El gran Coronado
(Artículo publicado el sábado, 29 de setiembre, en diarios del grupo EPI PRESS)
Una serie
avalada por cierta expectativa se instaló en Telecinco la noche del lunes, sin
duda a codazos contra Gran Hermano,
que todo lo copa, lo inocula, lo contamina. Hablo de Vivir sin permiso, la única ficción, descontando el jolgorio
macarra, ordinario y gamberro de La que
se avecina, con que cuenta esta cadena estercolero. Me pongo a verla sin
prejuicios, o con la mosca dominada detrás de la oreja, a ver qué pasa. Y pasa
que veo a José Coronado como Nemo
Bandeira – ex narco, sesentón, con Alzheimer a las puertas, y gallego aunque
con un español de Valladolid que te trepa, nada que ver con los gallegos
gallegos de Fariña, bendita ficción
que emitió Antena 3 para gloria de la ficción española- y Álex González como el ambicioso hijo adoptado del capo. O sea, veo
a los colegas de El príncipe, que
también emitió la de Vasile, que
dejó su sello en una y en otra a pesar de que el creador de ambas es Aitor Gabilondo.
Es una serie
para Telecinco, es decir, nada de aventuras narrativas, nada de vanguardia
estética, nada de atrevimientos de guión. Vivir
sin permiso se puede ver, pero en ella todo es previsible. La serie tiene
un poco de todo lo visto, un producto sin sorpresa que casi seguro le va a
funcionar bien a la empresa. Suspense, saga familiar con hijos ajenos al
negocio, y un ahijado halcón que babea y rabia pensando que se va a quedar
fuera del enorme pastel empresarial erigido por Nemo años antes al amparo de la
droga. En el primer capítulo Álex González no se quitó la camisa para enseñar
jamón, pero sí hubo escena relamida de sexo, una imposición del capo Paolo,
seguro. En cada capítulo la veremos, también seguro. Por cierto, José Coronado,
una vez más, está enorme.
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