Ava y Franco
(Artículo publicado el sábado, 24 de noviembre, en diarios del grupo EPI PRESS)
Me he bebido de
un trago secuenciado en sesiones de tres noches la divina Arde Madrid que tiene en su oferta bajo demanda Cero, el canal de
Movistar+. La historia de la serie de ocho capítulos la han escrito Anna R. Costa y Paco León, que además la dirige y da vida a Manolo, un personaje
que sube o baja, que va y viene, que es un vividor y que su escrúpulo moral, en
aquella España de los sesenta, cuando Franco
vivía su esplendor de caudillo amado por cojones y temido con razón, es tan
endeble como la grandeza de esta historia sobre la desmadrada vida en Madrid de
la actriz Ava Gardner, que interpreta Debi Mazar. A su casa llega, como espía de los lameculos del
régimen, enviada por una cautivadora, fascinante, patética y potente jefa de la
Sección Femenina interpretada por una Carmen Machi poderosa, Anamari, estupenda
Inma Cuesta, franquista, coja y
pacata, para vigilar si la yanqui pecadora recibe en su casa a células
comunistas.
El capítulo
final de la adictiva serie –blanco y negro, con una banda sonora con coplas de
la época- resume aquellos años de acero que, colados por el cedazo del tiempo,
la distancia, y la libertad, da como resultado un régimen político ridículo,
mojigato, cruel e ignorante. Una de las escenas de ese capítulo se convierte en
símbolo de aquellos años. Un cuadro flamenco ameniza la juerga de la yanqui, la
guardia civil irrumpe pidiendo la autorización por reunión tan multitudinaria,
dos perritos se alivian en la cocina, Perón
e Isabelita, vecinos, protestan por
el desmadre, un general americano pide explicaciones a los guardias civiles y
los amenaza, en fin, los artistas gitanos, raciales, se van de allí con la
música a otra parte. Ante Ava, el régimen franquista era aún más patético.
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