Mamá,
soy gay
(Artículo publicado el domingo, 7 de octubre, en diarios del grupo EPI PRESS)
La frase bandera
de Concha Velasco a su madre, “mamá,
quiero ser artista”, ha dado mucho juego desde que se hizo viral antes de que
viral alcanzara el podio de la victoria en una sociedad pegada a las pantallas
que convierte en miles de visitas imágenes tanto de lo más necio como de lo más
excelso. Hemos visto versiones del “mamá, quiero ser artista” en casi todos los
campos. La semana pasada, en La 1, después del capítulo correspondiente de Cuéntame, y en una entrega apasionante,
se emitió Ochéntame otra vez, que
analizó la situación sociológica y mental y política y religiosa y costumbrista
de una España que empezaba a dar pasitos muy cortos en derechos y libertades,
eso que decía la famosa Yenka del dúo holandés Jhonny and Charles, de casi la
mitad del siglo pasado en un baile cuyo virus eléctrico contaminó guateques,
discotecas, fiestas privadas, radios, y bodas, comuniones y bautizos, un baile
que siempre nos mandaba a la izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás,
un dos, tres, y así hasta el infinito, y vuelta a empezar. Hablar de
homosexualidad, de lesbianas, de transexuales en la España que intentaba sacar
la cabeza por el lado menos salvaje, aplastada por la bota franquista, no fue
fácil. Y Ochéntame otra vez supo
reflejar aquel dolor, aquella marginación sufrida por miles de personas por
algo tan innato y poco elegido como la condición sexual, la atracción
inapelable, por mandato biológico, por un sexo o por otro. El programa se
convirtió en un viaje casi alucinante, visto con la mirada de hoy, que se
inicia en el Sitges de los 60, un oasis de mariconeo y sensación de burlar las
garras de la dictadura, de la policía, del siempre eficaz cretino delator, y del
machito sociológico, y acaba en los esplendores de la algarabía y el orgullo de
ser lo que se es sin pedir permiso y sin agachar la cabeza, incluso con juerga,
risas, y diversión, en las manifestaciones del Orgullo Gay de finales del siglo
XX, cuando ya, aunque algunas criaturas con cráneos de mármol como cerebro lo
intentan con sermones tan iracundos como patéticos y delirantes, sin vuelta
atrás, al son de una Yenka nueva que sólo da pasos adelante.
Las
pamelas de Ocaña
En la entrega
del programa vimos al hoy ministro Fernando
Grande-Marlaska, que contó cómo su madre rompió con él cuando le dijo que
le gustaban los hombres, vimos a un reflexivo y sensato Nazario que habló de un libre y provocador y divino Ocaña, terror de las Ramblas que se
paseaba con pamelas estentóreas, abanicándose su altiva desfachatez, y
abriéndose el vestido vaporoso de señora loca para enseñar el pito peludo a
unos transeúntes estupefactos en estado de shock. Un emocionado luchador como Jordi Petit, María Giralt o la diputada Carla
Antonelli completaron la lista de gente conocida que sufrió el latigazo de
una intransigencia política, religiosa, médica, social, y afectiva hasta el
punto de que la ley hablaba de los homosexuales como “vagos y maleantes”,
incluidos por la dictadura franquista en esa ley republicana de 1933, que no
contemplaba a ese colectivo. Ochéntame
otra vez volvió a dar en la tecla del servicio público aunando
entretenimiento, rigor y compromiso social que apuntala, no desde la ficción
sino desde el dato real, la época en la que se mueve la momia viva de la
familia Alcántara en Cuéntame. De la
nada de aquellos años de las primeras luces mariconiles, de cuartos oscuros que
empezaban a iluminarse, de descaros y aquí estoy yo, sí, y si soy maricón, qué,
como le dijo Miguel Bosé a Mercedes Milá en la prehistoria de casi
todo, de la nada de aquellos años, a todos los días sopa. Te descuidas un poco
y te encuentras en la comida, merienda o cena al matrimonio entre Javier Ambrossi y Javier Calvo, Los Javis, en el pisito que les ha puesto TVE, de
donde apenas salen, ya sea como jurado de Operación
Triunfo ya sea como invitados especiales de MasterChef.
Paca
la Culona
Un sindiós
porque, ya me dirá usted, si a lo que le da la pareja –fue Zapatero, una vez más, quien “vino a romper los cimientos de la familia
española”, mandándola a tomar por culo, con perdón, aprobando la ley del
matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005, y cerrando un glorioso
círculo de luchas para conseguir lo obvio como quedó claro en Ochéntame otra vez-, lo que pone la
pareja a sus invitados es una retahíla de la latas de conserva, que es lo que
hicieron cuando fueron a cenar con el matrimonio, otra pareja S.A, Mario Vaquerizo y Alaska. Está claro que la España que está viendo el puto caudillo
en sus paseos amojamados desde el carricoche en el que pasea su momia de
juguete por Madrid un tal Dani Mateo,
especialista en tocar las pelotas a la feligresía franquista junto al jefe de
la banda rosa Wyoming, nada tiene
que ver con aquella España de machos que dejó el menda, se ve que no tan atada
y bien atada como otras cosas, Paca la Culona –maldad del criminal Queipo de Llano-, dictador de los
cojones. Queda dicho, el matrimonio de Los Javis no para. Que estén casados es
una anécdota. A esa normalidad –con matices, que siempre hay abencerrajes que la
lían con insultos, soflamas desde el púlpito, y rechazos de tarugos-, ha
colaborado la televisión como medio potente para eso, para normalizar hasta la
indiferencia anecdótica que ames a quien quieras –cuestión aparte, aún, es la
transexualidad-. Y programas chorras como Fisrt
dates o ¿Quién quiere casarse con mi
hijo?, o antiguallas como el chocarrero El
diario de Patricia –a principios del presente siglo- con Patricia Gaztañaga, que incorporó
historias de amor homosexual en testimonios no siempre dramáticos ni paródicos,
hicieron que la carreta de la igualdad avanzaran un poquito porque esos amores,
todavía “raros”, se colaron en los hogares de millones de personas de la España
menos sofisticada y más conservadora con este tipo de “modas”. La madre de Concha
Velasco no pudo contener el gusto de la niña. Mamá, soy gay, le dice un joven a
su madre. ¿Y?, contesta la madre, algo impensable en el pasado Ochéntame otra vez.
La guinda
Hora
musa
Noche de gloria
el martes en La 2. Si con Cachitos de
hierro y cromo ya hay suficientes razones para quedarte pegado a la
pantalla, imaginémonos que detrás va otro programa de música dedicado a la
música –digo música, no musiquillas dirigidas por productoras e intereses
comerciales, y sólo comerciales-. Ese programa se llama Hora musa, y lo presenta Maika Makovski. Ya era hora de que algo
así se viera en la tele pública.
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