Pablo Simón
(Artículo publicado el sábado, 16 de marzo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Tiene toda la
pinta de ser un empollón, un insoportable redicho, un tipo sin vida más allá de
sus datos, de su labia, de su rostro seco que no parece diseñado para algo más
que para semejarse a un rastrojo abrasado por la flama del mediodía. Es Pablo Simón, un joven feo que acaba
siendo guapo, o al revés. Pablo Simón es politólogo, y da clase en la
universidad Carlos III de Madrid. Pero se lo rifan en las teles, en la radio.
No, no es por su cuerpo, eso sólo le pasa a Wyoming el apuesto, que está donde está como una modelo que desea
la paz en el mundo cuando le piden opinión. Pablo Simón parece que sólo tiene
cabeza, y cabeza que pasma por sus afilados, sensatos, serenos y brillantes
comentarios. Brillante, brillante es el calificativo que uno dice cuando escucha
a Pablo Simón en el plató de un programa.
Jamás levanta la
voz, nunca se altera, y cuando hace un análisis político, algo de verdad
inaudito, el resto de tertulianos lo escucha con provecho. Ha pasado por casi todos
los programas de actualidad de Atresmedia, sobre todo los de La Sexta, incluso da
su punto de vista en El intermedio,
sí, sabiendo navegar entre el rigor y el humor. Y también asomó la otra tarde,
con esos enormes ojos suyos de entender el mundo, en Todo es mentira –el de Risto
se ha volcado en la política como rifirrafe, y ha puesto a Inda en el punto de mira por su capacidad para hacer del periodismo
un charco de detritus-, es decir, ha puesto un pie en Mediaset. A partir de
ahora, en una etapa de encuestas y estrategias partidistas, la presencia de
Pablo Simón no sólo está asegurada sino que será necesaria. Por cierto, seguro
que es un cachondo en la intimidad. ¿A que sí?
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