Erecciones en elecciones
(Artículo publicado el domingo, 10 de noviembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
No es lo mismo,
pero suena casi igual. Donde se ponga una erección que se quite una elección.
Vivan las erecciones suena mejor que vivan las elecciones. Según la edad, una
erección es mucho más importante que una elección por mucho que la cargue el
diablo y afecte a miles de personas, y ya se sabe que las elecciones las carga
el diablo más travieso. Pero una erección es cosa íntima, doméstica, una dureza
que se puede quedar ahí o propagarse como se habla de un festival, de la hora
de una comilona, creo que me explico. Ver a un tío empalmado llama mucho la
atención, y no sólo entre el sector de los homos. A un hetero le enseñas la
foto de un menda enseñando debajo del gallumbo el bicho con la cabeza alta y lo
mira, vaya si lo mira, aunque sólo sea por comparar, que también es muy de
machos. Lo de toda la vida. Eso de ver quién la tiene más grande. En el fondo,
las elecciones de hoy también pueden verse como una medida. A ver quién maneja
más. De hecho se la miden sólo chicos. ¿Ganará la de Sánchez? ¿Será Casado,
el de la barbita, quien dominará el cuarto oscuro? ¿Se la está afilando Rivera, el más joven, para luego
exhibirla en todo su esplendor y decir mirad qué hermosura, y eso que el CIS de
Tezanos nos decía que la nuestra
esta vez sería una picha de bebé? ¿Será, por dios, la Tizona de Abascal, ese hombretón, la que domine
el reino y someta al infiel a golpes de dureza sedosa, tendrá que agachar la
cabeza ante semejante beldad, arrodillarse ante su irrefutable potencia el
jovenzuelo del PP y, en silencio, o dándose golpes de pecho, contar con la
diosa ultra? Qué hombre, qué pechos, qué andares, qué cosa. ¿O será, que se me
olvidaba, la pichilla del bebé Errejón
la que nos dará la sorpresa y al sacarla de entre los pañales deslumbre al
personal por su hermosura, envidia y poder de decisión al poner su secreto
encima de la mesa como quien dice, hala, aquí está, esto es lo que hay si
alguien la quiere?
Grandes personalidades
Si nos dejamos
de metáforas llegamos corre que te pillo al junco El Cejas, que tiene una
personalidad tan grande tan grande que no le cabe en los calzoncillos, dice Jorge Javier Vázquez, y para que nadie
dude el realizador pincha un plano con el paquete del tirillas que hace que María Patiño salte con un “qué
barbaridad, si le llega a la cintura”. Y no estaba de erecciones. Dicen que a
los delgados, sigue disertando el experto Jorgeja, se les va la carne al mismo
sitio, refiriéndose al concursante de Gran
Hermano mientras el plano enseña al delgado “influencer y cantante”
–chúpate esa, Maricarmen- embutido en una malla choricera que señalaba “la
personalidad del joven”. Se ve que Gran
Hermano es una fábrica de embutidos sin fronteras. Lo digo porque sin salir
de su casa también se vio la alegría de un tal Gianmarco Onestini, italiano que participa –expulsado ya- en el
basurero. La escena es dulce, acaramelada, incluso tierna. En ella, tumbados en
camas separadas pero juntas, se ve a Gianmarco mirando con ardor a una tal Adara, o Ataja, o Alhaja, o como se
llame esaa señora que siempre va con los morros muy, pero que muy pintados de
rojo y que se deja engatusar. Gianmarco es un maestro del empalme. Necesita
poco. Sólo le toca el pelo a la paloma, pero es suficiente para que,
retirándose el edredón que lo cubre y esconde, dé un salto, le diga a la dama
que no lo espere despierto porque se va al retrete –seguro que para trastearse
allí y desfogarse-, y es cuando las cámaras, que están en todo, muestran la
cosa. La cosa es una erección plomiza, puntiaguda, ferrosa y toril que levanta
los ¡ohhh! unánimes en el plató, tanto
que, por una vez, deja sin palabras al dicharachero presentador. Pero no hay
dos sin tres, y sin salir de Gran Hermano.
Quizá ahí falten neuronas, no lo sé, pero lo que no falta es testosterona para
levantar un pino en mitad de las ingles. El tercero que enseña el bulto medio
erecto es otro tal, un tal Pol Badía,
que era, es, o ya no será jamás el novio de un tal Maestro Joao –que dios me pille abstemio total, que si no la lío-.
Este Joao es el señor que para tocar carne joven, culo prieto, se inventó el
rollo de que tocando nalgas vivas es capaz de adivinar el futuro, y también el
que cada mañana, sin erección ni hostias, alarga sus pestañas con rímel como
una vieja travesti de club de alterne barato. Y el Pol haciendo pesas en el
jardín de Guadalix, antes de ser expulsado del paraíso, se quedó en bañador,
enseñoreó la sombra de sus partes, y en las tertulias hablaron de “la gran
personalidad que posee”, y eso que el bicho, muerto, ni estaba de parranda.
San Nabo
Todo no va a ser
pitos en esta columna. Por eso traigo aquí a Mónica Naranjo –Mónica y el
sexo, Cuatro, altísima madrugada-, que habla de chochos, como suena. Frente
a las elecciones, erecciones de chochos. Pues bien, a pesar de nombre tan
llamativo –todo lo que lleva la palabra sexo es llamativo y atrae como un
pecado-, Mónica y el sexo no lo ve,
según los datos de audiencia, ni la propia Naranjo. Me recuerda tanto a la
panfollada de Samanta Villar que me
aburre antes de verlo. Que si el poliamor, que si adultos que entran en
erección cuando se ponen pañales de bebé, que si látigo y dominación, que si
necrofilia, que si zoofilia y bestialismo. En realidad, Mónica y el sexo, según su web, dice que la cantante emprende un
viaje vital que la lleva a recorrer diferentes países para descubrir sus
maneras de vivir la sexualidad con una mirada abierta. Genial. Y decido ver un
poco del viaje que la diva hizo a Brasil. Se llevó a Boris, no me pregunten por qué, así que la cosa no pintaba nada
bien. Mónica se tomó una viagra, se puso a bailar samba, y acabó diciendo que tenía
tanta sensibilidad que hasta la costura del pantalón le encantaba, y que el
pubis era una fiesta. Mónica y el sexo
es una mala elección porque ni siquiera hay erección. A ver si esta noche,
cuando abran las urnas, celebramos las elecciones con erecciones, o como hizo Yolanda Ramos en Masterchef, erigiendo a San Nabo como guía de vida “para no volver
jamás a pasar hambre”. ¿Qué tipo de hambre? Ustedes me entienden.
La chispa
Salvajes
Antes de la gala
de los premios Princesa de Girona vimos imágenes que avergüenzan. A las puertas
del Palacio de Congresos donde la niña Leonor se estrenó en este acto junto a
su familia un grupo de salvajes escupió, vociferó, zarandeó, y montó el pollo a
los que trataban de acceder al interior. Se llaman independentistas catalanes.
Sus caras de odio y rabia y su desaforado incivismo invalida cualquier
reivindicación por muy justa que sea.
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