La Vox
(Artículo publicado el jueves, 3 de enero de 2019, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
La última noche del
año en la tele es, desde hace varios, la cosa tonta de ver si Cristina Pedroche acaba enseñando el
chichi. Este tampoco lo enseñó. Y también si Alberto Chicote seguirá adelgazando. A ver en qué quedan asuntos
tan capitales cuando termine el que acaba de comenzar. Ya ni siquiera interesa
saber cómo lo hizo Roberto Leal en su
estreno en La 1 –qué traje más feo le pusieron-, junto a la maestra Anne Igartiburu. Y por supuesto, las
uvas en Telecinco son un agujero negro televisivo. Han pasado no sé cuántos
días y aún no me he enterado de quién puso la cadena para acompañar a su
audiencia. La nochevieja no es nada de eso. La nochevieja es, también desde hace
algunos años, el especial de La 2 de Cachitos
de hierro y cromo. Podría ahorrarme esta pieza yéndome a mi archivo, copiar
el artículo del pasado año, y publicarlo hoy.
Junto al
especial de José Mota, Cachitos de hierro y cromo, copando las
dos cadenas públicas nacionales, es lo mejor de la noche. Pero lo mejor, con abismal
diferencia, con descojonante diferencia. El Cachitos
que marida archivos de RTVE, que echa mano de gente de Radio 3, y que presenta Virginia Díaz, alcanzó una cota de
humor que rozó la gloria este año, una combinación de ingenio, inteligencia,
chispa, hilaridad, complicidad y arañazo social que consiguió que muchos no
pudiéramos irnos a la cama a la hora en que nos hubiera gustado para estar
frescos y escuchar en pijama el Concierto
de Año Nuevo del día siguiente, el otro gran clásico de estos días. Valga
este ejemplo. Mientras cantaba Bertín
Osborne el New York de Frank Sinatra,
se leía en los rótulos La Vox. Resumir en una palabra tanta mala uva es cosa de
ingenio, acidez y tino. Qué grandes.
Muy cortito
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