La
otra mirada
(Artículo publicado el domingo, 23 de mayo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Poco a poco, o
de golpe, te enganchas a La otra mirada,
que emite los lunes La 1 de TVE alzándose, aunque ese dato es sólo anecdótico,
sobre la oferta de las otras cadenas, que emiten Brigada Costa del Sol en Telecinco o Masters de la reforma en Antena 3. Me pasó en su primera temporada,
y me pasó porque La otra mirada tiene
pellizco, ese tipo de agarres que hacen del espectador, de este espectador, un
fiel seguidor que acaba olvidándose de su faceta de comentarista para
convertirse en mero interesado, en fiel de la trama, en apóstol de su dogma, y
el dogma, el viento, la luz, la semilla, la propuesta de La otra mirada es de las que hacen grande, muy, muy grande a la
televisión pública. Además de una serie feminista en una época, la de
principios del siglo XX, donde una mujer no podía estudiar en la universidad
salvo que tuviera una bula, un permiso, un plácet del mismísimo comandante en
jefe del estado, La otra mirada habla
de valores como solidaridad, igualdad o racismo, trama de la nueva temporada
con la presencia de Inés, que interpreta la actriz canaria Dariam Coco, una chica mulata –en todo caso es negra, no morena, ni
esa, sino una más, dice Manuela, Macarena
García, la directora de la academia de señoritas donde transcurre la
historia- que llega a la escuela poniendo patas arriba a alumnas, familias y
financiadores de la institución de la sociedad sevillana de la época. La otra mirada es de un feminismo sin
tapujos, sin complejos, ese tipo de actitud que tanto molesta a la
ultraderecha, los amos del circo político que mueven los hilos del teatro con
guiñoles como el simpático nuevo alcalde de Madrid, Almeida, manejado como un pelele por el capitán Smith según meme que salta de programa
a programa, el tal Smith, el Rambo de Koz, club ultra de los Abascales. La otra mirada debería de ser un faro
para la ficción en TVE, y no por su atrevimiento visual o su sintaxis
vanguardista, en este caso porque lo que vemos tiene el andamiaje que una
televisión pública ha de tener. La otra
mirada está narrada por un grupo de directores como Mar Olid, Miguel del Arco,
o el murciano Pablo Guerrero, todo
un artesano detrás de la cámara capaz de resolver grabaciones con la eficacia
que da el trabajo casi de metralleta que se requiere en series diarias como El secreto de Puente Viejo, con 10
temporadas y más de 2.100 capítulos, es decir, directores que conocen la
técnica, que no hacen alarde de estrellas y que firman trabajos sólidos al
servicio de la obra en conjunto. De las veteranas, como siempre, destaca Ana Wagener como doña Luisa, estirada y
un poco sacristana en la primera entrega y más abierta y moderna en esta. Cuando
la mujer lucha, influye en otras mujeres permitiéndose otras miradas sobre la
misma realidad.
Hernia
gitana
Es lo que hace
siempre Mikel Giménez sobre el
teatro político, y advierte en Al rojo
vivo que lo que le pasó a Ada Colau
en su paseo por la plaza entre el ayuntamiento y el palacio de la Generalitat, recién
nombrada otra vez alcaldesa de Barcelona, llamándola zorra, puta y guarra, se
veía venir porque quien juguetea en una jaula con leones –los independentistas-
es posible que reciba un zarpazo y luego, cuando vayas a la radio y te hagan
una entrevista, te eches a llorar y saltes de nuevo a todos los programas de
todas las cadenas porque la imagen de un político, de una política emocionada
retirándose las lágrimas de los ojos, sí que es otra forma de verlos, una
mirada que los humaniza y los acerca. Nada que ver con las miradas de
perplejidad que caen sobre el diputado nacional del PP por Huelva, el pastor Juan José Cortés, jefe máximo, ole su
ego y su cartera, de la Iglesia Evangélica Ministerio Juan José Cortes, el
listo papá de la niña Mariluz, que
fue asesinada en 2008. Este tipo, con una pensión por incapacidad permanente
–ay, payo, esta vez no revisable- por hernias y cosillas de la depresión
-¿depresión sin vuelta atrás, crónica?- se lleva crudos más de 25. 000 euros, o
sea, más de 2.000 cucos al mes. Aleluya, aleluya, viva la hernia gitana. Esto
sí que es integración, y no el guarreo de Los
Gipsy kings, que han de hacer el mono en los mercadillos como los papás de La Rebe de Zaragoza. El pastor Cortés,
deprimido y herniado pero sentadico en el escaño, ya no tiene que gritar más lo
de “vamos, payas, que mu las quitan de las manos”. A ver si le echan otra
mirada a su caso, ven que la política lo hunde más, le suben la pensión, y nos
cuesta otro potosí. Señor, aleluya, aleluya, haz algo con tu misericordia
sinfín.
Necios
machistas
Y si pudieras, ya
puesto, señor del cielo, échale un ojo a tu siervo Eduardo Inda, la hiena de los panfletos digitales, que se ha
revuelto como sólo lo hacen los acorralados y cobardes a raíz del reportaje
especial, –regular, de escasa calidad, hay que recordar- Las cloacas del periodismo
que emitió Todo es mentira el domingo
pasado y donde, como era de esperar siempre que vayan juntas palabras como
periodismo y cloaca, no se habló nada bien de este tipo. ¿Cómo ha reaccionado?
Volcando su rabia sobre la colaboradora Marta
Flich, atinada, aguda, manejando una ironía muy bien condimentada, al decir
que está en televisión porque tuvo una relación con Jaime Martínez Bordiú, nieto del dictador Franco. Al risitas de dientes encalados le han llovido las críticas
por machista, desde Carme Chaparro –Cuatro al día, Cuatro- Pepa Bueno –La Ser-, Paula
Vázquez –Movistar- o Mamen
Mendizábal –La Sexta-, a políticos de izquierda. Pero estoy más que seguro
de que estas movidas se la ponen dura a este indecente. Sobre él no cabe más
mirada que la del desprecio. Y la misma pregunta de siempre. ¿Por qué lo ampara
Ana Rosa Quintana en su matinal de
Telecinco y Ferreras en Al rojo vivo de La Sexta? Va a tener
razón de ser el epílogo que se emite después de La otra mirada y que presenta Isabel
Gemio, Retratos con alma, donde
este lunes se invitó a Cristina Pedroche,
que tiene que seguir demostrando que es algo más que un cuerpo y unas tetas. Ella
dice que los tíos que piensan así le dan mucha pereza y no quiere darles
protagonismo. Inda, cielo, desintégrate.
La guinda
Que
renueven
Esta semana se
ha marchado ¿hasta setiembre? Ese
programa del que usted me habla, y
que presentan en La 2, y a diario, frente a gigantes consolidados como El intermedio y El hormiguero, María Gómez, Alberto Casado y Eva Soriano. Deberían
renovarlo sin más y a pesar de su escasa audiencia. La ironía, el humor, y lo
gamberro como concepto para tratar la política sin envaramientos son necesarios
en la tele pública.
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