Embarquémonos
(Artículo publicado el jueves, 24 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Lo que propone El embarcadero –en Movistar, completa la
primera temporada-, no es frecuente, es más, te pilla a trasmano, porque quizá
como ejercicio de reflexión, como producto creativo, te guste y lo disfrutes,
pero si lo vives en tus carnes, sobre todo en tu corazón, quizá la cosa cambie.
El embarcadero es la historia de un
hombre enamorado a pares. Ya lo dijo cantando Antonio Machín. Yo no puedo comprender, decía la letra, cómo se
pueden querer dos mujeres a la vez y no estar loco. Pues eso, el primer capítulo
de El embarcadero te pone frente a la
tesitura que vive Óscar, Álvaro Morte,
un tipo que parece que no finge, que no dice un guión, que no interpreta,
queriendo al mismo tiempo a Alejandra, su esposa, la siempre creíble Verónica Sánchez, y Verónica, Irene Arcos. Y queriéndolas mucho, como
si cada una fuese única y no existiera la otra.
La muerte de
Óscar, que sucede en el minuto 20, deja caer la cortina de la realidad que,
sobre todo su mujer, desconocía porque jamás podía sospechar la otra cara del
corazón de Óscar. A partir de ese momento se inicia una reconstrucción
sentimental de los ocho últimos años de relación apasionada que vivía el
protagonista con la amante. ¿Amante? Ahí está el quid de la serie. Volvamos al
principio. ¿Se puede amar a dos personas a la vez y no sólo no estar loco sino
no ser un sinvergüenza? No estamos preparados para eso. Creo que no, mucho
menos si te toca llevar “los cuernos”. Sonia
Martínez parió la idea que desarrolló Álex
Pina y Esther Martínez, y
dirigió Jesús Colmenar y Álex Rodrigo. La Albufera valenciana
pone el contrapunto lírico y dramático de la historia, un lugar hermoso para
embarcarse en una aventura parecida. O no.
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