San Rufián
(Artículo publicado el sábado, 27 de julio, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
En realidad la
columna de hoy va del pistoletazo en la línea de flotación de la audiencia que
lleva dando TVE, sobre todo La 1 y el Canal 24 horas, con el asunto político de
más importancia que, como sabemos, acabó el viaje con la no investidura como
presidente de Pedro Sánchez, el jefe
de la banda, delirio que llega del planeta Ciudadanos, pobres, banda en manos
de un siempre alucinado Alberto Carlos
Rivera. Yo soy otro miembro de la banda, dijo en un tono solemne, calmado,
sin sacar conejos de la chistera, Gabriel
Rufián, ERC, claro que entonces ustedes, de la mano de VOX, le dijo a
Riverita, no son una banda sino un comando. Ver y escuchar al nuevo Rufián es
como asistir al milagro de la transustanciación del demonio más endiablado en
angelical y sensato hombre de estado.
Qué fraseología,
qué aplomo, qué razonamientos, cuánto sabio consejo para que la izquierda deje
de hacer el gilipollas y se entienda y, sobre todo, qué brillante pobreza en el
uso de los recursos teatrales –sin impresoras, sin esposas carceleras, sin
lenguaje de chulo de barrio, sin camisetas con eslóganes radicales-. Es San
Rufián bendito. A mí me cautivó. Pero no, esta columna no va de eso, va del
dulce triunfo que, poco a poco, con el trabajo bien hecho, dando cabida a voces
de amplio espectro ideológico, moderadas sobre todo por Xabier Fortes, guasón, gran periodista, está volviendo a La 1
gracias a los especiales de estos últimos días. El jueves, como quien vence a
un gigante hasta ahora intocable, la tertulia de TVE venció en la misma franja
horaria y por tanto similar contenido a Al
rojo vivo de La Sexta. No es poco, es más, es mucho –ay, don Rajoy-.
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