jueves, 23 de mayo de 2013

Fotos sin salir de casa. Personas, animales

Personas, animales

      Nunca he tenido cerdito para sacar a pasear. Cuando en casa de mis padres había guarros, se cebaban durante el año, y se atiborraban unos meses antes de diciembre o enero para que engordaran aún más, pero no se sacaban de paseo. Es más, se hacinaban en el corral para que no se movieran mucho y no perdieran kilos. Creo. Nunca hasta ahora se me ocurrió pensar en eso. Así que ver a alguien paseando a un guarrillo por la calle me resulta llamativo. Está claro que ese animal no irá a ninguna olla. Creo. Nunca he preguntado por el destino de esa mascota.

      Tampoco soy de perros ni gatos. Ya conté que tuve una gatita y que jamás volveré a tener otra en casa. Perros nunca tuve, y estoy convencido de que jamás tendre. Me gustan los perros de mis amigos, pero no soy hombre de perro. Cuando veo a la gente pasear con su perro me llama la atención la relación que se establece entre persona y animal. Hay quien lo trata con un cariño extraordinario, y quien lo lleva como un castigo. Hay quien le habla con mimo. Y quien le grita como se grita a alguien que desprecias. 

      Me gustan los perrillos pequeños, quizá porque mi padre, en la última etapa de su vida, cuando empezó a perder vista, siempre salía con una perrilla que parecía un ascua viva, revoloteando a su alrededor, pendiente de él, parándose cuando él se paraba, ladrando cuando mi papá se metía en sitios que ella consideraba peligrosos. Un día nos llevamos un susto de muerte porque apareció la Turca sin papá, nerviosa, moviendo el rabo, con ladridos quejumbrosos, llamando la atención. Algo pasaba. Y sí, papá se había quedado más rato del normal buscando en un sembrado de tomates las gafas, que se le habían caído y no acertaba a encontrarlas. La Turca nos llevó a ese sitio, y volvimos todos. Y las gafas de papá.

Paseando al cerdito. ¿Y qué? De algo estoy seguro. No irá a la olla

Esperando a que escampe un poco. Perro y dueño, alertas.

Detrás de la sombra de su dueño. Siempre al lado.

El gato haciendo de gato. A ver quién pasea a un gato. Encaramado en lo más alto, en los tejados, oteando, vigilante, o pasando de todo. Bueno, en este caso, no pasaba de todo. Estaba pendiente de un bocado exquisito... pero sabía que no podía pillarlo.
No hay gato que pille a un gorrión sano, y este lo estaba. El gato lo intentó, pero el pajarillo, incluso con desgana, levantó el vuelo y casi escuché la pedorreta. Ja, a mí me vas a cazar.

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