jueves, 21 de marzo de 2019

Maldeojos. Pablo Simón


Pablo Simón
(Artículo publicado el sábado, 16 de marzo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Tiene toda la pinta de ser un empollón, un insoportable redicho, un tipo sin vida más allá de sus datos, de su labia, de su rostro seco que no parece diseñado para algo más que para semejarse a un rastrojo abrasado por la flama del mediodía. Es Pablo Simón, un joven feo que acaba siendo guapo, o al revés. Pablo Simón es politólogo, y da clase en la universidad Carlos III de Madrid. Pero se lo rifan en las teles, en la radio. No, no es por su cuerpo, eso sólo le pasa a Wyoming el apuesto, que está donde está como una modelo que desea la paz en el mundo cuando le piden opinión. Pablo Simón parece que sólo tiene cabeza, y cabeza que pasma por sus afilados, sensatos, serenos y brillantes comentarios. Brillante, brillante es el calificativo que uno dice cuando escucha a Pablo Simón en el plató de un programa.

     Jamás levanta la voz, nunca se altera, y cuando hace un análisis político, algo de verdad inaudito, el resto de tertulianos lo escucha con provecho. Ha pasado por casi todos los programas de actualidad de Atresmedia, sobre todo los de La Sexta, incluso da su punto de vista en El intermedio, sí, sabiendo navegar entre el rigor y el humor. Y también asomó la otra tarde, con esos enormes ojos suyos de entender el mundo, en Todo es mentira –el de Risto se ha volcado en la política como rifirrafe, y ha puesto a Inda en el punto de mira por su capacidad para hacer del periodismo un charco de detritus-, es decir, ha puesto un pie en Mediaset. A partir de ahora, en una etapa de encuestas y estrategias partidistas, la presencia de Pablo Simón no sólo está asegurada sino que será necesaria. Por cierto, seguro que es un cachondo en la intimidad. ¿A que sí?

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