo el mundo con el sexo. Para una población en su mayoría analfabeta, la influencia de predicadores mesiánicos y políticos mediocres es tremenda. Denis Wamala y otros han montado casas de acogida para proteger a jóvenes que fueron expulsados de la casa familiar cuando decidieron salir del armario. Sistiaga se preguntaba qué le había pasado a Uganda, uno de los países más mimados de la comunidad internacional, paraíso de turistas, la perla de África donde nace el Nilo Blanco, para que sus diputados crean que, por encima de acabar con la pobreza, el sida, o la malaria, sea prioritario poder ejecutar al que se declare homosexual. Los analistas coinciden en que la llegada masiva de predicadores ha modificado los principios de convivencia, así, Uganda, se ha convertido en la nueva tierra de promisión para algunas iglesias evangelistas norteamericanas. El obispo anglicano Christopher Senyonjo fue expulsado de su iglesia por defender a los perseguidos. Este hombre habla de un dios del amor y no del castigo. Si entre hombres el sexo en Uganda es peligroso, ser lesbiana es una temeridad. En la actualidad, el Parlamento ugandés debate un proyecto de ley que contempla la cadena perpetua o la pena de muerte para los homosexuales. Se le conoce como lo que es, la ley mata gais. 
Jon Sistiaga habla con Simon Lokodo, ministro de Ética e Integridad, un sacerdote zampabollos ugandés que impone desde el Gobierno sus creencias, haciendo suyas las disparatadas soflamas de los integristas charlatanes de todas las religiones, católicos, musulmanes, pentecostales, anabaptistas, evangelistas, pentecostales, en fin, lo mejorcito de cada casa.


Gracias a políticos como el mentado, a la fiereza de los mensajes, y a la ignorancia de una población con alto grado de analfabetismo, el mensaje contra la homosexualidad no es para tomárselo a broma. De hecho, los jóvenes de la imagen viven como refugiados en pisos francos tratando de mantenerse con vida. Fueron expulsados por sus propias familias y perseguidos por sus paisanos, que los pueden delatar como apestados. 


 Una de palomos cojos
      A unos cuantos miles de kilómetros de Uganda, en Badajoz, este fin de semana tiene lugar todo lo contrario. Una celebración de reafirmación homosexual. Eso de, sí, soy maricón, y qué. No sólo nadie se esconde sino que todo el mundo, incluso los que no lo son, viven el momento como una fiesta. La caravana de palomos –los insultitos dejan de serlo, y se retuercen contra quienes intentan vejar, en cuanto se les da la vuelta y los tomas como bandera- la organiza un año más El intermedio, que tomó la expresión del entonces alcalde, el popular Miguel Cerdán, al afirmar que en Badajoz no hay palomos cojos, pero que si hubiera los echarían. Qué tonto. Se le llenó la ciudad de maricones y tortilleras, y de heterosexuales con gana de farra que, sin entender, vieja expresión, comprenden. El Gran Wyoming y su equipo ha hecho bandera defendiendo lo que no tendría que defenderse porque a nadie le ha de importar un pijo a quién ames o con quién retoces, y lo ha hecho desde el humor y no desde el victimismo –dientes, dientes, decía la iluminada Isabel Pantoja, que es lo que más les jode-. De hecho es ya mítico el amor marica que Wyoming siente por un tiazo como Zapatero. En el ajo del cachondeo está todo el equipo, que ha hecho del programa un referente de respeto normalizado. Todo el equipo, y toda la audiencia, que ha entendido desde la complicidad de qué va esto. Y que se chinche quien tenga que chincharse –pobres doctorcitos, o religiosos, o busca euros que de vez en cuando aletean desde su consciente iniquidad hablando de curaciones de esta “grave enfermedad”-. Al club de los palomos se ha sumado en público esta semana Jason Collins –soy jugador de la NBA, soy negro, y soy gay, dijo el tiarrón en una revista-. En Ruanda, como en otros países, este alarde es imposible sin costes. No está mal que Jon Sistiaga y su equipo –investiga, matiza, contrasta, se esmera en el lenguaje- deje constancia de la otra cara de la realidad.
Pío, pío, que llegan los palomos.

 
El Gran Wyoming y su equipo, desde El Intermedio, han logrado no sólo desdramatizar las relaciones entre personas del mismo sexo sino que han convertido el hecho en un festival cuya bandera es el humor, reivindicando palabras que algunos sectores usurparon como peyorativas. En la imagen, el presentador va vestido de indio, vamos, una pluma andante.



Imagen promocional de la convocatoria de la caravana de palomos de este año, que ha tenido lugar este fin de semana en Badajoz. Dientes, dientes, que es lo que les jode -gran aportación de Isabel Pantoja a la cultura del "que se chinchen"-.


La guinda                                                                                                   
José Mota, ni acordarme
Creo que he visto a José Mota en Telecinco una noche, la del estreno de la temporada, recién llegado a la cadena infame por ver si había novedades. Ahora que termina, he caído en que no ha sido intencionada esa desafección. Es la falta de costumbre de no ver casi nada de esa pantalla. En Mediaset evaluaron la otra cara, que a su audiencia natural le chirriaría el humorista. Y así ha sido. Nada que ver con los datos que hacía en TVE.

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