Negros y gitanos
(Artículo publicado el sábado, 22 de diciembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Blanda con el
fuerte y dura con el débil. La bien cardada Ana Rosa Quintana, lideresa de las mañanas de moco y semen, de
sangre y chisme, de chusma y zafiedad, se tiró al cuello de Manuel Montoya, reblandecido y aturdido
por los focos y el tercer grado al que la reina del suceso sometió al padre de Bernardo Montoya, asesino confeso de la
pobre Laura Luelmo, con una
entrevista nauseabunda que sólo a presentadoras de esta calaña se le ocurre
hacer sin que nada se le descuelgue de su sitio. A ver, preguntó de sopetón la
periodista al hombre, que atendió a Telecinco sentado en el salón de su casa,
¿tiene dos hijos asesinos o tiene más? El buen señor aseguraba que no quería
saber nada más de su hijo, que tenía que pagar todo el daño que ha hecho, que ellos
no tienen la culpa de lo que haya hecho Bernardo, y que están destrozados por
el dolor de la familia de la chica, y que lo sienten de corazón.
Ah, no, pensó la
sargenta Ana Rosa, la cosa no es tan fácil, no se me va a ir de rositas -¿como
se le fue con complacencia y gusto Santiago
Abascal, el hombretón que tiene un pecho estupendo, quizá de hacer pesas
mientras afila su Vox en mítines de fuego?-. Está bien que lo sienta por esa
familia, sentenció la jueza de la mañana, “pero nunca podrá sentir lo que la
familia de esa chica inocente”. Hay que tener un corazón de hierro oxidado para
decirle eso a un hombre que trata de ponerse en el lugar de los padres de la
chica asesinada, dejando al aire la duda de que el crimen de su hijo es un
crimen cuya culpa ha de asumirlo él y todos los de su ralea. Por cierto, Famous, el guapísimo negro de Operación Triunfo, ganó el concurso de
TVE, que si no…
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