El negro
(Artículo publicado el jueves, 21 de marzo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Hace tiempo, y
creo que aquí lo he contado alguna vez, y como en el resto de pueblos de
España, llegaba al mío una mañana con estruendo de charangas y flautas
desafinadas, mas algún bocinazo estentóreo, o quizá, cuando se adelantó todo,
con una orquestilla que chirriaba a lo largo de las calles y retumbaba dentro
de las casas, el tío de la cabra. El tío de la cabra era un circo patético de
pobres. Bueno, hablo en pasado y ahora caigo para hablar en presente. No hace
tanto, en una capital de provincia, escuché esa música de presentación tan
reconocible que los de cierta edad relacionamos sólo con el tío de la cabra, el
tío y sus acompañantes, claro, familiares o amigos que forman parte de una
tropa que a mí, siempre, me ha dado mucha lástima y congoja. En vez de en la
cabra que hace lo que puede subiendo y bajando por la escala piramidal yo me
fijo en la cara del tío, del niño, de la mujer que luego pasa la gorra, y
siempre me pone triste.
Ahora, en esta
precampaña de las votaciones generales del 28 de abril, la televisión es la
calle del pueblo, el barrio de la capital de provincia. Y a ella llega el tío
de la cabra con sus mil caras. Una de ellas, como las encarnaciones de la
virgen católica, es “el negro de Vox”. La otra mañana pasó por Espejo público, aunque su presencia es
rifada por obvia, por folclórica, por chocante, por absurda, por exótica, en
otros parecidos programas. Es lógica la sorpresa, ¿un negro en el partido del
tío del mulo? El camerunés tiene 30 años, se llama Bertrand Ndongo, y reivindica a Franco –ahí está la cabra haciendo piruetas, deleitando por su rara
destreza al público, o entristeciéndolo, como me pasa a mí- con una soltura
alucinante y un desparpajo de franquista convencido. Circo, mucho circo.
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