martes, 4 de junio de 2013

Maldeojos. La charca sin Belén



La charca sin Belén

      Veo que la vida sigue como si tal cosa, y que, como sabemos, nadie es imprescindible. Eso tan cierto que hasta la marcha programada hasta el precipicio social que dirige el Gobierno con escrupulosa valentía al dictado de otros, seguiría sin Mariano Rajoy. Lo que ocurre en esos Consejos afecta a todos. Pero aquí nos referimos a los efectos de la ausencia de una sola persona en la geografía diminuta del ecosistema de un programa de una tele en un tramo horario. Mucho tramo, pero es un tramo. Mucho trago, pero es un trago. El que va de las cuatro y pico de la tarde a las ocho. Cuatro horas de televisión en directo son muchas horas de televisión en directo. Así un día y otro, y otro, de lunes a viernes. Y hay que inventarse el mundo. He vuelto a ese mundo después de algunas semanas, yo diría meses. No es que antes me zampara entero el menú, que uno tiene un ramalazo de ordinariez acusado, pero también tiene límites, pero hubo una época en que siempre picoteaba alguna cosa, algún vídeo, algún chaparrón, alguna escena de canibalismo, algún amago de abandono del corral, alguna maldad del domador, los bonitos trávelin que hacía la cámara más allá del plató y que yo degustaba para fijarme no en la payasada del abandono sino en las tripas del estudio, en los pasillos, en el reguero de cables, en los cuadros, en las puertas de mala calidad, en ese ambiente casi carcelario, triste y mortecino de lo que está al otro lado de los focos, e incluso me reía a veces de las desmayadas, ofendidas, acosadas, devoradas por la faca de sus colegas, que sin piedad ejecutaban su papel del día con la misma convicción que, mañana, cuando les tocara ser plato de los otros, ofrecían sus cuellos como vestales según contrato. 

Ya ni siquiera es un momento estelar sino rutinario en la vida de ese microsistema llamado Sálvame. Hoy me toca a mí, mañana, a ti. Lidia Lozano, quizá antes, o durante, o después de suplicar clemencia para su esposo. A Charlie no, a Charlie no.


A Charlie no, a Charlie no

      Pues bien, aunque mi relación con esa granja fue irregular tirando a mal, y siempre muy tirante porque no me tragaba los trucos de guión, llegó un día en que el amor se apagó del todo. Me di cuenta al cabo de las semanas, cuando noté que ni me acordaba de que existía ese canal y ese programa a la hora en que montaban el gallinero, de que no los echaba en falta, y que me aburría sólo de pensar tener que tragarme un día más las pamplinas que montaban. Por entonces, un día sí y otro también, Belén Esteban hipaba su contento por haber salido del bache gordo “de sus adicciones”, decían las brujas que le tiraban al cuello cuando tocaba. Pero al parecer, la señora de San Blas no las tenía todas, y no acabó de controlar “sus adicciones”. Y se piró. Hubo prohibición expresa de no mentarla en su retiro, ni para bien ni para mal. Una muerta. Pero el gallinero no para porque falte una gallina. Y Sálvame siguió su curso. Su ensimismado aburrimiento. Su fórmula de canibalismo teatral. Ahora he vuelto para ver qué ha pasado sin la muñeca destrozada. Hay otras muñecas que han de dejarse hacer porque hay que cobrar. En los pocos días que llevo pendiente del festival, para unos del humor, para mí del horror, he visto llorar a unas cuantas. La más sonada ha sido la llorera de Lidia Lozano. Con tácticas de bruja sádica, Jorge Javier Vázquez se recogió el mandil, miró a cámara, se quedó en silencio varios segundos con los labios apretados después de pasearse con la cabeza baja como buscando el momento para entrar a matar, y habló. Lo que tengo que decir, vino a decir el tragaldabas, no te va a gustar, Lidia. Plano de Lidia. Abre un poco la boca, descuelga sus labios alelados, mira muy seria sin pestañear al gran matarife, y espera. Va a salir una entrevista en donde Jimmy Giménez-Arnau, otro de la conca, dice cosas terribles de Charlie –Charlie es Carlos García, marido de Lidia, que uno se toma esto muy en serio e investiga-. Lidia se viene abajo, hace pucheros, se retira con un pañuelo de papel  –están repartidos por el plató para uso del personal- los primeros borbotones de lágrimas, y entre hipos, desolada, dice, a Charlie no, a Charlie no. 

Tamara Falcó, la señoritinga hija de Isabel Presyler y el marqués, mortificándose como preparación a la, quizá, su carrera de verdad, la de monja. A ver si sube como la espuma en la empresa y se hace mama de Roma.


Quiero ser monja

      Lidia, tranquila, requiere la bruja sádica, ya sé que estás muy afectada, y me dicen que las redes sociales echan humo apoyándote, diciendo que te dejemos en paz, que no te mereces esto, ¿afectará tu fin de semana, hablaréis del tema, qué pasará esta noche al llegar a casa?, te lo pregunto desde el cariño. Uno escucha esto y no sabe qué sentir, si lástima, si dolor, si reírse, o si mandarlos a la mierda. Es la mejor opción. Luego, se quitan la palabra unas a otras para ver quién ha llorado más por sus maridos, huy, Rosa Benito, tú has llorado menos por el tuyo. Creo que dan carpetazo al asunto para no desgastarlo demasiado y volver a él las siguientes tardes, así que pasan a otro tema que me impacta. Tamara Falcó –hija de su madre, Isabel Preysler,y del marqués- tal vez se meta a monja. Para que veamos que ahí se toman las noticias en serio, el equipo de investigación se pone en marcha y habla con una sor, que habla del duro camino que le queda, un camino de renuncias a las propiedades y al dinero “porque Jesús era pobre”. Y aquí sí, aquí me descoyunto de la risa. Por la Tamara esta, por Sálvame, por la monja, por la pobreza de los seguidores de Jesús, por el lío, por el Mermelada, por los lloros, por los aspavientos, por el teatro. Hablan luego de Las Cuchipandis. Lo siento, no puedo informar con el rigor que los lectores merecen. Ni idea. Pero creo que son un grupo formado por las nuevas incorporaciones. Que me perdone el dios del circo si yerro. Entre esas incorporaciones, Olvido Hormigos, madame Piscinas –esto es mío-. Escuchemos cómo la presenta Paz Padilla –que actúa algún día a la semana-. “Tenemo a la primera colaboradora elegida por el pueblo en las urna.  Hoy queremo sabé si el pueblo está con ella, no el pueblo de donde ella vivía sino toa España, hemo decorado el plató como un mitin americano, y va a bajá la escalera como una gran política…” Basta. Podemos estar tranquilos. Los seguidores de esta estúpida cita seguirán viendo Sálvame sin echar de menos a Belén Esteban. Los que nos aburrimos con esta bobada podemos tirarnos otros meses sin acordarnos de que existe. El mundo está en paz.

Hay criaturas a las que a uno se le atragantan. Sólo decir el nombre, huy, arcada. Allá voy. Pitingo. Dicen que hace flamenquito -perdón, otra vez me viene la vomitera-. Y ahora está de jurado de El número uno. Qué disparate.

La guinda                                                                                                   
Pitingo
El nombre es de los que me tiran para atrás. Si personalizo tanto nada más iniciar esta “Guinda” es porque de eso va la cosa. El viernes se estrenó en Antena 3 El número 1, que presenta Paula Vázquez en Antena 3. Tiene tablas, gracia, y sentido del humor.  Es perfecta para estos saraos. Pero además de los concursantes –canoros todos- está el jurado. Entre sus miembros, Pitingo. Ay, rediós. Pintingo. El del flamenquito.

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