martes, 23 de julio de 2019

Maldeojos. El regreso


El regreso
(Artículo publicado el sábado, 13 de julio, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Aquí se ha reconocido en más de una ocasión. Aquí ha quedado constancia de la mezcla de admiración y rechazo que me despierta el tipo de negocio con el que vive Mediaset, y Telecinco, como es el caso que atiendo hoy. Hay que reconocer su magisterio en esto de hacer de la nada un todo, hacer del fuego fatuo un incendio de proporciones siderales y convertir la historia de la flauta del cuento en su centro de gravedad. A veces me quedo pillado en la pantalla de la cadena no tanto por el interés que despierta lo que allí pasa, con intervenciones desaforadas de colaboradoras en estado de preñez verbal incandescente –no sé qué quiero decir con esto, pero me gusta cómo suena- sino por su currada puesta en escena, porque las formas superan en mucho la entraña de lo tratado, que es la nada absoluta.

     Este método, que parecería exclusivo de Sálvame, cabeza turca que podría recibir en exclusiva los leñazos del mundo mundial, se hace extensivo al emporio, es marca de la casa. Como saben, porque lo sabe hasta Inés Arrimadas, sobre todo ella y los suyos, unos ciudadanos especializados en hacerse los locos para montar pollos y hacerse las víctimas y llorar un poquito acaparando titulares para luego, en privado, decir, como dicen, “esto nos viene bien”, pues eso, que como saben, la pobre Isabel Pantoja, con carita de niña famélica, ha tenido que dejar la isla por prescripción facultativa, y por mandato de guión, y seguir su descenso como una mortal más a los infiernos de una vulgar concursante de telerrealidad. De esta sin sustancia, con apariencia de tsunami televisivo, de Armagedón de los audímetros, llenará Mediaset su bolsa de estío.


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