Brigadita
(Artículo publicado el sábado, 8 de mayo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Va por el
capítulo seis. Y me topé con la cosa por mera casualidad, sin buscarlo, y por
aquello de tener sentido de la responsabilidad como otros tienen de estado,
pues eso, que me quedé. No tuve que esperar mucho rato para darme cuenta de qué
iba lo que veía. Y no, no me tengo por un lumbreras en esto de las series.
Hablo de Brigada Costa del Sol, que
tiene a bien emitir Telecinco los lunes, quizá con la higiénica intención de no
llenar de caquitas hondureñas la programación de toda la semana, ya le vale. Lo
primero que escucho me respinga la oreja porque los actores hablan un andaluz
muy raro –no tendrían ni que intentarlo porque esa brigada puede ser de la
Conchinchina aunque alunice en Torremolinos y, por tanto, esos polis que buscan
a los malos no tienen que hablar como si fuesen de Cádiz, o de la misma
Málaga-.
Y lo primero que
veo me deja con los ojos en plan tiro al plato. La cara de Hugo Silva, hasta las trancas de gestos tontos, de muecas de lerdo,
me da pistas, y todas conducen al precipicio que, oh, confirma el colega Jesús Castro, que sí, es de la zona,
del gaditano Vejer de la Frontera y habla un andaluz reconocible, pero tiene el
mismo defecto que el maduro poli, que sus gestos son muecas, la misma mueca, la
misma mirada, los mismos morritos, o sea, lo que viene siendo la máscara de
Jesús Castro, que sirve para Brigada
Costa del Sol o para La serpiente
lunática. Esta brigadilla es enviada a Torremolinos en 1977 para luchar
contra el incipiente narcotráfico, y no, no todo es regulero, hay buena
ambientación, neones por un tubo, discotecas para el trapicheo, pero el olor a
testículos en acción de los machos alfa deja rastros que llevan a Paolo Vasile, la eminencia gris.
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