Samanta,
Samanta, y Samanta
(Artículo publicado el domingo, 3 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Su culo lleva engordando al amparo de
Mediaset, en la irrelevante Cuatro, diez años. Se dice pronto llevar diez años
siendo el centro del despacho, de la productora, del barrio, de la planta de tu
edificio o de la urbanización en la que vives, el centro de tu programa, el
centro del mundo, y el centro del universo. Samanta Villar tiene un ego a prueba de ecuaciones, disertaciones,
ilusiones, depreciaciones, eyecciones, y eyaculaciones. Sobre todo eyaculaciones.
De todo tipo, a topo tren, valga lo que valga, caiga quien caiga, que ella es
ELLA y sus cosas. Samanta Villar es una periodista de raza, de esa raza que
hace de sí misma la noticia, el debate, la gracia, la repulsa, el sí y el no,
lo bueno y lo malo. Ni que decir tengo, a estas alturas de la pieza, que
Samanta Villar me supera, que no la trago, que me puede, que no es cosa
personal sino medioambiental y mediopensionista, que no es cosa de ir dando
voces por ahí como un loco sino de poner las cosas de esta señora en
cuarentena, haga lo que haga y diga lo que diga. ¿Lo de dicho ya? Me supera. No
la trago. Lleva dos programas del nuevo, pero viejísimo formato. ¿Cómo se
llama? Ponga un “Samanta” donde pille, y ya lo tiene. Hasta ahora era 21 días –con Samanta-, Conexión Samanta, Samanta y…, 9 meses con
Samanta, y La vida con Samanta,
que es el último parto. Así que nos queda La
muerte con samanta, La fiesta con
Samanta, La cena con Samanta, La merienda con Samanta, Robar con Samanta, Preñarse otra vez con Samanta, o Giñar con Samanta. Centrémonos en La vida con Samanta. Con el del lunes son dos emisiones. Y me
parecía mucho sin hablar de sexo, que le pirra. Ha hecho de puta, de madama, de
guarrilla de películas de vídeo club barato, de adicta al dame por aquí, dame
por allí, se ha vestido de bebé para hacerlo un poco más perverso, y se fue a
una cita en un bar fino para conocer a un tipo que, según un experto en
algoritmos, podría ser el hombre de su vida. Ella acabó afeitándolo a él y él
maquillándola a ella. Y basta, dijo Samanta, que me pierdo, que tengo mi vida,
y no quiero tirarla por aquello de todo por la audiencia. Fue en la semana
pasada, que además retrató a parejas raras, poco frecuentes, como la de Lourdes –apenas un metro y medio,
blanca- y Makhtar –cerca de dos
metros, negro- o la de David y Mariana, bebés adultos amantes del
pañal –a la señora Villar le pirran estas cositas-.
El
pene de Carlo
La señora Villar sabe poner caras
–estudió arte dramático-, agranda los ojos, sabe hacer aspavientos sin aturdir
a sus “víctimas”, hace comentarios mirando a cámara sin apenas pestañear, es,
digámoslo, una maestra en esto de la comunicación sensacionalista, pero de
forma torticera, es decir, dando gato por liebre, es decir, un poco teatrera,
es decir, faltando a la ética periodística, es decir, fingiendo, exagerando,
elevando a categoría de investigación lo que sólo es un paseo morboso por sus
temas preferidos, aquellos que van del coro al caño, del pito al coño. Y
llegamos al meollo de La vida con Samanta,
o sea, al pene labrado en escenas de porno gay del rudo actor italiano Ruggero Freddi, seudónimo de Carlo Massi, hoy profesor de
Matemáticas en la universidad La Sapienza de Roma. Y encontró oro. De sacar la
flauta en el pasado y vivir de ella en tórridas pelis sin guión pero con mucho
mete saca, a profesor de Análisis Matemático. Esta semana La vida con Samanta ha contado el pasado de sus invitados, sea el
del pene de la estrella del porno, sea el pasado permanente en el que vive la manoseada
comunidad menonita argentina, protestantes de tradición anabautista que tiene
la biblia como ley, comunidad convertida en circo televisivo muy conocido por
la chifladura de su forma de vida, sin electricidad, sin música, y por supuesto
sin el demonio en casa que es la tele o internet. O sea, lo que hemos visto
decenas de veces en reportajes más serios, rigurosos y trabajados, y sin
necesidad de tragarse la presencia de Samanta. ¿No contó nada de su propio
pasado la estrella del programa, la propia Samanta? Qué tontería, pues claro. Quedó
monísima en el coche de sus años universitarios con el que viajó a su niñez
valenciana como alumna de EGB para hacer el teatrillo de la emoción por la
vuelta al colegio para repasar momentos y experiencias que han hecho que la
niña de entonces sea la mujer que es hoy, menudo ego se ha fabricado la Villar.
Otra
vez Andreíta
Otro viaje al pasado esta semana ha sido
la entrevista en exclusiva que le ha hecho el radiofonista José Ramón de la Morena –qué cara más rara tiene este hombre, qué
ojillos de conejo tiene, qué brillo de muñeca encerada- a Mariano Rajoy, un regreso al pasado en sí mismo, para decir lo que
ya sabíamos, que está feliz, que se ha adaptado a su nueva situación como un
jabato, y que si se hunde el mundo, el tipo se aparta a un lado para que no lo
roce y pueda seguir leyendo “prensa, pero prensa deportiva”. Eso fue en Onda
Cero, pero otros medios, casi todas las teles, y sin Samanta Villar dándoles
ánimo, han emprendido su particular regreso al pasado para instalare en el bucle
sin fin de la tele de los noventa del siglo pasado con el caso del crimen de Miriam, Desirée y Toñi, pero
ahora con el bocado en el pescuezo del chiquillo atrapado en el pozo de la
Axarquía. La pornografía televisiva ejercida sobre la muerte de Julen es un espanto, un dolor, una
vergüenza en la que hasta TVE, que no debiera, participa. También la semana ha
testificado que hasta Belén Esteban
está harta de viajar atrás, y todo el rato, hasta dar con Jesulín, del que en Telecinco llevan dando la matraca 20 años. De
nuevo, la mamá de Andreíta cómete el
pollo, coño, abandonó el plató de Sálvame
porque “estoy harta del tema”. Jamás, pero jamás de los jamases, dos años de
relación, de 1998 a 2000, han dado tanto fruto, un ir y venir sinfín al pasado,
a aquella época para sacar adelante las lentejas de esta. Al final, como apunta
Samanta en La vida con Samanta, la
vida es la tele, y la tele es un viaje interminable al pasado. Qué lista es la
puñetera.
La guinda
150.000
euros
Más o menos es lo que tiene ahorrado la
actriz Anna Castillo –por Viaje al cuarto
de una madre estaba nominada a mejor actriz de reparto en la gala de los
Goya que anoche se celebró en Sevilla-. Ese dato tan personal no es frecuente
saberlo, y mucho menos que sea la propia interesada en decirlo. La catalana
visitó La resistencia, el programa de
David Broncano en Cero, de Movistar, y esa sección ya es un clásico.
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