Bodorrio
(Artículo publicado el martes, 25 de mayo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Cada vez que
escucho la palabra bodorrio me quedo quieto porque sé que en ese preciso
momento una tormenta de espantajos, de mamarrachos con alarde de vestidos caros
y de sombreros alucinógenos me acecha en la pantalla para confirmar que esto es
la locura, y que aquí no se salva ni dios. Cada vez que escucho la palabra
bodorrio muere el gatito de Youtube y el niño africano de los vídeos del hambre
nos mira sin entender nada. En las últimas horas hemos tenido bodorrios sonados,
de esos que, átense los cerebros, son capaces de abrir informativos. Lo de Pilar Rubio y Sergio Ramos fue la bomba, quizá la boda del año, aunque no, bien
analizado, la boda del año -¿cuántas bodas del año hay en un año?- estaría por
llegar. Sevilla se paró, se escuchó en la tele echando mano de ese tipo de
frases abombadas que tanto gustan a los guionistas de Corazón y que luego, cargadas de melaza, Anne Igartiburu suelta con su vocecita de azúcar derretida.
Pero como saben,
y si no lo sabe es que usted ha alcanzado un nirvana social envidiable, “la
boda del año” ha sido la del fin de semana, el bodorrio de la señora Belén Esteban con su conductor de
ambulancias, el señor Miguel Marcos.
Telecinco se ha volcado en tan magno acontecimiento apostando por la jaca
ganadora. Y ganó. Como la novia y el novio, y sus circunstancias, es decir, el
vestido y esas chuminadas, son secreto carísimo de exclusiva, un pastón que
apoquinará una revista loca, en los programas basura de la cadena, o sea, en
los programas de la cadena, se analizó el enlace durante dos días en un sinfín
entre colegas de la colega a la espera de que la revista publique las fotos y
hala, a pajera abierta. Nos espera, mínimo, una semana de boda. Y a Mediaset la
caja a rebosar.
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