Pollitos
estofados
(Artículo publicado el domingo, 6 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
La página web de
TVE se ufana, se infla como un rey mago blanco tintado de negro, de contar con
los aspirantes a cocineros más pequeños que nunca. Algunos, sigo en la web,
“casi no llegan a las encimeras”. Pobres niños. No me sale otra cosa. La última
tanda de cocineritos forman parte de las anteriores, pequeños en manos de
mayores, con lo que a los mayores les gusta el parné. Ya vamos por la edición
número 6 de Masterchef junior. TVE le ha tomado el gustillo al formato, y
como Telecinco con Gran hermano, en
La 1 no hay descanso, así que las cocinas no paran de echar humo, ya sea con
cocineros de alto renombre –Mastechef
celebrity- , con aspirantes anónimos adultos –Masterchef a secas-, o con renacuajos de ocho a doce años como Blanca, Noa, Candela, Jaime, Izan, o Pachu. Está
claro que los escogen por algo más que por saber cortar verduras sin cortarse. La
fama es dura, lo sabemos, y llenar la pantalla de la tele pública un par de
noches a la semana, y en horas consideradas de alto consumo televisivo no es un
regalo que te llega del cielo por tu cara bonita, que también. Hay que ser o
pizpireta o redicho, o parlanchín o simpaticón, o ambicioso hasta el rechazo o
competitiva hasta lo impropio en esa edad. Los elegidos y elegidas no pueden
ser cualquiera. El espectáculo es cosa seria. Hay que elegir bien, como se
eligen los perfiles de quienes de desgañitarán en la casa de Guadalix de la
Sierra, que dar con diamantes brutas como la peruana Miriam Saavedra no es cosa fácil –casi me da una apoplejía cuando
el otro día, creo que con la escurrida sílfide de Alberto Chicote, sometido a un régimen alimenticio tan eficaz que
el año que viene el cateto Josie que
idea los disfraces, para la noche de las uvas, podría pelearse con Cristina Pedroche a ver quién de los dos
enseña el culo, pues eso, que por poco me quedo loco al enterarme de que Mario Vargas Llosa, literato con Nobel
en su estantería, la felicitó por ganar Gran
hermano. El contacto con la Preysler
está dando sus frutos en tiempo récord trastornando su cabeza-.
Aznar
en Botella
Y como parece
ser que en Masterchef se va hasta la
presentadora –desde el lunes se verá a Eva
González, quien la vea, en la nueva camada de futuros cantantes que
engrosarán las listas del olvido que salgan de La voz, ahora en Antena 3, camada que formará club con los de Operación triunfo y parecidos chiringuitos
canoros-, quizá sea por lo que la cocinera Samanta
Vallejo-Nájera se ha restaurado como una muñeca chochona la faz, quedando
como quedan todas, tirante de piel, brillante de mejillas, inflada de pómulos
creyendo que así vence al tiempo y se hará eterna presentando junto a Pepe Rodríguez y el avinagrado Jordi Cruz las mil ediciones futuras
que aún quedan de Masterchef, que
seguro que seguirá contando con el panocho Mario
Vaquerizo para hacer el chota, soltar unas plumas, decir cuatro simplezas,
y llevárselo crudo. Ha dicho Samanta que este Masterchef junior es la entrega más divertida, dinámica, fresca,
oh, ah, ay, yupi, y chachi que se ha visto. Aunque a mí, ah, oh, ay, me parecen los mismos
pollitos en el mismo corral haciendo monerías. El Gran Wyoming, desde el corral de los adivinos, ha demostrado que
tiene boca de cabra –o sea, poder de profetizar-. Yo no me conformo con que la
señora Ana Botella coja la cartera y
se vaya, yo quiero que esa señora se siente delante de un juzgado por
prevaricadora, dijo en 2015 el rico presentador de El intermedio en una charla ante un público entregado. Y se
cumplió. Doña Botella acabó hace unos días estofada en el juzgado, que la
condenó a pagar 26 millones de euros por malvender pisos públicos a empresas
dedicadas al chalaneo especulativo inmobiliario siendo alcaldesa de Madrid,
millonada que tendrá que abonar junto a otros cargos de su equipo. El gallito Aznar, que se sepa, aún no ha sacado el
cuello por su pollita, aunque es de imaginar que el labio superior se le ha endurecido
más y el cabreo que sienta será mayestático, como corresponde a pavo que se
cree real, tan suculento en la olla.
Barba
y bomba
Y como no hay
dos sin veinte, aparece de nuevo en La 2 un cura de alto copete, un pollo que
se tiene por gallo según vestimenta. A José
Antonio Reig Pla y a su empresa se le volvió a regalar un tiempo divino en
un formato de entretenimiento conocido como El
día del señor. Qué marcha. Con sus ropas de extravagancia muy mariquita,
drapeadas, sedosas, bordadas en oro –no hay miseria, que la orgía ornamental,
sueldo del político tras la máscara religiosa, y mantenimiento del negocio lo
pagamos todos, sean o no sean feligreses-, el iluminado monologuista la
emprendió otra vez contra los homosexuales, la ley del aborto, la de igualdad
de género, contra los inmigrantes, contra el matrimonio entre personas del
mismo sexo, en fin, bazofia que la tele pública permite para asombro del
gentío, que en las redes sociales bramó su perplejidad. ¿Hasta cuándo se
consentirá este desmán, impropio de una tele pública que no debe amparar
semejantes monsergas que fomentan el odio? Aunque hay que reconocer que quienes
diseñan la moda con que visten a estos actores bufos con ropajes de opulencia y
opereta bien podrían apuntarse a la nueva edición que La 1 anuncia de Maestros de la costura, de nuevo con el
simpar Lorenzo Caprile, el costurero
real, con una malafollá casi de Granada, y Alejandro
Gómez, uno que en vez de pollo se hace llamar Palomo, ve tú a saber por
qué. He dicho Granada. Y enseguida he notado en la cara el zurriagazo de miles
de banderas de la patria, compradas en el chino de la esquina, para ver quién
la tiene más grande, si los del PP o los del vaquero de Vox, que se la medían
en la plaza del Carmen granadina tratando de demostrar que su amor a la “Toma
de Granada” del siglo XV por los Reyes Católicos es su actual rechazo a los
infieles de barba y bomba. El espectáculo estaba servido, y las imágenes de tan
rancio abolengo de pendones flamígeros, saltó en horas a los telediarios, que
cocinaron unos caldos incomestibles con gallina vieja.
La guinda
Cómico
Imbroda
La política es
cada vez más una extensión teatral. Hasta señores en edad de sensatez como el
presidente de Melilla, del PP, Juan José Imbroda, actúan como un “showman” que
entretiene al respetable. El otro día, para decir que Pablo Casado jamás subirá
al Falcon con su perra, lo hizo con su banderita en el bolsillo de la camisa moviéndose
sobre la tarima como un avezado cómico. ¿Recompensa? 10 segundos de Telediario.
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