viernes, 8 de noviembre de 2019

Maldeojos. María Patiño


María Patiño
(Artículo publicado el sábado, 2 de noviembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Después de décadas viendo la tele para luego contarles mi opinión sobre esto o aquello, o sobre este o la otra, creo haber llegado a una idea irrefutable, ese tipo de ideas por las que estás dispuesto a matar, como la otra. Creo que la gente de la tele, o sea, la gente de la tele de verdad, la que termina siendo como alguien más de la familia, no es que salga en la tele cada vez que la enciendes, es que vive en la tele, sí, dentro, dentro del chisme, sin contacto con nadie más, ni con familia ni con amigos, aunque cuenten lo contrario. Es difícil de aceptar esta teoría, pero no acepto otra para explicar por qué algunas, por qué algunos, se hacen tanto daño sin que nadie de su entorno, sea primo, hermana, tía, o novio, o mujer o madre no le advierten de lo que empezaron a hacer como un juego y ya no pueden parar hasta convertirse en la deformidad monstruosa que son hoy.

     Lo advertí hace tiempo en la cara de Bibiana Fernández, que de una belleza que apenas necesitaba agua clara por la mañana se convirtió a sí misma, con la inestimable ayuda de un puto cirujano sin escrúpulos, en la horrenda mujer de gesto plastificado y grosero que es hoy. Hay otras, pero de golpe, la que más me ha llamado la atención en el mundo tele es la degeneración alarmante, hasta el límite del horror por su tremebunda fealdad, por su máscara sin vida, que exhibe su dueña, María Patiño, que, para darle un tono de rigor a mi afirmación, me voy a los archivos de internet y comparo su cara de ayer con su cara de hoy. Un monstruo de pómulos punzantes, nariz respingona a base de rebanar carne o vaya usted a saber, y labios como globos inflados por el enemigo. Esa mujer era antes bonita, pequeña, pero graciosa. Hoy es un cadáver sin alma cubierto de potingues.


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