domingo, 22 de octubre de 2017

Maldeojos. Emperrinarse



Emperrinarse
(Artículo publicado el sábado, 14 de octubre, en diarios de EPI PRESS)

     Digamos que un amigo mío, entre el cachondeo y la altiva ignorancia, dice emperrinar en vez de empecinar. Emperrinar vendría de emperrar, emperrarse, seguir erre que erre con algo o con alguien. Algo de razón lleva en el nuevo término, incluso suena bien si emperrinar lo consideramos como suma de emperrarse y empecinarse. Los seguidores de La que se avecina siguen empecinados, emperrados en sus tramas, emperrinados en seguirla. La que se estrenó la semana pasada fue la décima temporada. Ya mismo, otra serie de récord. En su vuelta hizo un magnífico, atronador 24% y superó los 3.600.000 espectadores. No es poco. Es más, es mucho tal como está el alma de la audiencia, que no admite muchos tábanos revoloteando en el chichi. Como daño colateral del regreso de los histriónicos vecinos de Montepinar, Tiempos de guerra.

     Siempre hay algún herido en la tele si es de otro la victoria. Quiero decir que La que se avecina es un éxito sin matices que además encaja como un guante sedoso en el perfil de audiencia de esa cadena cuya vulgar zafiedad es seña de identidad. ¿Es zafia La que se avecina? Para mí sí. Lo digo de otra manera. No soporto los gritos, no soporto esas actuaciones tan pasadas de rosca, no me gustan esos personajes que tanto me recuerdan a Aquí no hay quien viva –tenía su gracia entonces, era novedad-, quizá porque sus creadores son los mismos, Alberto y Laura Caballero, y no soporto nada de nada la exhibición de chabacanería arrabalera y deslenguada grosería. Justo lo que, quizá, sea el atractivo de sus seguidores. Por si faltaba algo he visto la presencia horrible de Paz Padilla, pesadilla por la que no estoy dispuesto a pasar. Sigo emperrinado contra ella.

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