El defensor
(Artículo publicado el jueves, 13 de agosto, en periódicos de EPI PRESS)
No sé si saben que hay un programa en La
1 que se llama Insuperables. Quizá no
tienen ni idea porque quizá usted no forme parte de su escasa audiencia –ni el
peor de La Sexta hace esas cifras tan tremendas- que sigue cada semana las
entregas. Estoy seguro de que sólo lo ven los familiares, amigos, vecinos,
enemigos, y despistados de los diez incautos que se prestan al bochorno de ser
juzgados por Pitingo y Santiago Torrente Segura, mercachifles
de un concepto caduco, fofo, aburrido y simplón de la televisión. Insuperables, evidenciando la ineptitud
del responsable de estos mojones, se pensó para alegrar las noches del lunes
con un espectáculo fresco y divertido por ver si, a pesar de los Tú sí que vales, aún quedaban en el país
talentos para la música, la magia, y otros apartados de las variedades que no
llegarán a ningún sitio.
En ese teatro que todos engordan
–productora, emisora, jurado, presentadora, una Carolina Cerezuela diciendo un guión sin fuste, unas presentaciones
sin alma-, por si faltaba algo añaden la figura del –átense la barriga-
Defensor del espectador. Lo que le faltaba a Insuperables es otra Maritere
Campos de pacotilla, que ejerce, o ejercía sus defensas absurdas en Sálvame, donde la única defensa creíble
del espectador, supongo que estarán conmigo, sería abogar por su desaparición.
Pues con Insuperables, igual. Da
igual que el Defensor del espectador sea Carlos
Latre, Almudena Cid, Carlos Baute o Llum Barrera. Otra pamema. Sólo defendería al espectador, y al
incauto concursante, el defensor que se levantara del asiento y con voz
flamígera pidiera, por dignidad, cerrar el chiringuito. Al final es la
audiencia la que se está defendiendo ignorándolos.
Ay, qué risa, Mari. Es ver a Pitingo y Segura y me descacharro viva. Qué gracia tienen los joíos por culo. Unas castañuelas. Llenan la pantalla. Abren la boca... y sube el pan, coño. Qué cosa. |
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