La banderita
(Artículo publicado el sábado, 13 de octubre, en diarios del grupo EPI PRESS)
Pues no, yo no
saqué ayer la banderita. En mi balcón, que no tengo, ni en mi terraza, que sí,
no suelo colgar ni mis calzoncillos ni mis camisetas, ni mis calcetines. Veo, y
me gustan, los trapos colgados en las ventanas y balcones de la Alfama de
Lisboa, un festín de colorines que se agitan con el viento de ese barrio alto
desde el que la ciudad parece adormilada como una gata perezosa. Pero no, en mi
casa no suelo sacar trapos a la calle. Ahora, el PP de Pablo Aznarín Casado, en un arrebato de liarse la bandera a la
cabeza como el que se arma de un arma contra el otro, pide colgar “España en tu
balcón”. La otra mañana, rauda, mirando por encima de sus gafitas de señora
pícara, la reina del matinal de Telecinco dijo que jamás habría sacado una bandera
porque “te llamaban facha y reaccionaria”, pero Ana Rosa aseguró que ayer sí la colgaría en su balcón.
Emocionante. Y
casi perturbador como un sueño de polvos encabritados. Enseguida me imaginé a
la Quintana en bata, uno es así, en zapatillas de guata y borla –no crean, lo
de la borla de pelito bamboleante en las zapatillas de andar por
casa es la última payasada de algún “influencer” de esos-, bajando al chino de
la esquina para comprar una España de cuatro metros o más –no me imagino el
balcón de la reina de las mañanas con un voladizo menor-, llevarla a casa y,
con cuidado y mimo, colgarla hacia la calle para dar fe de que “soy española”.
A los de PP –toma, Rivera, tus
colegas han sido más rápidos y han sacado el matasuegras antes- se les adelantaron
los de VOX, que restregaron sus cuerpos en la bandera mientras echaban fuego
xenófobo, machista y homófobo por las pantallas de los informativos. Así que
uno, un año más, no sacó la banderita al fresco.
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