Celebridades
(Artículo publicado el domingo, 7 de julio, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Es tan digno de
admiración como de rechazo que TVE, La 1 en concreto, vuelva a las llamadas
sagas familiares que desde la pantalla se han convertido en apéndices más
repetidos que el ajo en el gazpacho. El verano pasado La 1 emitió Lazos de sangre, y sonó la flauta.
Presentado por Inés Ballester –hoy
fuera de la cadena pública después de que su Amigas y conocidas, una tertulia de baja intensidad, de temitas de
maris para maris con inquietudes, fuese mandado al desguace sin miramientos-
hizo aceptables datos de audiencia, datos que hoy, sobre todo hoy, sería bueno
que superaran ese 8´7% con que cerró junio, un mínimo histórico para la cadena
pública. La segunda temporada de Lazos de
sangre, como saben porque TVE lo ha promocionado a lo grande, cuenta con Boris Izaguirre, presentado como un
caballero elegante, culto, delicado y curioso.
Y multiusos. Lo
mismo entrará a casa de la baronesa Thyssen
que a la de los Martínez de Irujo,
es decir, los Alba de toda la vida o
a la de la Preysler, que puede ser
lo quiera, marquesa del cuché, duquesa de la exclusiva, reina de la cerámica, o
emperatriz del tocomocho y tiro porque me toca, mujer que ha hecho de su chichi
un emporio que ha elevado a un concepto marciano el concepto de “ama de casa”. Pero
Lazos de sangre no sólo flipa con los
oropeles de la sangre bendecida por títulos de ilustre abolengo sino por
especímenes de ilustre necedad bajo el amparo de un apellido como Pantoja que lo mismo te canta una
tonadilla que se baja las bragas para defecar detrás del cocotero. La pregunta,
llegado a este puto punto, es obvia. ¿Es Lazos
de sangre lo que TVE necesita para remontar su audiencia?
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