Cuatro,
tres, dos, uno… cero
(Artículo publicado el domingo, 20 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Cuatro se va a
negro. Es el final. El haraquiri. El puñal desde dentro. La madrasta del cuento
se ha quitado la careta y actúa como los seguidores de la ultraderecha que
tienen el alma negra de haber aguantado tanto tiempo sus hemorroides
ideológicas en silencio y ahora, jaleados por los partidos que los cobijan, se
han destapado y se encaran y en la calle desafían con la barbilla retadora y la
mirada desafiante. Los dueños de Cuatro lo tienen claro con Cuatro. No saben
qué hacer con la cadena, pero ya hace tiempo que la empezaron a desmantelar. Paolo Vasile es un cínico pragmático, y
como jefe supremo de Mediaset, mete tijera o zurce remiendos, pero no para
quieto, que para eso le pagan. Y muy bien, aunque quizá no tanto como uno de
sus empleados del circo para el que trabaja, el señor Paquirrín e Irene no sé
qué, que se embolsan a la semana, como se decía aquí hace unos días, un pastón
entre los dos gracias a la audiencia, que apuntala el despropósito. Parece
claro que para apuntalar el edificio con aluminosis de Cuatro han echado mano
de Risto Mejide, que se adapta a lo
que le echen, que lo mismo te hace de avinagrado jurado de la última chorrada
para salir del anonimato la niña de pueblo o el nene de barrio, que se pone en
plan Pepa Bueno y te hace una
entrevista en su sillón Chester, Chester
que el domingo pasado regresó en su octava temporada con Jesús Vázquez como invitado, con el morbo añadido por ver si, como
pasó en 2009 en la Operación Triunfo
de Telecinco, donde discutió con Vázquez hasta ser expulsado del plató, ahora
era Risto el que echaba al colega, y no, no fue así. Contó Jesús Vázquez un
drama infantil que aún lo persigue, y es que aún teme que alguien, como cuando
era crío, le haga daño. Y contó que el conocido como caso Arny –por el bar gay sevillano denunciado a mitad de los 90
del pasado siglo por prácticas de prostitución infantil-, que le salpicó a él y
a otros famosos, fue una caza al maricón con la connivencia de jueces, policía
y caverna mediática, y que al final fue absuelto porque los menores dijeron que
se habían inventado los hechos. En el mismo Chester,
Lydia Bosch contó que después de
morir su padre, un día, mientras ella viajaba en tren, mirando al cielo, vio su
cara entre las nubes. Nada que decir, cada cual gestiona las pérdidas fuertes
como puede.
Los
Boxonaros
Dicho esto, Chéster es de lo mejor que queda en
Cuatro. Don Ricardo Mejide Roldán te hace además de Fran Blanco, y aunque no sea Zapeando,
Todo es mentira es un buen formato
para las áridas tardes de la cadena, que lleva tiempo convertida en un
vertedero de extravagancias, y por si alguna faltaba, el jefe descargó en su
parrilla los camiones de residuos con un cargamento tóxico, caduco y rancio como
Mujeres y hombres y otros
anabolizantes. He dicho que Todo es
mentira es un buen formato para las áridas tardes de Cuatro. Pero ay, eso
ha durado un suspiro. Mejor, duró unas horas. La audiencia de Todo es mentira va más cuesta abajo que
el centro reformista del PP de Pablo
Casado, al que vemos a diario en su personaje del Club de la comedia con su micrófono de boca y sus cicloramas de
paisajes y su sonrisa fingida y forzada y sus maneras de chico listo y sobrado.
¿Y qué ha hecho la productora de Todo es
mentira para revivir el programa? ¿Llamar a los políticos del panorama
patrio para que Pedro Sánchez, con
el asunto de los Presupuestos Generales, cuente el chiste de los Boxonaros,
como llama al Rivera de Ciudadanos y
al “Aznarín” popular? Pues no. Les doy
una pista. La productora es La fábrica de la tele, la de Sálvame. ¿Ya? Pues claro. Si Todo
es mentira se hunde porque la
audiencia que ha ido construyendo la cadena no está acostumbrada al trazo fino
del humor con su pizca de ironía, de
chispa social, y exige un mínimo de información sobre la actualidad, pues se le
da lo que quiere. O sea, se invita a Belén
Esteban, que sale del plató de “mi programa” en Telecinco y se mete en el
plató de Risto en Cuatro. Así, así es, como lo leen, y el sumario ha dado la
vuelta al calcetín y ha puesto a sus brillantes colaboradores a hablar de Gran Hermano, así, como lo leen. O sea,
otra mierda.
Risto
y Chaparro
Las mañanas de
Cuatro son hoy un páramo de series yanquis que sólo ve el que pincha el vídeo.
La cadena se ha bajado de la competición. La pobre Toñi Moreno, al frente de la reunión de chonis de gimnasio, trata
de llevar con la máxima dignidad, si se pudiera unir Mujeres y hombres y viceversa y dignidad, como mejor puede. Pero
tampoco cuajó y la espantada es
mayúscula. Hasta hace unas horas, Cuatro mantenía cierto orgullo con sus
informativos, pero también han caído vareados como las aceitunas de los
olivares de mi pueblo en esta época. La analista Ana Rosa Quintana, visionaria y sabihonda por naturaleza, habló en
su programa matinal de lo que está pasando no sólo en Cuatro, que cerró el
grifo al informativo de la noche y ha dejado en braguillas de ocho minutos al
de mediodía, con Carme Chaparro, la de Noticias Cuatro 1, en la rampa de
salida, sino en Mediaset, el emporio. Que Mediaset está en un momento de
ebullición y agitando el tablero, dijo AR. La ebullición, agitación, y
cancelación informativa se hacen verbo y carne en el programa de Risto y en el
nuevo destino de Chaparro, que competirá con Más vale tarde. Pero no hay que tirar petardos al aire, ni mucho
menos. ¿Recuerdan que Sonsoles Ónega,
periodista del clan ídem, creía que Ya es
mediodía sería un programa de actualidad política en Telecinco y a los dos
días la mano de dios lo convirtió en la mierda chismosa que es hoy, dando
cabida a los ninis de la cadena? Pues eso, por ahí irá la agitación que
Mierdaset aplicará a lo de Chaparro. Parece que alguien, desde un control no
tan remoto, está ante unos paneles como los que vemos cuando los científicos de
la NASA esperan la llegada de la nave a su destino, para decir en voz susurrada
la cuenta atrás de la desconexión definitiva de Cuatro, tres, dos, uno… cero.
La guinda
Celia,
vividora
El día 15, a la
salida de la investidura de Bonilla como presidente de Andalucía, un grupo de
mujeres increpó a la diputada del PP Celia Villalobos llamándola vividora en un
día de protestas por la llegada de Vox a ese parlamento. La señora del Candy
Crush siempre luchó por la igualdad hasta con su partido en contra, es la
verdad. En Espejo público, ay, le
salió la vena tonta y dijo que “por su aspecto, eran de Podemos”. Vaya.
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