Bendiciones
(Artículo publicado el sábado, 7 de octubre, en diarios de EPI PRESS)
Bendiciones,
dice el jeta Sandro Rey al
despedirse de las insensatas que lo llaman por teléfono para que les hable de
su futuro en el trabajo, en la salud y en el amor. Este tipo no tiene, como los
de su cuerda, escrúpulos. Pero las bendiciones de las que hablo son de otro
tipo. También llegan de una corporación sin remilgos, pero al menos su legado
es de los que levantan a pulso a cualquier criatura un poco sensible. Dejémoslo
ahí. El Vaticano no es cualquier cosa. Aunque se vincula a la fe, a la
católica, todo el mundo sabe que nada tiene que ver con ella. Que la
institución, ese estado, se ampara en ella para controlar otras cosas, desde la
política a la economía, y que su ambición terrenal es desmedida. Que el papa de
Roma no es más que un instrumento de poder para mejor servir a un ente que
lleva el pecado, la corrupción, la avaricia y la falta de escrúpulos a límites
de magisterio universal.
Leyendo lo
anterior, aunque añadiéndole el toque de genialidad, de exquisita belleza, de
contraste y de perturbación cultural que le atiza a sus trabajos el refinado y
provocador director de cine napolitano Paolo
Sorrentino, parecería que estamos hablando de esa genialidad de una
petulancia corrosiva llamada The Young
Pope. Es una película de 10 horas de duración, imposible de emitir en una
pantalla grande, así que se dividió en forma de capítulos “emitibles” en
televisión. The Young Pope relata la
historia del papa ficticio Pío XIII, que encarna, rozando la genialidad, Jude Law, ultraconservador, que no
desea que su imagen se convierta en chapita de nevera, en producto de
mercaderes. The Young Pope es mucho
más, y el Vaticano ha dado su bendición después de un año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario