lunes, 10 de junio de 2013

Maldeojos. Menos lobos, debatientes



Menos lobos, debatientes

      Uno en casa puede llegar a las manos con el de enfrente, con el energúmeno que dice cosas con las que no estamos de acuerdo mientras el vecino, al que casi oímos a través de la pared, aplaude lo que a mí me repugna. Si esto ocurre, que puede ocurrir, quien gana es la cadena que monta ese tablao para conseguir el efecto deseado. Antes, en la televisión canallita llena de canallas del mundo rosa, tanto de un bando como de otro, es decir, los que hablaban de unos como expertos y los famosos objeto de esas habladurías, montaban escándalos muy sonados. Las navajas verbales volaban por el plató. Pero ese circo seminal empezó a decaer por hastío del personal, y las cadenas, que no le tienen apego a nada en especial si la audiencia no se lo tiene, hicieron limpieza y empezaron a caer torres que parecían eternas. La Noria, ¿Dónde estás, corazón?, y algunas otras citas que hoy suenan a televisión rancia e imposible, quizá porque no está el corazón para chismes de corazones que no sean los que va destrozando la realidad. Pero eso ocurre en las televisiones normales. El corazón ha desaparecido de Antena 3 como un puesto de trabajo en la mano de un empresario. El corazón nunca llegó, salvo rebotado para hacer leña con el lejano Sé lo que hicisteis, a La Sexta. El corazón jamás se asomó a la ventana de Cuatro, ni siquiera cuando la barca fue manejada por Paolo Vasile. Es Telecinco, siempre tan humana, la que mantiene la llama de un corazón en estado de quebranto y drama perpetuos. Y TVE. Faltaría más. El corazón en TVE es un cáncer dulce del que no hay vacuna que lo erradique. Al cabo del día, más de dos horas de tonterías. Eso sí, sin tertulianos, que el mercadillo de la fatuidad con cuatro lagartas hablando de toreros, marquesas, modelos, y pamemas, tuvo que cerrar porque el +Gente de Anne Igartiburu hacía aguas desde que nació. Creo que Mariló Montero tiene por las mañanas algo parecido a una tertulia rosa. Poca cosa. Sin gritos. Para echar el rato. Así que a espectáculo muerto, espectáculo repuesto. 

Antiguallas como esta mascarada de tertulia rosa van desapareciendo de las pantallas arrastradas por el oleaje de otra moda, los debates sobre actualidad política. En el fondo, el mismo objetivo, la bulla, el espectáculo, el interés, el comercio, la pasta.


Yo en Lugo, tú en Almería

      ¿Cómo lo han renovado las cadenas? Con la política. Y con buenos datos de audiencia. La verdad es que los políticos dan juego para eso y para más. Dan juego para hablar de su rollo y dan juego para hablar de la cosa rosa. Si uno se entera de que las revisiones del chichi de Soraya Sáez de Santamaría nos cuestan 40.000 euros al año en consultas privadas –menéame.net-, ¿en qué caja metemos la información, en la crónica rosa, en la política, o en la desvergüenza? Si la misma señora que pide con su naricilla levantada, sin inmutarse, sin ni siquiera echar una lágrima o sonrojarse, que hay que gastar menos, que tenemos que cobrar menos, que no tenemos para sanidad ni educación ni bla, bla, bla, si la misma señora que nos pide, nos exige y legisla eso, se gasta 175.000 euros en flores y plantas de interior al año, han leído bien, 175.000 euros al año, ¿a qué tipo de tertulia llevamos el asunto, a Sálvame, y que se entienda con las leonas, o a El objetivo de La Sexta por ver si Ana Pastor le da al aparato de medir verdades o falsedades y nos hacemos una idea?. Los tertulianos, expertos, voceros, opinantes, que han de interpretar su papel a rajatabla, es decir, cada cual en su cubil –de la derecha, de la izquierda- son hoy uno de los trabajos en alza, aunque ya se encargan los que están, en multiplicarse por esporas para que nadie ocupe el puesto que ocupa su ajetreado culo, tanto como su adiestrada boca. Y si por la mañana se está con Antonio García Ferreras Al rojo vivo, por la noche se hace El gato al agua con Xavier Horcajo en Intereconomía, que Alfonso Rojo es un arrojado combatiente que se crece con su enemigo, como María Patiño medía su enfado con Humberto Janeiro -¿vive aún Patiño,  acabó la vena por estallarle y se dedica a cuidar geranios?-. Suya es la antológica frase de que la matrícula de la universidad cuesta lo que cuestan cuatro cañas, decía Rojo. Estos opinantes sueltan lo que les sale del bolo. Ellos van a hacer televisión, a caldear el ambiente, a fajarse con el que les ponen enfrente, cuanto más al extremo ideológico, mejor. Yo en Lugo, tú en Almería. 

Como Al rojo vivo, en La Sexta, hay decenas de funciones. Los actores apenas varían. Hacen su papel aquí, salen cortando, y llegan al siguiente plató para defender lo mismo, lo contrario, o matizar o exagerar sus ideas, según la cadena que los acoja. Es un círculo vicioso, pernicioso y machacón. Es la burbuja tertuliana que algún día estallará.


Esto es televisión, estúpido

      Esta semana nos hemos enterado de que un tertuliano marca PSOE –de la Asamblea de Madrid, Miguel Antonio Carmona- ha reconocido lo que podíamos imaginar, que un plató es más importante que cualquier cosa para lanzar el mensaje, y que sí, que a la tele se va teledirigido por el partido. Otra estrella emergente de la televisión que cambió lo rosa por el rifirrafe de la política es Pablo Iglesias, al que la derecha mediática llama algo así como el tertuliano anti sistema. Lleva coleta, luce perilla, usa camisas a lo Jordi Évole, se hinca pendientes en la oreja, calza zapatillas, y en la muñeca se coloca más de una pulsera de hebras de algodón. Iñaki López lo presenta en La Sexta Noche para el Cara a cara, sección donde el profesor de Ciencias Políticas de la Complutense se dará hostias verbales e ideológicas con su contrincante. Es Percival Manglano, que fue consejero de Economía en Madrid por el Partido Popular. Traje oscuro, corbata a rayas, camisa blanca, pelo lacio cortado por una raya en mitad de la cabeza, y zapatos lustrados. Es decir, el día y la noche. En todo. En lo exterior y en sus ideas. Y para eso han sido invitados. Para que se fajen en público a cuenta de un tema que, de nuevo, y según lo que opines, te acercaré a uno u a otro, eso de que Madrid obligará a los parados que cobran el subsidio a trabajar ocho horas sólo cobrando un suplemento, haciendo el trabajo de quienes en su día fueron expulsados de él, quizá aduciendo que ya no hacían falta. El ring está preparado. Los combatientes, también. Comienza el espectáculo. ¿Se quiere llegar a algún sitio? ¿Se escucha al otro para reflexionar? Seguro que ustedes saben la respuesta. Esto es televisión. Y cuando se apagan los focos, todos tan amigos. A tomárselas. Mañana les espera un duro día de encontronazos en el plató que toque. 

Estos señores ejemplifican la situación, un cara a cara de contrarios irreconciliables, sin el más mínimo interés por entenderse, por escucharse, y ni siquiera se plantea la posibilidad de que el uno, escuchando al otro, varíe lo más mínimo su punto de vista. Todo para mejor honrar a este concepto de nuevo espectáculo televisivo.


La guinda                                                                                                   
Ay, el taxi
Creo que lo mantienen para quitarse los programas grabados de encima, y también por ver si remonta Así nos va, lo alargan, y se acabó. Ya no hay Taxi que valga. Creo que no es rentable un concurso que sólo ven 195.000 espectadores, el 1´7% de la audiencia. Miki Nadal se esfuerza, Manolo Sarria también, la gente que concursa se lo pasa pipa. ¿Y en casa? Ah, no, a esa hora está Amar es para siempre o Gran Reserva. El origen.

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